Estoy malito

Al verme con actitud de que íbamos a trabajar un poquito, el niño que entraba corriendo del recreo puso mirada triste arrastrando las palabras: “Profe, me duele mucho la cabeza”.

Le indiqué que se sentara muy tranquilito en su sitio con la cabeza apoyada y descansara.

Al cabo de un rato, como la clase resultaba entretenida y su compañero muy simpático, reía y jugaba feliz.

Le llamé la atención en bajito: “Oye, acuérdate que estás malito”. Y me dijo. “¡Ah, es verdad!” Y se puso enfermo “bien” otra vez.

Cierto que los males con buena compañía se llevan como bienes. Porque el niño realmente estaba mal y al día siguiente no vino a clase. Y porque al final lo que le curó fue estar un día en casa con la abuela.

Compañía, atención y entretenimiento son tres medicinas para la infancia. A medida que crecen cambia el orden: más atención que compañía…

Y ya cuando la persona ha madurado, o sea, sobre los 80 años, cuidados paliativos. Como dice el médico de familia: “volvemos” a la compañía.

Foto de Caleb Woods en Unsplash

Su asistente humano

Me dice Mari Carmen, de Vigo, que en la actividad de mindfulness la gente mayor cuenta muchos problemas. Los asistentes se quejan de la vida, de que los hijos no vienen mucho a casa. La monitora les da consejos motivacionales, pensamientos y reflexiones para ser mejor persona y un poquito de respiración para terminar.

No se sabe quién tiene la culpa de tanta problemática mental. Porque en ocasiones no se trata del síndrome del nido vacío, sino del avispero abandonado. Familias desestructuradas a las que solo unen los lazos de la sangre ahora sin nudo. O familias de algún tipo de familia que al final no lo era.

Me dice Ana, de Barcelona, experta monitora de natación, que los mayores van mucho a la piscina. Quieren conversar con ella y pasar la mañana. Tiene que animarlos para que cojan un churro y naden un largo o un corto. Y la dejen trabajar.

Me dice Manolo, de A Coruña, que el centro cívico al que acompaña a otro amigo mayor es un hervidero social. Ya no son los tristes locales de clases de bolillos y partida de naipes. Son centros neurálgicos -nunca mejor dicho- de actividades de terapia física y psíquica y de apoyo a mayores y a jóvenes. Desde rehabilitación para enfermos de Alzheimer hasta refuerzo escolar y actos solidarios.

La cadena de supermercados holandesa Jumbo ha puesto “cajas lentas” para las personas que desean conversar. Su idea es ayudar especialmente a los mayores a lidiar con la soledad. El éxito de la medida ha hecho que se instalen en 200 establecimientos. No les viene mal porque la cajera escucha lo que el abuelo piensa cocinar y le recuerda que le faltaría un ingrediente que también puede adquirir sin prisa. Todos ganan.

Las asociaciones de enfermos crónicos y con daños cerebrales encuentran en estos centros cívicos de los que hablaba una especie de refugio emocional. Y la fuerza de la sangre hace que los hijos regresen y recojan a sus mayores cuando entran y salen.

Pero lo mejor en esos lugares son los “trabajadores sociales”. Impregnan el local de un aroma de conversación amable con expresiones de humanidad. Tratan a todos de “tú” y de “nosotros”: “no pasa, nada, Manuel, esperamos un ratito”, “levantamos esa pierna”, “¡que guapa estás hoy!”. Y engañan como las madres cuando el niño se cae y sangra: “¡qué tirita más bonita tenemos aquí, qué suerte!”

Son 42.000 en España y su “marea naranja” los ha sacado a la luz alguna vez porque en general son invisibles. No es un trabajo al que aspiren los mejores expedientes de selectividad, pero es una de las 14 profesiones con más proyección social para esta década, con oferta asegurada y buen sueldo. Porque es la solución a la soledad urbana, cuando la familia solo ha durado un momento en la vida.

Galicia es la tercera Comunidad con más trabajadores sociales con 2.800 en total tras Madrid y Cataluña. Una suerte contar con ellos y más que harán falta. En todo caso, se están convirtiendo en los “expertos en humanidad” y en la competencia directa a los asistentes de “inteligencia artificial”. Son los que saben qué está pasando en el mundo sin opinar ni quejarse ni gritar, los auténticos asistentes humanos.

Adrianey Arana

Foto: Jumbo, Supermarket