Papá

Es la primera vez que me hacen un regalo por el día del padre: un álbum ilustrado titulado “Papá”. Fue medio en broma, o sea, medio en serio por parte de algunas personas a las que dedico alguna atención. Nos estamos convirtiendo en cuidadores de una sociedad longeva.

Sánchez Serrano, autora de “Cuidarnos – En busca del equilibrio entre la autonomía y la vulnerabilidad”, sostiene que hemos de aprender a cuidar y a cuidarnos. Porque todos somos vulnerables. La cuarta charla más vista de TED es “El poder de la vulnerabilidad” de Brené Brown: la incertidumbre, el riesgo y la exposición emocional requieren aprender a ser vulnerable.

El futuro es de quienes sepan gestionar la incertidumbre, dice un amigo sabio, y crear en su entorno un ambiente de familia, añado yo.

Aunque siempre hay abanderados de pedagogías distópicas. Ante la noticia de que algunos colegios han suprimido el día del padre y de la madre para respetar los distintos modelos de familia me pregunto si hay que prohibir en los restaurantes la “tarta de la abuela” para no herir.

Por eso es prudente instalar alarmas para evitar que nos roben palabras que carecen de sinónimo y que nadie podrá sustituir en el futuro: mamá y papá, abuelo y abuela. 

Y gracias a por el álbum «Papá» de Hélène Delforge.

Ilustración de Quentin Gréban

A un padre

Una hija quiso dirigir unas palabras en el funeral de su padre, papá… fue uno de esos hombres que abrieron caminos en este país y construyeron… -yo pensaba: no criticaron, no destruyeron- caminos, centrales, fábricas, ideas, planos, vida y progreso. Hijas y hijos.

Un discurso laudatorio con amor pero sin sentimentalismo, una alabanza racional y de justicia a su ser querido, a su papá que además era un “padre”. Un discurso con el corazón pero con la cabeza, con emoción pero contenida.

Admiro a estas familias que no confunden el amor y el agradecimiento con la sensiblería y el lagrimeo. Que convierten lo que podría ser un drama en una lección para sus hijos que allí estaban con los ojos y el alma abiertos. Y eso, sin pretenderlo, conmueve.

Adrianey Arana

Perseverance

Mi padre nos obligó a ver la tele a las 2 de la madrugada para asistir a la llegada del hombre a la Luna. Yo tenía 7 años. Nos dijo que aquello era historia. Y lo fue.

Anteayer el ambiente del colegio era parecido con la llegada del rover Perseverance a Marte. Los niños tenían la sensación de algo importante. Se mostraban interesados  descubriendo el sentido de sus estudios: el Solar System, el inglés, la programación y la robótica, las matemáticas, el esfuerzo, el trabajo en equipo y la perseverancia. 

Son los valores que la NASA transmite con los nombres de sus robots elegidos siempre por niños en un concurso de redacción. El anterior fue igual: el Curiosity. El dron alojado ahora en su interior y que sobrevolará la superficie por primera vez se llama Ingenuity. Valores o virtudes o como le llames.

Allysa Carson, la que desde niña se está preparando para ir a Marte en 2031 afirma que “si la opción es no regresar a la Tierra y colonizar el planeta, estaría dispuesta». Dejaría atrás a su padre, Bert, el hombre que ha impulsado su sueño. «Él sabe que todo esto es más grande que nosotros dos».

Seguro que Allysa lo logra. Estudia ya en la Universidad Internacional del Espacio que dirige Aldrin, uno de aquellos primeros hombres que pisó la Luna en el 69.

Ojalá surjan más jóvenes con ese coraje. Sin embargo, lo que se necesita para eso, no son grandes proyectos promotores del talento ni más Allysas que descubran nuevos mundos, sino más padres como Bert. Padres que den alas a la libertad de sus hijos y la respeten porque antes han sabido animarles a que tengan sueños, no solo buen comportamiento y buenas notas.