Médicos con fronteras

Si operan a un familiar y esperas horas a que salgan las cirujanas. Si acompañas el postoperatorio con sus dudas y percances. Si observas las miradas y los gestos precisos de las enfermeras. Si atiendes y absorbes la información prudente que dan los médicos cuando pasan. Si, ademas, ves que a su alrededor el covid mantiene su amenaza… 

Pues si ves todo esto, es que estás delante de los médicos normales y corrientes que no salen en las noticias. No son ni pretenden ser estrellas de cine o de series de televisión. Cumplen su labor diaria dentro de nuestras fronteras. Trabajan con una presión extraordinaria que para ellos es asombrosamente rutinaria. Precisión, concentración, profesionalidad y discreción. Todo trabajo bien hecho es un servicio a las personas, pero en los médicos se multiplica.

Aunque en los momentos duros aplaudamos a los sanitarios, cada día se merecen muchos “gracias”, que casi nadie se los da al terminar una cirugía. Por su profesionalidad y ciencia en sí misma. Si además alguna de esas doctoras o investigadoras saca unos minutos para ver y alentar a un paciente amigo. Y le sonríe. Y pone un rostro humano a una bata blanca o a un mono verde, si todo eso pasa, porque pasa, es para pensar que “la sonrisa en el rostro lleva la alegría al alma” y al cuerpo. Y el trabajo.

Gracias, Materno Teresa Herrera: !CHUAC, chuac! 

Adrianey Arana

Un mundo fascinante

¿Quién diría hace un año que ya en ese 2020 se habría descubierto la vacuna del covid? ¡Y que la mitad del país estaría vacunada! Veíamos un panorama negro y desolador de investigaciones tipo Pasteur, madame Curie, etc. De hecho no existe todavía vacuna para el virus VIH del sida ni para la hepatitis C.

“El récord en desarrollar una vacuna completamente novedosa es de al menos cuatro años”, explicaba entonces la Asociación Española de Vacunología. “¿Cuánto tiempo lleva fabricar una vacuna?” titulaba el NYT en abril 2020. 

Sin embargo, el ritmo de la ciencia y la investigación ha resultado asombroso. Y no solo eso, sino que  incluso la gestión y logística mundiales han sido de ficción. Los gobiernos y las instituciones, aunque los critiquemos, son más eficaces hoy que hace escasamente 20 años. 

De estar confinados a recibir un mensaje a tu nombre en el móvil para ponerte la vacuna hay un largo camino de trabajo que se ha hecho corto. Vivimos en un mundo fascinante mejor que nunca y no nos damos cuenta. No es correcto criticar al político de turno de todos y cada uno de los países, quejarse constantemente o protestar porque me toca esta dosis y no la otra. O repetir que solo el 50% del país esté vacunado.

Según el nuevo chiste, el optimista dice “el vaso está medio lleno”. El pesimista “el vaso está medio vacío”. Y el millennial: “¡el vaso me está ofendiendo!”. Y además no agradece que en vez de agua le estén «tirando» una caña de cerveza, que haya para todos y que se sirva gratis. ¡Salud!

Adrianey Arana

Hay vida en Galicia

ABANCA y CESUGA sueñan con ser las primeras universidades privadas en Galicia. Legítima aspiración de invertir en ciencia, cultura y de unir la universidad con la empresa. Libertad de creación de centros para innovar, crecer, ser motor de desarrollo económico. Apostar por la docencia, la investigación y la financiación privada de los estudios universitarios. Lo que este país necesita: liderazgo en educación, emprendimiento, innovación. 

Afirma Antonio Abril, “el hombre que quiere cambiar la universidad”, según dijo una portada de El Mundo, que España está un pésimo lugar en el ranking para generar, retener y atraer talento. Hemos reducido el gasto público en educación y universidades. 

“No podemos seguir con universidades exclusivamente financiadas con transferencias corrientes y de capital del sector público. El mecenazgo, por ejemplo, es una de las vías que ofrecen más posibilidades, para ello tenemos que cambiar la ley de fundaciones y sacar partido de las asociaciones de alumni”.  Él lo enfoca como Presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas (CCS). Pero la idea de fondo es que hay que despertar.

Que además del coche eléctrico y de ir en patinete por las ciudades «en el horizonte 02050», toda inversión en universidades e investigación,  como estamos experimentando en esta crisis pandémica, la vamos a necesitar hasta para salvar vidas.

Los argumentos contrarios a la creación y aprobación de estos proyectos suelen ser los mismos de siempre: duplicación de lo que ya existe en la red pública. Va a ser difícil inventar nuevas titulaciones porque sí. Pero se puede ofrecer lo mismo de un modo distinto, nuevo. Si no mejor, sí estimulante, competitivo, potenciador del sector y de la educación en Galicia. Y son proyectos que ya cuentan con experiencia y solvencia.

No sé si en Marte, pero hay vida en este planeta llamado Galicia. Buena señal es que surjan estas iniciativas. Confiemos en ellas. Nadie es contrario a la libertad, pero algunos tienen desconfianza en la confianza. Y solo la confianza mueve el pensamiento y la libertad.

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En un cole normal

La puerta de urgencias del hospital está detrás de la portería del campo de fútbol de mi colegio. Sólo una estrecha calle y una malla separan un golazo de un ingreso por ambulancia. Un día se presentó en el cole un señor muy airado con una balón bajo el brazo y las gafas rotas en la mano. Quería ver al director porque según salía de ser atendido en urgencias no sabe lo que pasó… Recibió un impacto en la cara y le saltaron las gafas por el aire. Desde luego, no era su día. En el cole era un día normal.

Anécdotas propias de todo colegio. Cualquier colega podría contar del suyo. El mio es un colegio solo de chicos. Tiene parejo otro de chicas. La vida diaria en ellos es bastante normal, el profesorado agradable, joven y dinámico, trilingüe y lleno de proyectos. Algunos de ellos no han estudiado nunca en coles solo de chicos o solo de chicas. Pero no ven nada extraño, porque no lo hay. Todo es normal.

Los alumnos trabajan y conviven con paz y tranquilidad. Algunos con más paz y éxito escolar que en un cole mixto, también normal. Hay familias que a veces prefieren que uno de sus hijos esté en un cole de estos (o sus hijas) y otro no, o lo prefieren durante una época de su vida nada más. Y les va muy-muy bien. En general, el que prueba, se queda. Pero también hay movimiento, como en toda ciudad.

A mis amigos les gusta ver que los chicos solo con chicos son normales. Por ejemplo, aunque los adolescentes son hoscos, el conductor de bus urbano que para delante del colegio afirma que “todos te dicen siempre buenos días, no sólo pasan la tarjeta”. Seguro que lo hacen en todas las paradas que tengan institutos y colegios cercanos, pero aquí también lo hacen. Y eso te alegra.

Aprenden mucho. Las chicas más en su cole porque a esta edad escolar ellas baten récords. Y lo chicos están muy contentos y no existe apenas el fracaso masculino. Se conocen entre unos y otras, claro, y salen también con los de otros coles. Y eso me gusta. Que cuando vas por la ciudad los fines de semana y andan por el tontódromo local, ellos y ellas muy de modelitos ambos, te saludan “adiós D. Fulano” y le dicen a sus amigos que es un profe del cole. Y eso me gusta.

Una vez iban varios en carnavales con mono azul, capucha, careta y chiringando con agua a la gente en plan bromista… un grupo del que te apartabas. Me vinieron, se me plantaron delante, se quitaron la careta y me saludaron “hola, ¿a que no nos reconocía?” Les dije “portaos bien, chicos”, y me encantó. Y más a los señoras que venían conmigo.

Pues sí. Son coles de chicos y coles de chicas. Normales. Conocidos por todos. A los que todo el mundo quiere y respeta. Y esa es la realidad de muchas ciudades del mundo. Esa es la calle.

Hace poco en un partido de fútbol de un famoso torneo organizado por otro centro escolar, el delantero del equipo contrario le metió 8 goles a nuestros pequeños, que terminaron desolados. Felicité al padre del genio en las gradas. Y me dijo: «pues la verdad es que no está en vuestro cole porque no había plaza ese curso». Estuve a punto de llamar al representante de Messi y al director de mi centro y ficharlo por varios millones. O sea que todo muy normal. Hoy aquí y mañana allí.

La comunidad educativa de una ciudad de provincias suele ser tranquila. Todos nos conocemos. En mi cole hay gente y familiares e hijos de todos los colores. Algún jefe de Marea (Podemos), PSOE, Ciudadanos, PP, BNG, VOX, etc. han tenido o tienen familiares o amigos que trabajan aquí como profes, personal, hijos alumnos o son ellos mismos antiguos alumnos. O sea, lo normal. Y más en mi ciudad que es abierta y liberal de toda la vida. 

Y supongo que lo mismo pasará en Navarra donde ahora hablan de quitarle la ayuda económica a estos centros porque son solo de chicos o solo de chicas. Y me pregunto: ¿pero les parece normal? Lo raro-raro es negar la realidad y ponerse en plan ideológico o excitado. Claro que algunos políticos nunca cogen el bus urbano y no saben qué pasa en el mundo, pero deberían saber qué pasa en su ciudad y en su barrio.

Esperemos que también la política, que a veces se devora a sí misma, siga cuidando estos coles y manteniendo sus conciertos. Porque en la educación en ciudades pequeñas lo que se requiere es convivir en paz. Así lo hablamos muchas veces profesores amigos de muchos centros públicos y concertados de la ciudad que somos colegas y nos vemos en todos sitios.

Ánimo, políticos de Madrid, Navarra, Santiago, etc. No os enredéis con las ideas efímeras y las frágiles legislaturas, que en la ciudades seguimos aquí dándo clase a vuestros hijos. Y nos tenemos que seguir dando los buenos días. No solo pasar la tarjeta. 

Photo by Adrià Crehuet Cano on Unsplash