Permiso materno

La ministra de Igualdad, Elena Bonetti, en Italia no es igual que la de Igualdad de España. Porque los varones y las mujeres somos iguales, pero las mujeres no. Ha aprobado la Ley de Familia para crear alianzas entre las generaciones y los géneros y apoyar la misión educativa de las familias.

Cuando en Spain se pretende que las niñas de 16 años puedan abortar sin permiso paterno se está generando en el fondo un enfrentamiento padres e hijos. En lugar de fomentar el diálogo entre generaciones y buscar el refugio y consejo en la familia se supone y refuerza la separación y el conflicto.

En Italia se ha hablado estos días de la necesidad de una nueva narrativa de las familia, porque es un recurso ante la crisis, no un problema. La familia supera todo. 

Los profesores seguiremos pidiendo el permiso paterno firmado a la niñas de la ESO para la visita cultural de la clase al museo local la próxima semana. Si no, se quedan en clase. Y en el «super» y en los bares sólo podrán pedir Aquarius el viernes aunque tengan permiso materno, por cierto, ministra, “materno” suena mejor. 

Tampoco estaría de más recomendar el diálogo con el que ha tenido el 50% del papel en el tema, o sea el progenitor. Se entiende que a ese chico también le daría madurez (si no lo tiene ya por tener 16 años) el diálogo «en plan hablamos del tema, chicos» de la ESO. Porque si ella tiene cabeza para abortar y queremos fomentar la igualdad, el niño la debe tener para aconsejar y enfrentarse al embarazo. 

Dicen que hablando se entiende la gente. Y es cierto. No ocultando y callando. Sé de algunos que han hablado… en la ESO y ahora son padres felices. Con un niño precioso.

Adrianey Arana

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Hacia la igualdad educativa y más allá

Hace unos años visité un coqueto colegio Montessori en Manhattan. Pequeño, práctico y acogedor, a pesar de estar en medio de la gran manzana. Con ese inconfundible toque “montessori” cálido y pedagógico. Y cuyo único objetivo es que los alumnos -¡inmigrantes la mayoría!- aprendieran. Me sorprendió ver que los niños de distintas edades compartían la misma aula con naturalidad. El colegio era «un aula». Hacia la igualdad «and beyond!» como animaba Buzz Lightyear.

Varios centros en Europa también han iniciado proyectos y metodologías de educación “específica”. Algunos han consistido en separar en distintas aulas a las niñas de los niños de algún curso enfocándose a lo mismo pero con un aprendizaje no mixto. Los profesores varían sus metodologías con chicos y con chicas de modo sutil, práctico y «específico”.

Los resultados en alguna evaluación no mixta resultan notablemente mejores que cuando estaban juntos, disminuyendo sobre todo los suspensos en varones. Las notas altas también son más numerosas tanto en chicos como en chicas y mejoran las pruebas externas oficiales o estatales así como la evaluación de las principales competencias según las recomendaciones de PISA.

El fracaso escolar masculino, del que hablaba hace poco Mary Curnock Cook, la ex directora de UCAS, la plataforma de admisión a las universidades británicas, es casi inexistente en estos proyectos. 

Están comprobando que es un modelo educativo razonable en determinados casos, orientado a la igualdad efectiva, que la educación diferenciada facilita la igualdad de oportunidades y crea entornos educativos donde los alumnos se encuentran felices. 

Ya se ve que los caminos para la igualdad no son iguales. Sería de esperar que algunos centros públicos puedan poner en marcha este tipo de proyectos sin que se vean obligados a un único modelo en todo el país. La coeducación obligatoria siempre y por principio no siempre es el camino más rápido o más corto para la igualdad.

Y vuelvo a New York, donde Eric Adams, el desde hace dos meses nuevo alcalde demócrata de color, ha nombrado concejal de la educación pública de la ciudad, la más grande de todo el país, a David Banks, fundador de la famosa Academia Eagle, una red de escuelas públicas sólo para chicos varones. 

Adrianey Arana

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La cósmética feminista

 

Europa está siendo educada por mujeres desde hace varios años. El profesorado femenino de Infantil en Europa es el 92%, y el de Primaria el 73%. Las mujeres están educando a los alumnos en la edad clave de su preparación en la vida, de los 3 a los 12 años. Y se les enseña por la vía de los hechos la igualdad de varón y mujer. Ningún alumno lo pone en duda y ningún profesor… o profesora mejor dicho. Personalmente satisface además trabajar en un sector en el que esto no se cuestiona, en un lugar donde las chicas tienen un rendimiento alto y donde tus jefes son mujeres.

Sin embargo, cuando estos niños salen a la vida real, a la vida no escolar, se encuentran con desconfianza hacia la mujer, con la ironía, con la desigualdad laboral, con la fuerza bruta ante la fragilidad física. Muchas niñas pasan a ser objeto del ocio y de la moda, objeto del hogar y de las relaciones humanas. Es cierto que la lucha por la igualdad ha logrado ya éxitos notables, pero también son tristemente ciertas la trata de mujeres, los abusos, la violencia machista y la industria que hace de la mujer una moda precisamente en el campo de la moda femenina. Se encuentran con cerrados modelos masculinos que se crean como iconos del deporte y como líderes de la empresa, relegando a la mujer al ámbito exclusivo de la belleza. Con una sociedad cuya cosmética es la mujer.

Todo político cuando tiene una idea piensa que hay que crear una asignatura, y algunas creen que la asignatura pendiente de esta sociedad es la educación en la igualdad de varón y mujer. No se dan cuenta de que esa asignatura es casi la única aprobada en nuestras escuelas, y lo que está pendiente es su práctica en el mundo real no escolar. La teoría está clara, faltan las prácticas. Falta que esos políticos dejen ser “mujeriegos” usándolas como meros amantes a todos los niveles. Falta que tu jefe no te eche cuando te quedas embarazada, incluso después de haber sido acosada por él. Falta que esos personajes de la vida vayan a buscar a su hija a la salida del colegio cada día, y no que los haga la mujer o las chicas contratadas.

Falta, sobre todo, que la mujer deje de ser usada como bandera hasta por el propio feminismo proabortista occidental y luche por la vida de la mujer africana, que ni siquiera tiene fuerzas para saltar la valla de Melilla. Porque sólo saltan varones.