La importancia de la lectura

MARTA VALDÉS SÁNCHEZ.-  Cuando en un equipo educador me propusieron hablar sobre lectura, lo primero que hice fue preguntarme el por qué yo, aunque enseguida pensé que podría deberse a dos razones: primero, porque me gusta mucho, muchísimo…. leer; y segundo, porque soy profesora de Audición y Lenguaje.

Así que voy a tratar de compartir con vosotros mi experiencia con estos dos porqués.

Cuando se me presentó el proyecto de esta reunión con compañeros, el subdirector del colegio me prestó dos libros por si me ayudaban a preparar la charla y la verdad es que sí, me sirvieron muchísimo.

Uno fue “La Casa de la Troya”, donde está parte de mi historia y puede que el origen de mi amor por los libros, así que… como toda buena historia, merece ser contada.

» Mi abuela fue maestra; maestra en un tiempo en el que no era fácil serlo y menos para una mujer. Además, se quedó viuda muy joven con dos niños pequeños (uno de ellos, mi padre); sin embargo, a pesar de todo, siempre tuvo claro que además de tener que trabajar mucho para salir adelante, sus hijos tenían que estudiar. 

Consiguió ambas cosas: se sacó una plaza de profesora en Ensidesa (que era una importantísima empresa siderúrgica asturiana) donde tenía que dar clase a los obreros (la mayoría de ellos analfabetos) y donde conoció al que para mí es mi abuelo: un hombre buenísimo, químico, listo y otro gran lector como ella. 

Juntos pelearon para que sus hijos fuesen a la universidad, pero no a una universidad cualquiera, sino a la que mi abuela consideraba entonces la mejor: la Universidad de Santiago de Compostela. 

Y es aquí donde entra en juego la novela, porque para ella fue uno de sus libros de cabecera y la razón por la que mi padre y mis tíos se fueron allí a estudiar. Esos jóvenes universitarios de La Casa de la Troya fueron los ella que soñó para sus hijos. 

Mi padre llegó allí siendo ya un gran lector, aunque en Santiago “devoró” todo lo que cayó en sus manos y, un día, en una tertulia literaria, (cómo no en este relato…) conoció a mi madre que era otra lectora empedernida».

Moraleja: yo he sido y soy una auténtica privilegiada por haber vivido en una casa llena de libros, porque mis padres y abuelos fueron y son mi gran ejemplo, y porque llevo dentro el hábito lector y el gusto por la lectura desde que era muy pequeña. Fin del cuento.

Viajando entre páginas

JUAN MANUEL VIEITES.-   El fomento de la lectura desde la infancia no solo mejora la capacidad cognitiva, sino que aumenta la empatía y estimula la creatividad. Decía René Descartes: «Leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor, en el libro, solo ha puesto sus mejores pensamientos”.

La lectura abre la mente, aunque según Álvaro Cunqueiro, lo que realmente te abre son las ganas de escapar de la realidad: «Un libro es como una ventana desde la que uno se asoma al otro mundo… y ya no quiere volver».

Total, que leer ¡es la excusa perfecta para desaparecer de los problemas mundanos! Así que cuando te vean inmerso en un libro, diles que estás «viajando», ¡porque viajar entre páginas, es lo más económico que existe!

Foto de Aaron Burden en Unsplash

Llaves especiales

MANUEL RODRÍGUEZ «RODRI».- Le llamó la atención un letrerillo del pequeño escaparate: Llaves especiales. Era raro que hubiera llaves en aquel local y menos que fueran especiales. Intentó atisbar el interior pero el gastado cristal se lo impidió. La curiosidad le pudo y entró.

Un dependiente de pelo canoso y mandilón azul lo recibió tras un raído mostrador de madera y cristal. Con su cara colorada, el hombre podría ser un herrero fundiendo llaves en su fragua. Pero no, allí no había ninguna fragua ni se veían llaves.

Preguntó: “Ahí fuera he visto un letrero que dice llaves especiales, supongo que será un error”.

“No, no es un error” -respondió el hombre- “¿Para qué quería las llaves?”

Seguía sin entender pero decidió seguir el juego y le respondió con un vago “pues las quería para varias cosas, pero, exactamente, ¿qué llaves especiales tienen?”.

“Pues verá –dijo señalando debajo del cristal del mostrador- esta abre la sonrisa; esta abre varias puertas que llevan al miedo; esta permite pasear por las palabras del amor; aquella…..

Salió de aquella escondida librería de segunda mano con cinco libros bajo el brazo. O quizá fueran cinco llaves especiales.

Foto de Susan Holt Simpson en Unsplash

La importancia de la curiosidad

EDUARDO CAAMAÑO.-  Que las pantallas se han hecho con la atención de los niños y adolescentes no me queda la menor duda y, podría llegar a asumir que se trata de un fenómeno que forma parte de nuestra evolución, ya que históricamente, una nueva tecnología siempre reemplaza a la anterior.

Sin embargo, la cuestión que me planteo no es la sustitución de un medio anticuado por uno más moderno, sino los efectos que el uso indiscriminado de las nuevas tecnologías pueda provocar en los más jóvenes. Según estudios recientes, el uso excesivo de las pantallas interfiere en las actividades que son cruciales para un sano crecimiento. Como consecuencia, observamos adolescentes menos reflexivos y cada vez más inmersos en las pantallas. Los jóvenes ignoran que todo ese tiempo conectados hace que se pierda uno de los atributos más importantes para el avance de la humanidad, que es la curiosidad por aprender una cosa nueva.

La curiosidad es una fuerza poderosa que nos lleva a explorar lo desconocido, a formular preguntas y buscar respuestas en lugares donde nadie más ha mirado. Es esta cualidad la que ha dado lugar a algunos de los mayores logros de nuestra historia, desde la electricidad hasta los avances en medicina. Para los jóvenes, cultivar la curiosidad es crucial. En lugar de limitarse a consumir contenido rápido y superficial, deben ser incentivados a profundizar en diversos temas, a leer ampliamente y a investigar por su cuenta. Esto no solo les proporcionará una base sólida de conocimientos, sino que también les permitirá participar activamente en conversaciones significativas y contribuir de manera valiosa a la sociedad.

Foto: Annie Spratt · Unsplash

Enamorarse leyendo

Una tarde en una caseta de la Feria del Libro da para mucho. Para ver que los niños arrastran a sus padres. Para ver que en las ferias se vende más de bolsillo que de tapa bonita. Y para comprobar que los mayores compran género policíaco, acción y títulos que riman: la casa de las rosas, el jardín de los secretos, amores cruzados, espadas como labios… el típico título que Camilo J. Cela recomendaba para vender.

Y percibes que toda una ingente gente se auto-educa con libros de lectura fácil (además de las redes sociales, el Marca y el Hola). Y que hay quienes utilizan esos canales y conocen sus reglas comerciales y didácticas y se convierten en educadores o maestros. Millones de personas inteligentes (los que al menos leen) entregan sus opiniones y juicios a esta lectura de evasión. Millones de ventas.

A partir de los 12 años la lectura decae. Aparecen los amigos, la consola seria, los deportes de competición, las salidas y la ausencia de insistencia escolar y paterna por la lectura y de bibliotecas en los centros.

Los clásicos ni aparecen por ser prejuzgados de “obligatorios” y por tanto cancelados. Cuando realmente los clásicos, como dice Irene Vallejo, no son obligatorios, sino que “han sido especialmente amados, han sobrevivido a lo largo de los siglos… con lectores apasionados”.

“El mecanismo humano, es decir, cómo funciona el humano, no ha cambiado”, sostiene la italiana Andrea Marcolongo afincada en París. “Lo que sentimos cuando nos pasa algo muy fuerte, muy intenso (…) es exactamente lo mismo que sintieron los griegos antiguos”. “Leer los clásicos no es cuidar el pasado, al revés, es cuidar el futuro. La respuesta está en los libros: basta con abrirlos. Para mí, el mundo antiguo es como la inteligencia artificial, pero sin ser artificial.”

La literatura te ayuda a entender el mundo. Así no sorprende ver la actualidad de las revueltas francesas (o la de los chalecos amarillos) cuando en el tercer libro más leído de la historia Dickens pinta París como la ciudad que representa la agitación y el conflicto (Historia de las dos ciudades).

Y puede ser que uno salga de la universidad -no digo de la escuela- sin haber leído los libros más amados y sincrónicos de la historia (la Biblia, Dickens, Cervantes, Homero, Tolstoi) porque nadie te los ha presentado, como cuando te presentan a un amigo tomando unas copas.

Lo cierto es que si a partir de los 12 años los libros y las bibliotecas se presentan como amigos la gente lee. Experiencias tenemos. Los centros de secundaria y bachillerato con una buena biblioteca generan I+D+Ideas.

Conozco casos como la Library Stonyhurst, la biblioteca del prestigioso colegio inglés, que trabaja y crea actividad al igual que la sección de deportes y que gestiona su propia cuenta independiente en Twitter. O la biblioteca del famoso Colegio Maravillas de Alejandro de la Sota en Madrid, con una esmerada organización y silencio. Incluso en Vigo la biblioteca de un instituto de barrio como es el IES Rosais II, que por algo habrá sido el mejor centro público gallego en selectividad este año 2023.

En la pequeña localidad libanesa de Beit ed-Dine que visité hace años los niños frecuentaban el único lugar con actividades: la cuidada, hermosa y fresca biblioteca, en la que leer es agradable. Quizás por eso sus gentes construyeron tales grandiosos palacios en los que se alojaban esplendor y sabiduría, asombro del actual viajero.

Cuanto más se rocen los alumnos con los libros más amigos serán o más amor surgirá entre ellos. Y amarán a los más queridos a través de los siglos o en tantas culturas actuales y diversas.

Y como estamos en un mundo híbrido y respetuoso con el papel también se les puede proporcionar un libro electrónico de los de solo lectura. Ediciones más baratas, mayor concentración que en tabletas y hasta motivación para algunos momentos. El alumno más lector que tuve durante una época era de libro digital. Leía y leía con su pantallita en blanco y negro, fácil de llevar en cualquier mochila adolescente, que sacaba en cualquier rato libre. Que es de lo que se trata: de leer libremente y de ser más libre leyendo.

Si las bibliotecas se cuidan en los centros y se diseñan en las ciudades, barrios y urbanizaciones de un modo serio y atractivo, lo jóvenes verán libros y leerán. Se enamorarán. Porque como creía Shakespeare «el amor de los jóvenes no está en el corazón, sino en los ojos». Fall in love reading.

Adrianey Arana    ·     Foto de Bethany Laird en Unsplash