Lenguaje exclusivo

Álex Grijelmo, subdirector de El País, intenta poner sentido común en el lenguaje inclusivo. Dice que la lengua no tiene la culpa, que es condenar al cuchillo por un asesinato, cuando el cuchillo es para cortar el pan o extender la mantequilla. 

Puedo proferir tacos, juramentos y palabras malsonantes o puedo hacer poesía. Usemos las palabras adecuadas y adecuemos las palabras a nuestros lectores y/o/u oyentes, señoras y señores, y con educación.

Recuerda que “tenemos una experiencia, precisamente en Argentina. A principios del siglo XX todo el sistema educativo argentino estaba volcado en que se usara el ‘tú’ en lugar del ‘vos’. Y con todos los colegios y todos los maestros enfocados a eso, no se consiguió. A los niños en clase se les decía “yo amo, tú amas”, pero salían a la calle y decían “yo amo, vos amás”. No sirvió de nada porque las intervenciones en la lengua desde arriba suelen ser catastróficas. La lengua se construye por abajo”.

Avisa de que hay que tener un cuidado exquisito con las duplicaciones. Pedro Sánchez dijo que “hay que evitar los enfrentamientos entre catalanes y catalanas”. Que nadie sabía que existieran. Y evitar hacerlas de modo que se ensalcen precisamente las ideas negativas: “hay que subir los impuestos a los ricos y a las ricas”, “detener a los corruptos y a las corruptas”, y “descubrir al asesino o asesina”.

¿Y los libros de texto? Esto lo digo yo: no se fijen en ellos y vayan al principio de la edad escolar. Que venga alguien a mi clase de 1º Primaria y explique todo esto ahora que están aprendiendo a poner «el-la-los-las». Y que les diga por qué. A ver si es capaz. Ni siquiera saben lo que es género. Yo solo intento explicarles que se pone así porque así se pone. O “singular y plural”, que esa es otra. Como pregunta mi querido médico de familia: “¿cómo nos encontramos?” A lo que siempre respondo con sorna: “porque pedí cita, no fue casual”.

Al final el lenguaje inclusivo se convierte en un lenguaje exclusivo, de pocas personas y tan enfadadas que pueden terminar afeando lo bello. Lean la «Propuesta de Acuerdo sobre el Lenguaje Inclusivo» del responsable del libro de estilo de El País y sigan disfrutando de la lengua española.

En un cole normal

La puerta de urgencias del hospital está detrás de la portería del campo de fútbol de mi colegio. Sólo una estrecha calle y una malla separan un golazo de un ingreso por ambulancia. Un día se presentó en el cole un señor muy airado con una balón bajo el brazo y las gafas rotas en la mano. Quería ver al director porque según salía de ser atendido en urgencias no sabe lo que pasó… Recibió un impacto en la cara y le saltaron las gafas por el aire. Desde luego, no era su día. En el cole era un día normal.

Anécdotas propias de todo colegio. Cualquier colega podría contar del suyo. El mio es un colegio solo de chicos. Tiene parejo otro de chicas. La vida diaria en ellos es bastante normal, el profesorado agradable, joven y dinámico, trilingüe y lleno de proyectos. Algunos de ellos no han estudiado nunca en coles solo de chicos o solo de chicas. Pero no ven nada extraño, porque no lo hay. Todo es normal.

Los alumnos trabajan y conviven con paz y tranquilidad. Algunos con más paz y éxito escolar que en un cole mixto, también normal. Hay familias que a veces prefieren que uno de sus hijos esté en un cole de estos (o sus hijas) y otro no, o lo prefieren durante una época de su vida nada más. Y les va muy-muy bien. En general, el que prueba, se queda. Pero también hay movimiento, como en toda ciudad.

A mis amigos les gusta ver que los chicos solo con chicos son normales. Por ejemplo, aunque los adolescentes son hoscos, el conductor de bus urbano que para delante del colegio afirma que “todos te dicen siempre buenos días, no sólo pasan la tarjeta”. Seguro que lo hacen en todas las paradas que tengan institutos y colegios cercanos, pero aquí también lo hacen. Y eso te alegra.

Aprenden mucho. Las chicas más en su cole porque a esta edad escolar ellas baten récords. Y lo chicos están muy contentos y no existe apenas el fracaso masculino. Se conocen entre unos y otras, claro, y salen también con los de otros coles. Y eso me gusta. Que cuando vas por la ciudad los fines de semana y andan por el tontódromo local, ellos y ellas muy de modelitos ambos, te saludan “adiós D. Fulano” y le dicen a sus amigos que es un profe del cole. Y eso me gusta.

Una vez iban varios en carnavales con mono azul, capucha, careta y chiringando con agua a la gente en plan bromista… un grupo del que te apartabas. Me vinieron, se me plantaron delante, se quitaron la careta y me saludaron “hola, ¿a que no nos reconocía?” Les dije “portaos bien, chicos”, y me encantó. Y más a los señoras que venían conmigo.

Pues sí. Son coles de chicos y coles de chicas. Normales. Conocidos por todos. A los que todo el mundo quiere y respeta. Y esa es la realidad de muchas ciudades del mundo. Esa es la calle.

Hace poco en un partido de fútbol de un famoso torneo organizado por otro centro escolar, el delantero del equipo contrario le metió 8 goles a nuestros pequeños, que terminaron desolados. Felicité al padre del genio en las gradas. Y me dijo: «pues la verdad es que no está en vuestro cole porque no había plaza ese curso». Estuve a punto de llamar al representante de Messi y al director de mi centro y ficharlo por varios millones. O sea que todo muy normal. Hoy aquí y mañana allí.

La comunidad educativa de una ciudad de provincias suele ser tranquila. Todos nos conocemos. En mi cole hay gente y familiares e hijos de todos los colores. Algún jefe de Marea (Podemos), PSOE, Ciudadanos, PP, BNG, VOX, etc. han tenido o tienen familiares o amigos que trabajan aquí como profes, personal, hijos alumnos o son ellos mismos antiguos alumnos. O sea, lo normal. Y más en mi ciudad que es abierta y liberal de toda la vida. 

Y supongo que lo mismo pasará en Navarra donde ahora hablan de quitarle la ayuda económica a estos centros porque son solo de chicos o solo de chicas. Y me pregunto: ¿pero les parece normal? Lo raro-raro es negar la realidad y ponerse en plan ideológico o excitado. Claro que algunos políticos nunca cogen el bus urbano y no saben qué pasa en el mundo, pero deberían saber qué pasa en su ciudad y en su barrio.

Esperemos que también la política, que a veces se devora a sí misma, siga cuidando estos coles y manteniendo sus conciertos. Porque en la educación en ciudades pequeñas lo que se requiere es convivir en paz. Así lo hablamos muchas veces profesores amigos de muchos centros públicos y concertados de la ciudad que somos colegas y nos vemos en todos sitios.

Ánimo, políticos de Madrid, Navarra, Santiago, etc. No os enredéis con las ideas efímeras y las frágiles legislaturas, que en la ciudades seguimos aquí dándo clase a vuestros hijos. Y nos tenemos que seguir dando los buenos días. No solo pasar la tarjeta. 

Photo by Adrià Crehuet Cano on Unsplash