Dime, espejito mágico…

«Espejito mágico, dime ¿quién es la más guapa de las dos?» Es la pregunta que todo claustro de profesores deberá hacerse ante la posibilidad de cargarse a un alumno en junio y que repita curso o no. En el fondo, será un espejo de ellos mismos. Más que de el alumno.

El profesorado español está dividido ante la nueva ley que permite pasar curso y no repetir con suspensos. Algunos lo ven como peligroso: «el mensaje es que da lo mismo lo que hagas». Otros y casi todos lo ven como una oportunidad de mejorar la calidad de la evaluación del claustro: «Creo que si la evaluación es de todo el equipo docente puede ser mucho más enriquecedora», comenta una profesora en El País.

Repetir curso a veces beneficia al alumno y la mayoría de las veces no. Depende de factores «que no dependen» ni del profesorado ni del alumno. Y ahí está la cuestión. La mayoría de las repeticiones se dan en 3º ESO y el éxito de la medida está en que a veces el alumno -casi siempre varón- cambia de centro o la madurez avanza o los amigos se separan de aula.

En general, un alumno que sabe que todo el equipo docente va a evaluarle conjuntamente tenderá a esforzarse porque no encontrará fisuras «en el frente enemigo». Como cuando los padres se ponen de acuerdo en algo o los padres y el tutor fijan obetivos comunes. Porque con la nueva ley el claustro docente puede decidir que el alumno repita independientemente de los suspensos, lo que puede resultar más «peligroso» para el alumno. Es una ley que bien aplicada da más poder al profesorado que trabaje en equipo y ampara su evaluación.

Repetir curso no tiene por qué ser un trauma, pero si 1 de cada 3 estudiantes de 15 años ha repetido curso en este país es que los profes tenemos que hacer algo. Y uno de los pasos es ponernos a trabajar conjuntamente en cada centro. Y con los padres. Y claro, habrá que preguntarse qué hacer con los varones que están tan desamparados y desempoderados.

Adrianey Arana

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¿Falta mucho?

“¿7º de ESO, por favor?”, me preguntaba el padre en la puerta para ir a la reunión de familias. Le dije que ESO existía, pero que “eso” no. “Bueno, mi hijo tiene 12 años”. “Pues, podría estar en dos cursos”, repliqué, “¿quién es?” “Fulanito, mi hijo”. “¡Ah, fulanito… 6º de Primaria… al fondo a la derecha!” 

     Me pregunto por qué complicamos las cosas en educación. Si ya tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro resulta difícil… porque luego a ver quién educa al hijo, o riega ese arbusto y a ver quién te compra el libro. Pues los políticos nos meten un cuarto reto o aspiración: crear una asignatura. Luego no hace falta que vaya en serio, eh, que se puede suspender y tampoco pasa nada.

     Todo político que se precia inventa una asignatura (no suelen ir por lo de escribir un libro). Así han ido surgiendo Refuerzo de la Competencia en Comunicación Lingüística (RCCL), Cultura Científica, Matemáticas Orientadas a las Enseñanzas Académicas, Prácticas Comunicativas y Creativas, Ética y Derechos de los Animales, Educación Plástica Visual y Audiovisual (más visual imposible), o Lenguas Propias de Aragón (?).

     Los boletines de notas son para las familias algo así como la factura de la luz, más oscura cuanto más nueva. Cuesta saber algo tan sencillo como que Segunda Lengua Extranjera es la del trabajito de la Torre Eiffel en cartulina. No digamos RCCL o antes EATP. 

     También tenemos desde este curso Vida Saludable y/o Nutrición en los coles de México, Ciberseguridad en secundaria en Israel, Surf obligatorio en el Estado de Hawai, Admiración de la Naturaleza en Japón (con poca actividad, claro), Escritura Código en Estonia, Danzas Populares en Armenia, Lengua y Cultura de los Pueblos Originarios Ancestrales (LCPOA) en Chile, donde también hay ‘Habilidades’, que paradójicamente se ha quedado como la más aburrida.

     La LOMLOE nos trae a Primaria las de Convivencia y Convivencia: Tolerancia y Respeto. Otras como Gratitud, Mindfulness, Ajedrez, Robótica, y Actividades Domésticas todavía no tienen nota propia como tal, pero a ver qué pasa. Que nuestra ministra es de venirse arriba.

     Todo esto es riqueza, frescura y genera ilusión en muchos profesores que nos emocionamos con grabar pelis, podcasts o lo que sea, pero el problema es que en el horario ya no nos cabe el Recreo, «módulo» preferido por mis alumnos junto con Comedor. «¿Falta mucho para el Recreo?»… la pregunta que me hacen todos los días y que quizá sea la pregunta clave en la educación española. Menos es más. 

Hasta cuándo

¿Hasta cuándo, Celaá, vas a abusar de nuestra paciencia? Admiro tu tesón. Pero la segregación y la lucha por la equidad calentaron tus sesos como a otros los libros de caballería (porque que no había series entonces).

Y ves gigantes en la enseñanza concertada que ahora dices que segrega en la admisión de alumnos y arremetes contra molinos de viento que sólo tienen viejas aspas y escaso presupuesto.

Locura tuya ha sido cambiar la ley de educación en pleno confinamiento cuando todos estábamos luchando por sobrevivir, por consolar a padres y a niños y por ir al supermercado corriendo. Eso no estuvo bien.

Cargada de razón te aqueja esa «cierta desconexión de los socialistas con la ciudadanía. Debe reflexionarse si en ella desempeña un papel, una percepción de superioridad moral que esta tiene de la izquierda. La altura moral —que se encarna en los hechos— suma; la superioridad moral —que mora en discursos y actitudes— resta», reconoce el editorial de El País del 6 de mayo.

Unos días antes, el 20 de abril, el Constitucional ha admitido por unanimidad los recursos contra esa ley. Y hay unanimidad cuando no hay una nimiedad.

Ahora que son tiempos más de Sancho que de su amo, cuando las barbas y la coleta de tu vecino veas cortar, Celaá, pon las tuyas a remojar. Déjate de ideologías y lecciones magistrales con una Ley Celaá aprobada en estado de alarma con la que pasar a la historia. Para. Que «quien te cubre, te descubre» dice el fiel escudero. Relájate. Y sal a tomar algo. Por favor.

En un cole normal

La puerta de urgencias del hospital está detrás de la portería del campo de fútbol de mi colegio. Sólo una estrecha calle y una malla separan un golazo de un ingreso por ambulancia. Un día se presentó en el cole un señor muy airado con una balón bajo el brazo y las gafas rotas en la mano. Quería ver al director porque según salía de ser atendido en urgencias no sabe lo que pasó… Recibió un impacto en la cara y le saltaron las gafas por el aire. Desde luego, no era su día. En el cole era un día normal.

Anécdotas propias de todo colegio. Cualquier colega podría contar del suyo. El mio es un colegio solo de chicos. Tiene parejo otro de chicas. La vida diaria en ellos es bastante normal, el profesorado agradable, joven y dinámico, trilingüe y lleno de proyectos. Algunos de ellos no han estudiado nunca en coles solo de chicos o solo de chicas. Pero no ven nada extraño, porque no lo hay. Todo es normal.

Los alumnos trabajan y conviven con paz y tranquilidad. Algunos con más paz y éxito escolar que en un cole mixto, también normal. Hay familias que a veces prefieren que uno de sus hijos esté en un cole de estos (o sus hijas) y otro no, o lo prefieren durante una época de su vida nada más. Y les va muy-muy bien. En general, el que prueba, se queda. Pero también hay movimiento, como en toda ciudad.

A mis amigos les gusta ver que los chicos solo con chicos son normales. Por ejemplo, aunque los adolescentes son hoscos, el conductor de bus urbano que para delante del colegio afirma que “todos te dicen siempre buenos días, no sólo pasan la tarjeta”. Seguro que lo hacen en todas las paradas que tengan institutos y colegios cercanos, pero aquí también lo hacen. Y eso te alegra.

Aprenden mucho. Las chicas más en su cole porque a esta edad escolar ellas baten récords. Y lo chicos están muy contentos y no existe apenas el fracaso masculino. Se conocen entre unos y otras, claro, y salen también con los de otros coles. Y eso me gusta. Que cuando vas por la ciudad los fines de semana y andan por el tontódromo local, ellos y ellas muy de modelitos ambos, te saludan “adiós D. Fulano” y le dicen a sus amigos que es un profe del cole. Y eso me gusta.

Una vez iban varios en carnavales con mono azul, capucha, careta y chiringando con agua a la gente en plan bromista… un grupo del que te apartabas. Me vinieron, se me plantaron delante, se quitaron la careta y me saludaron “hola, ¿a que no nos reconocía?” Les dije “portaos bien, chicos”, y me encantó. Y más a los señoras que venían conmigo.

Pues sí. Son coles de chicos y coles de chicas. Normales. Conocidos por todos. A los que todo el mundo quiere y respeta. Y esa es la realidad de muchas ciudades del mundo. Esa es la calle.

Hace poco en un partido de fútbol de un famoso torneo organizado por otro centro escolar, el delantero del equipo contrario le metió 8 goles a nuestros pequeños, que terminaron desolados. Felicité al padre del genio en las gradas. Y me dijo: «pues la verdad es que no está en vuestro cole porque no había plaza ese curso». Estuve a punto de llamar al representante de Messi y al director de mi centro y ficharlo por varios millones. O sea que todo muy normal. Hoy aquí y mañana allí.

La comunidad educativa de una ciudad de provincias suele ser tranquila. Todos nos conocemos. En mi cole hay gente y familiares e hijos de todos los colores. Algún jefe de Marea (Podemos), PSOE, Ciudadanos, PP, BNG, VOX, etc. han tenido o tienen familiares o amigos que trabajan aquí como profes, personal, hijos alumnos o son ellos mismos antiguos alumnos. O sea, lo normal. Y más en mi ciudad que es abierta y liberal de toda la vida. 

Y supongo que lo mismo pasará en Navarra donde ahora hablan de quitarle la ayuda económica a estos centros porque son solo de chicos o solo de chicas. Y me pregunto: ¿pero les parece normal? Lo raro-raro es negar la realidad y ponerse en plan ideológico o excitado. Claro que algunos políticos nunca cogen el bus urbano y no saben qué pasa en el mundo, pero deberían saber qué pasa en su ciudad y en su barrio.

Esperemos que también la política, que a veces se devora a sí misma, siga cuidando estos coles y manteniendo sus conciertos. Porque en la educación en ciudades pequeñas lo que se requiere es convivir en paz. Así lo hablamos muchas veces profesores amigos de muchos centros públicos y concertados de la ciudad que somos colegas y nos vemos en todos sitios.

Ánimo, políticos de Madrid, Navarra, Santiago, etc. No os enredéis con las ideas efímeras y las frágiles legislaturas, que en la ciudades seguimos aquí dándo clase a vuestros hijos. Y nos tenemos que seguir dando los buenos días. No solo pasar la tarjeta. 

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