La vuelta al cole

ERNESTO LÓPEZ-BARAJAS.-   Hablaba con un amigo después de las fiestas patronales de mi ciudad de la vuelta a lo ordinario, al trabajo normal. De cómo cuesta. Del esfuerzo que hay que hacer. Veíamos que depende de cómo te lo tomes, de tu carácter, del sentido con el que lo haces, de procurar ser “buena gente” y de tener sentido del humor. Como algunos currantes, trabajadores buenos. De esos que te ponen la gasolina con una sonrisa, mientras te cuentan un chiste o gastan una broma. Te ríes y afrontas el viaje de otra manera.

 Como dice un poeta: “Una sonrisa es la mejor mecedora para el ánimo ajeno y la alegría su más cálida chimenea, y se pueden ofrecer al prójimo en todas las circunstancias”. También lo confirman las neurociencias: una carcajada de corazón aporta a nuestro cuerpo y a nuestra psique muchos más beneficios que muchas medicinas.

Se trata de intentar ser “buena gente” como dicen los del sur. Y eso se puede entrenar: día tras día, buscando con cuidado lo bello y el bien que pasa a nuestro lado, predisponiendo la mirada hacia la parte positiva de los demás, aprendiendo a dejar pasar la molestia de los pequeños y grandes contratiempos sin permitir que nos arruinen la jornada, viendo con sentido del humor la fragilidad y extrañeza de lo humano.

Foto de Andrea Piacquadio – pexels

Humor u/o amor

Oigo desde mi despacho al profe de al lado con los pequeños:

– Vamos a hacer familias de palabras…

– …¿a hacer una familia? -se sorprende un espontáneo.

– Sí, pero de palabras. Por ejemplo, a ver… una palabra bonita…

– (silencio). (Yo sigo tecleando mecánicamente pero con una sonrisa iniciada).

– “Amor,” por ejemplo. A ver, ¡palabras con “amor”! -insiste mi colega.

– ¡Amortizo! -suelta uno ingenuamente.

– ¡Amortiguador! -otro más serio que intenta superarse.

En el recreo le di ánimos, pero nos reímos. El que quiera divertirse que se haga profesor.

“Hemos hecho del mal humor una profesión. Si te ríes, parece que no trabajas” -lanzaba al auditorio coruñés de Palexco el gurú Emilio Duró en Mentesexpertas hace unos días.

Y al final, tampoco hay tantas palabras con amor salvo… varios niños de la clase que se apellidaban o llamaban así, je.

Adrianey Arana

Foto: Unsplash

A cambio de un chiste

– Una caña -pedí a una cara desconocida-. ¿Nuevo por aquí?

– Mi restaurante cerró por el covid y me busqué esto. Me hablaron de aquel tipo -me señala a un camarero que se movía entre las mesas-, que era un crack y quería venir a trabajar con él.

– Ese tipo -le susurré- es rápido y quiere a los clientes, siempre sonríe y no suele estar por la barra… Y también tiene problemas.

Esa misma mañana en el colegio dos niños vinieron a pedirme si les prestaba el cargador del portátil.

– A cambio de un chiste -le pedí a uno muy gracioso. Y me contó uno regular.

– Bueno, le voy a contar otro- y claro, era un poquito más de mayores. Me partí y ellos más. Y se fueron con el cargador.

No todo se arregla con dinero. A mal tiempo, buena cara. Que con el humor es la única moneda de cambio para cuando llueve sin parar desde hace años.

Adrianey Arana

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Cabezas

     No quiero hablar mal de los políticos. Respeto sus opiniones. Cada uno tiene sus ideas y son muy respetables. Pero sí me gustaría criticar a sus asesores. No es de recibo que las mejores cabezas del mundo, de nuestros líderes, luzcan unos pelos que les restan votos. Mucha gente sólo se fija en lo que tienen en la cabeza. Y votarán a otros como Biden, Pedro Sánchez o Feijóo. He ahí la cuestión: ¿qué tienen nuestros políticos en sus cabezas?

     Menos mal que la belleza está en el interior de las personas y no hay que juzgar por las apariencias. Pero las últimas elecciones y votaciones están demostrando que se puede ganar por los pelos. No es cuestión de imagen solo, pero hoy es importante salir bien en la foto. Recomiendo a Carlos, un peluquero que está en la calle Olmos en Coruña, en Sophia's. Pero hay más… como José en Carballo o José Antonio en Marco Aldany. Son los que más saben de la vida y de la política. Todo el día le dan a la cabeza y a hablar con la gente. Hablan con la gente.

La vacuna del humor

   Estos días los alumnos pequeños querían contar chistes. No sé por qué necesitan el humor, el relato del humor. Son cortos, sintéticos, como sus descripción de la profesión de sus padres (“mi madre trabaja en una banco… “-¿Y qué hace? -“Se queda con el dinero de la gente”. Je, es verdad).

 

-¿Qué le dice una pared a otra pared?

-Nos vemos en la esquina.

 

Un niño le dice a su padre:

– Papá, cuando sea mayor quiero ser como tú.

– ¿Por qué, hijo mío?

– ¡Para tener un hijo como yo!

 

– Me voy dos semanas de viaje.

– ¡Ah, qué bien! Pues no te olvides de escribir.

– Espero que no, con lo que me costó aprender…

 

– A ver, ahora que estamos en otoño, ¿qué dice el libro que pasa?

– Nada.

– ¿Cómo que nada?

– No, porque se le caen las hojas.

 

– ¡Qué guapa estás hoy! ¿Te has pintado los ojos?

– No, ya los tenía.

 

O sea, que como decimos los docentes: estamos “trabajando” el chiste. Gran vacuna.