Siempre nos quedará París

Federico Equis de Dinamarca nos ha sorprendido con su autobiografía «Palabra de rey» a los tres días de coronarse monarca. También Harry, el príncipe, había escrito sus memorias con treinta y pico años, cuando todavía no era rey ni él ni su padre. Y Yolanda Díaz ‘dejó’ que se publicara en 2022 “La dama roja” …’la mujer que podría cambiar la historia de España´. Lo mejor es que Amazon lo ha catalogado como “no ficción”, por ahora.

Sorprende la rapidez por apurar la historia de quienes todavía no son personajes. Sí sabíamos por Hamlet, príncipe de Dinamarca, que en ese frío país hay sangre azul y caliente al tiempo. Y que la monarquía británica lleva decenios tratando elaborar su propio relato perdido entre la realidad, la intriga y la ficción.

Pues en España somos más avanzados. Aprovechando la gripe A me he leído “Tierra firme”, el libro que publicó en un ratito  Pedro Sánchez, dos semanas después de la investidura. Ya me había estudiado su “Manual de resistencia”. En media hora me leí el de Yolanda (en menos me había tragado el de Albert Rivera). Me gustan estas “biografías” de vidas sin vivir o “memorias” de lo que todavía no ha ocurrido o le que sea. Lo hago porque intento comprender cómo se construye la “no ficción” del futuro y descubrir las intenciones o el pensamiento, si lo hay. El de Feijóo lo ojeé en una librería y lo hojeé. Visto.

Se los han redactado excelentes escritores como Moehringer, que antes de Harry arrasó con Open de Agassi. Por eso, a lo mejor serán ellos, los autores, los que quizá pasen a la historia. Porque los personajes de verdad no necesitan biografía. Sus hechos permanecen. Sus vidas son «el libro» escrito o no.

Le pedí a ChatGPT que me escribiera la «biografía de» algún personaje arriba citado y me ha ofrecido cuatro líneas. De mi mismo dice: «Lo siento pero no tengo información de esa persona». Siempre nos quedará París, algo de verdad y la Inteligencia Artificial.

Napoleón

“Este muchacho está hecho de granito y, además, tiene un volcán en su interior”, escribió un profesor de Napoleón. Sorprende su análisis de un chico de dieciséis años. Va más allá de su comportamiento y profundiza en su interior. El informe continúa opinando que será capaz de lo que se proponga.

No es fácil elaborar perfiles y menos de un menor. La inmediatez tiende a describir lo externo: “payaso”, añadió un profesor en las notas del niño que sería ingeniero de caminos, consultor del Vaticano, obispo y beato Del Portillo. “No hacía más que alborotar y gastar todo tipo de bromas pesadas”, informaba igualmente un maestro de otro prohombre, Edgar Allan Poe.

Hemos de ser precavidos al enjuiciar a un alumno o a cualquier persona. Si bien es cierto que el tiempo enseña a descubrir algunas señales en los jóvenes que permiten adivinar su futuro.

Además, todo perfil es libre. Nadie está determinado, aunque sí influido por circunstancias. Los enemigos del conocimiento de las personas son la superficialidad, los prejuicios y el determinismo.

La biografía de un hombre es complicada. La reciente película de Ridley Scott lo confirma. Hasta después de muerto y de ser un personaje histórico las versiones de un hombre son distintas.  Sabemos que no quiere profundizar en la vida de Napoleón, como tampoco lo quiso en la de Marco Aurelio o Cómodo en Gladiator. Pretende excitar el interés por los personajes y la historia sacrificando el rigor en aras de la amenidad y el espectáculo, detonante de la curiosidad.

El “perfil” es el conjunto de rasgos que caracterizan a una persona y buscan prever su conducta en un futuro desconocido, probablemente profesional o político. O criminal.

La biografía es la historia de una persona que vivió en el pasado, que deberíamos conocer. El autor no solo recopila datos, sino que conjuga la seriedad y la anécdota y hasta nos hace amigos del personaje. No prejuzga, solo se acerca a su entorno, lo mira como era visto por sus contemporáneos, por él mismo y por su tiempo. Y al final el lector juzga.

Por eso recomiendo leer el Napoleón de Emil Ludwig, el iniciador de la biografía moderna. Y destaco ahora en nuestra lengua al prolífico, riguroso y ameno Eduardo Caamaño, autor de la primera biografía en castellano de Agatha Christie, fascinante y profunda. Acaba de publicar la de Edgar Allan Poe y la de Santos Dumont, el rey de los cielos. Prometen. No como la «peli» de nuestro amigo.

Foto de Elimende Inagella en Unsplash

Educadamente

Opino sobre lo que estimo. Escribo en voz alta conmigo mismo. Ataco mis prejuicios y lanzo réplicas para refutarlas. Mis mejores mensajes son los corregidos por otros. Las ideas propias valen más por ideas que por propias.

Pretendo influir en la mente de quienes me leen. Mi objetivo es sembrar la duda de la esperanza, como la foto que revela la belleza de un lugar común.

En una sociedad líquida más vale nadar que flotar o zambullirse. Y aportar al mar el grano de arena que con otros formará una playa.

Soy más de vida que de muerte. Pienso más en los hijos que en el aborto. Y prefiero la paz a la guerra. Acepto lo obvio: al varón y a la mujer. Rechazo lo fantástico y la mentira.

Me seducen las palabras, los silencios y la melodía. Cometo errores diarios, no por estrategia sino porque “nada de lo humano me es ajeno”. No soy un ejemplar ejemplar.

Sé que todo los que diga puede ser usado en mi contra y me importa. Porque me lo tomo de un modo muy personal. Lo siento.

La tristeza es el resultado del robo del enemigo, la desnudez del fracaso. Por lo que uso el buen humor como escudo y como arma. Me horroriza que mi rostro se acabe convirtiendo en rutinario.

Y hablando de armas, al fin, me gusta apuntar al otro y mirarle a la cara, pero nunca disparar. Todo es pose, el teatro de la vida.

No quiero que el 2023 pase sin recopilar lo escrito. Os lo regalo en mi cumpleaños. Dadme una segunda oportunidad quienes no me leyeron ni me leen. A Dios doy gracias por cumplir sesenta y dos y mantener todavía su ilusión.

“Educadamente” es la recopilación de artículos del año, continuación de «Escúchame con los ojos» de diciembre del 2022 y adelanto de publicación. Soy pirata de mi mismo y a quien me lo pida se lo paso gratis, como merced de aniversario.

«El favor», un thriller para verano

«El infierno es la verdad vista demasiado tarde» sugiere John Verdon en «El favor», su último bestseller del detective Dave Gourney. Lo aplica a un delincuente atrapado en su pasado a pesar de resistirse.

Verdon pinta las relaciones de un matrimonio maduro de modo sublime. Y sufre porque al detective le gustaría ser mejor marido. El ágil ritmo policíaco y de acción se entremezclan en su relación conyugal con Madeleine a veces tensa, pero siempre tierna.

Él autor ser reconoce algo en su protagonista detective: «Ama a su esposa y a su hijo pero no es nada bueno con las emociones. Esa es la parte con la que se siente más incómodo. Sus sentimientos están siempre encerrados bajo un análisis racional y nunca anda buscando sentirse querido o aceptado, él solamente busca las respuestas. El análisis racional es su mejor arma y escudo para lidiar con la vida».

Verdon siempre responde que Madeleine, la esposa del detective, es el alma de la serie de todas sus novelas. «En primer lugar, me gustan las mujeres fuertes e inteligentes. En segundo lugar, quería darle a Dave (el protagonista detective) una dimensión de vulnerabilidad, convertirlo en algo menos que totalmente autónomo. Quería presentarlo como una persona que necesita a otra persona en su vida. Puede que sea un poco genio para desentrañar ciertos tipos de misterios criminales, pero su esposa es en muchos sentidos más inteligente que él: más perspicaz, más intuitiva. Este tipo de equilibrio, la tensión que crea y las recompensas que ofrece, es más interesante para mí que las relaciones que a menudo se retratan en las novelas de detectives».

Enamorarse leyendo

Una tarde en una caseta de la Feria del Libro da para mucho. Para ver que los niños arrastran a sus padres. Para ver que en las ferias se vende más de bolsillo que de tapa bonita. Y para comprobar que los mayores compran género policíaco, acción y títulos que riman: la casa de las rosas, el jardín de los secretos, amores cruzados, espadas como labios… el típico título que Camilo J. Cela recomendaba para vender.

Y percibes que toda una ingente gente se auto-educa con libros de lectura fácil (además de las redes sociales, el Marca y el Hola). Y que hay quienes utilizan esos canales y conocen sus reglas comerciales y didácticas y se convierten en educadores o maestros. Millones de personas inteligentes (los que al menos leen) entregan sus opiniones y juicios a esta lectura de evasión. Millones de ventas.

A partir de los 12 años la lectura decae. Aparecen los amigos, la consola seria, los deportes de competición, las salidas y la ausencia de insistencia escolar y paterna por la lectura y de bibliotecas en los centros.

Los clásicos ni aparecen por ser prejuzgados de “obligatorios” y por tanto cancelados. Cuando realmente los clásicos, como dice Irene Vallejo, no son obligatorios, sino que “han sido especialmente amados, han sobrevivido a lo largo de los siglos… con lectores apasionados”.

“El mecanismo humano, es decir, cómo funciona el humano, no ha cambiado”, sostiene la italiana Andrea Marcolongo afincada en París. “Lo que sentimos cuando nos pasa algo muy fuerte, muy intenso (…) es exactamente lo mismo que sintieron los griegos antiguos”. “Leer los clásicos no es cuidar el pasado, al revés, es cuidar el futuro. La respuesta está en los libros: basta con abrirlos. Para mí, el mundo antiguo es como la inteligencia artificial, pero sin ser artificial.”

La literatura te ayuda a entender el mundo. Así no sorprende ver la actualidad de las revueltas francesas (o la de los chalecos amarillos) cuando en el tercer libro más leído de la historia Dickens pinta París como la ciudad que representa la agitación y el conflicto (Historia de las dos ciudades).

Y puede ser que uno salga de la universidad -no digo de la escuela- sin haber leído los libros más amados y sincrónicos de la historia (la Biblia, Dickens, Cervantes, Homero, Tolstoi) porque nadie te los ha presentado, como cuando te presentan a un amigo tomando unas copas.

Lo cierto es que si a partir de los 12 años los libros y las bibliotecas se presentan como amigos la gente lee. Experiencias tenemos. Los centros de secundaria y bachillerato con una buena biblioteca generan I+D+Ideas.

Conozco casos como la Library Stonyhurst, la biblioteca del prestigioso colegio inglés, que trabaja y crea actividad al igual que la sección de deportes y que gestiona su propia cuenta independiente en Twitter. O la biblioteca del famoso Colegio Maravillas de Alejandro de la Sota en Madrid, con una esmerada organización y silencio. Incluso en Vigo la biblioteca de un instituto de barrio como es el IES Rosais II, que por algo habrá sido el mejor centro público gallego en selectividad este año 2023.

En la pequeña localidad libanesa de Beit ed-Dine que visité hace años los niños frecuentaban el único lugar con actividades: la cuidada, hermosa y fresca biblioteca, en la que leer es agradable. Quizás por eso sus gentes construyeron tales grandiosos palacios en los que se alojaban esplendor y sabiduría, asombro del actual viajero.

Cuanto más se rocen los alumnos con los libros más amigos serán o más amor surgirá entre ellos. Y amarán a los más queridos a través de los siglos o en tantas culturas actuales y diversas.

Y como estamos en un mundo híbrido y respetuoso con el papel también se les puede proporcionar un libro electrónico de los de solo lectura. Ediciones más baratas, mayor concentración que en tabletas y hasta motivación para algunos momentos. El alumno más lector que tuve durante una época era de libro digital. Leía y leía con su pantallita en blanco y negro, fácil de llevar en cualquier mochila adolescente, que sacaba en cualquier rato libre. Que es de lo que se trata: de leer libremente y de ser más libre leyendo.

Si las bibliotecas se cuidan en los centros y se diseñan en las ciudades, barrios y urbanizaciones de un modo serio y atractivo, lo jóvenes verán libros y leerán. Se enamorarán. Porque como creía Shakespeare «el amor de los jóvenes no está en el corazón, sino en los ojos». Fall in love reading.

Adrianey Arana    ·     Foto de Bethany Laird en Unsplash