Somos profesores

Soy maestro, tengo 60 años y la misma ilusión de volver a las clases que el primer día que empecé en un colegio de Feáns.

No sé por qué. No hago nada especial para ello. Me gusta escuchar a los niños, aprender de mis colegas, cruzarme con las familias y remar con el equipo directivo. Hasta me gusta dar clase (como otros darle al bisturí o dar noticias al periodista), vigilar patios y hacer sustituciones.

Se dice que los profesores están quemados, que los alumnos son rebeldes y los padres conflictivos, pero se dice. Creo que es una exageración  de las redes sociales y de los clichés de los “opinadores” profesionales ajenos a la profesión. Porque la escuela ha cambiado mucho para bien en estos años. Y hay expertos que lo pueden demostrar. 

Siento decir que me siento contento y que, aunque objetivamente ser maestro no es la mejor profesión del mundo, para mi sí. Soy profesor.

Dar clase tiene un poco de todo: de psicólogo, sanitario, actriz, de entrenador, payaso, político, de policía, conserje, limpiador, de programador, abogado, traductor, azafato, guionista, decorador, o de productor musical, agricultor, veterinario, madre, padre, tío y algo de profesor. 

Y sinceramente pienso que las vacaciones escolares en este país son demasiado largas. Lo afirmo en mi contra pero a mi favor. Son tan desordenadas y excesivas que gran parte de los veranos se convierten en un lío para las familias en lugar de un descanso.  

Pero ya por fin, después de 78 días sin ver a los alumnos y 86 páginas de LOMLOE, que me tragué entera con sus 99 artículos -¿por qué no redactaron 100?-, cosa que recomiendo para opinar, puedo volver a clase, abrir la puerta y sonreír.

Foto de Alice Dietrich en Unsplash

Back to cole

 

Los fieles a algo, independientemente de quién lidere ese algo, somos fieles a algo, no a todo. Hay quien lo es a su empresa, o a su familia, a su religión, a su partido o a su red social, sea quien sea el líder o accionista mayoritario. Yo soy fiel a Twitter, es decir, ahí estoy cómodo. Me domostró una vez su honestidad cuando pedí que revisaran una cuenta creada con malicia y falsedad: me dieron la razón y la eliminaron, como había solicitado.

Es cierto que hay de todo en Twitter, como en la vida o en la calle: estamos ahí personal multicolor que no llega a ser «fauna». Y cuando te arrimas bien conectas con gente seria y variada. Puedes hablar o no hablar, animar, retwitear o contestar. Y elaborar o seguir tus listas.

En ese lugar siempre me he encontrado buenos profesores y directivos escolares, jóvenes y maduros, hábiles psicólogos y padres motivados con la educación de sus hijos.

Uno de los temas más animantes y recurrentes es el Back To School en agosto o la Vuelta al Cole en septiembre. Te asomas y ves ilusión y trabajo en el mundo escolar de tantos profesores, jóvenes e innovadores, listos y creativos, exhaustivos y cultos, libres y amantes de su profesión, de colegios públicos, de centros privados, del rural, bilingües o no, de apoyo, PT, audición y lenguaje, tecnología, educación física o artística, lengua o filosofía… que son la esperanza de este país.

Porque aunque muchos de ellos twittean «se me acaban las vacaciones», en el fondo están esperando que lleguen los niños, los hijos de los que podéis estar leyendo esto. Y esa ilusión de septiembre de estos docentes que andan por la red compartiendo su última gamificación, actividad chula o recurso son el futuro. Tienen en sus manos a los hijos, que son la solución a todo.

Su dedicación e ilusión profesional nos descubre que los hijos no son una carga, ni una cruz o un sufrimiento. Los jóvenes no son la preocupación de la familia, ni el problema de la sociedad. Los hijos son el arma, la munición y hasta nuestro último cartucho en la vida, la respuesta final. Los hijos que vuelven ahora al cole son el mundo real de la segunda mitad de este siglo. Y esos profes lo saben.

Twitter nos muestra a los profesores que vuelven contentos al colegio con mil agendas, actividades y planes. A algunas cuentas de profes que son muy activos y solidarios compartiendo habría que hacerles un homenaje. Ya vuelven. Eso lo va arreglar todo. Ya veréis. «Creo en los profesores de este país», me decía una peluquera cuya hija va a la escuela de su barrio. «Ahora molan, saben».

Vuelven los profes. Apartaos.

Foto de Logan Isbell en Unsplash

Y se acaba el problema

“La vuelta al cole puede ser positiva porque ayudará a los adolescentes a insertarse en la rutina de unas medidas de protección que en verano son más difíciles de seguir. En la escuela, los chavales están obligados a llevar mascarilla, no hay otra posibilidad, y se acaba el problema”. Palabras de Quique Bassat, asesor del Gobierno.

Menos mal que en los colegios les obligan a portarse bien, a respetar a los compañeros, ordenar el material, convivir con los diferentes, dialogar, no insultar, no gritar, pedir la palabra, traer la autorización oportuna, pedirse perdón, recoger papeles, reciclar la basura, limpiar playas, usar la tecnología con sentido, limitar el uso del móvil, tener un horario… “y se acaba el problema”.

La vuelta al cole será “positiva” porque hemos redescubierto que las normas y protocolos,  las rutinas y los obligaciones educan. Poner límites educa.

Y a pesar de las críticas y quejas ante la enseñanza en nuestro país, también hemos descubierto que los institutos y colegios ayudan a los jóvenes a “ser educados”. Y que eso es la educación, no sólo los resultados académicos. 

Adrianey Arana

Photo by Yasmin Dangor on Unsplash

A monte

     “Ahí os va”. Es cómo te suelen entregar los padres a sus niños en septiembre en el colegio. “Ahí os lo dejo” dicen claramente algunas mamás. También está el “todo vuestro” de papás sacudiéndose las manos. O el “viene como viene”, o sea, que no les ha dado tiempo a concienciarlo. «Hace tres meses que no se pone zapatos”. Y no faltan sorprendidas mamás porque el niño crece y crece y “me estoy quedando sin niño”.

     Los pequeñitos nuevos y sus padres llegan al cole en estado hipnótico.“No ha dormido”. Más animante, claro, para el profe que el “viene dormido” o “no sé cómo he logrado levantarle”. Pero no tan sincero como “la que no ha dormido he sido yo”. Y ya sin complejos: “se ha pasado el verano sin hacer nada (?) …o sea, de escribir y eso”. “Llega directamente de la aldea con los abuelos… sin horarios”, descargando en este caso la culpa en los benditos abuelos. «Allí hace lo que le da la gana».

     A monte. Así tienen que venir los niños reales al colegio. Y menos mal que están a monte. Es decir, sanos, fuertes. Tostados de más. Agrestes. Con arena en las orejas. Vivos y coleando. Aburridos de helados. Mirando con los ojos. Deseando nuevos escenarios. Digo menos mal porque lo bueno es la vida, no la escuela. Y si el colegio no es vida, es papeleo. Y así es la vuelta al cole sin filtros de instagram. Y así será luego la vuelta a casa: felices y contentos. Eso sí, poco a poco con alguna habilidad más para esa vida de ahí fuera, que cada día tiene más algoritmos.

Olor a libro nuevo

 

    El olor a libro nuevo de septiembre es otra noche de Reyes. El inicio de las clases, la ilusión de  estrenar, las historias que vendrán… Mamás que sueñan y dejan a sus hijos con los ojos brillantes. Niños dormidos absolutamente despiertos. Zapatos nuevos. Mochilas con dibujos y colores. Padres que respiran y confían en su hijo.. no en el colegio, ni en los profesores, ni en el sistema. Saben que su niño o niña se hará mayor.

      Horarios cambiados, nervios, rutinas que todavía no lo son, pero que mamá quiere que sean. "Papi te quiere mucho" repiten algunos como en el andén de una estación. "Tu familia no te olvida"… casi. Porque el niño inicia  su mundo, no el de ellos. Empieza de nuevo el camino hacia su propia vida. Pero eso mismo, aunque cueste, es lo que sus padres desean. Y que sea feliz.

      No comienza esta semana la vuelta al cole, ni el descanso de los padres, ni la actividad escolar: recomienza la ilusión de una niña o de un niño que quiere volar para regresar al nido en un vuelo cortito, pero con sus alas. Y mirar con sus ojos. Y aprender la libertad.

(Adrianey Arana)