El tono

Los padres buscan soluciones, recetas para educar a sus hijos y sobre todo esperanza, referencias y comprensión. Las publicaciones sobre educación tienden a inclinarse por difíciles cuestiones técnicas, consejos irrealizables e ideas para ser unos padres perfectos o, al revés, resignados.

Los teóricos del sector educativo dan un barniz excesivamenrte cognitivo y científico a los problemas de la infancia o de la adolescencia con escasas dosis de normalidad o de optimismo.

Y estos son precisamente los dos hilos a seguir: la normalidad y la esperanza.

Siempre me ha parecido oportuno mantener una actitud de sentido común en la educación de los hijos. Ser una madre o un padre normal cuesta esfuerzo porque lo novedoso, lo raro y teórico está de moda. Obedecer no está bien visto, pero es normal. Pero lo que no es normal es que los niños obedezcan a la primera.

Por otra parte, hay que tratar a los niños como «si fuesen» personas normales, porque eso son: niños y personas normales, que al final es lo mismo. Es más normal ser niño que ser complejamente mayor. Hablar y tratar a un hijo con estas claves aporta paz y armonía en el crecimiento.

«Resignarse» ante posibles síndromes y deficiencias o ante los comportamientos a veces conflictivos en las aulas o en la propia familia y en el entorno, ante las relaciones con los profesores… o incluso ante la política educativa del momento no es la solución. Y los gurús tampoco ofrecen muchas pistas sólidas.

El tono de la partitura es la esperanza. Ante el reto de la educación en la familia, la actitud de los padres y educadores no debe ser la resignación, la queja o las últimas ideas del último artículo de «cómo educar a tus hijos» (como este, je), sino la esperanza y muchas veces el buen humor.

Como sostiene un sabio colega profesor, los cuentos más educativos son aquellos  que no pretenden serlo ni buscan intenciones exclusivamente curriculares, sino los bien escritos, la literatura de la vida real.   

El truco está en cambiar nuestro tono «educativo» por un tono de voz «normal»,  tranquilo, alegre, esperanzado. 

Adrianey Arana

Foto de Roberta Sorge en Unsplash

Love Talks

«Pillé» el Covid, pero por ahora no el Pegasus, creo. Es que me he pegado un susto al ver dos cargos en mi exigua cuenta corriente con el concepto «Love Talks Sex Madrid…» ¿Lo habrá visto alguien del banco además de la «inteligencia artificial»? ¡Eso no es mío!

Pero al rato recuerdo haberme inscrito en un congreso digital educativo sobre sexualidad y afectividad: buff, era eso y espero que nadie se escandalice. Y me apunté porque el título «Hablemos del amor, una conversación mundial» me pareció el enfoque adecuado. “Transmitir a millares de familias un mensaje científico, positivo y práctico para afrontar los temas relativos a la sexualidad y la afectividad humana. De la buena comprensión de estas dos dimensiones depende la calidad del amor y por tanto de la felicidad”.

Cuando tantos congresos o webinars de estos temas nos  llegan al email de los educadores los pasas directamente a «eliminar» porque carecen de enfoque humano o porque son ideológicos o porque son un rollo, sencillamente. O porque un padre o madre de una niña o niño no se apuntarían.

Pero en este, si pinchas o «clickeas», ves que 40 expertos como Meg Meeker, Owens, Marian Rojas, Ceriotti, Chiclana, ginecólogos, psiquiatras, influencers, terapeutas y autores norteamericanos líderes en emociones o temas de pareja y vida íntima, dirán lo que piensan. No es propaganda, es que me ha gustado: una conversación mundial sobre el amor el 4 y 5 de junio. Está bien.

Sesiones como “Entre Netflix, Instagram y TikTok: ¿Cómo liderar los diálogos sobre sexualidad con (pre) adolescentes?”, “Relaciones románticas jóvenes. Reparar heridas emocionales”, “Las fases del enamoramiento y cómo acertar en la pareja”, “Infidelidad: cómo afrontarla y el papel del perdón”, “Algunas cosas simples que marcan una gran diferencia en tu vida íntima”, «Cómo salir de la adicción a la pornografía”, “Tanto te exhibes, tanto vales: El negocio de la hipersexualización en las redes”, “Quererse cuando llegan los hijos”, “Claves de salud relacional afectiva en la pareja”, “Educación sexual en casa: clave para prevenir el abuso sexual”… o «la figura paterna en la serie Cobra Kai«.

Hay otros títulos que asustan más. Pero es que de eso se trata. De que si no quieres llevarte sustos como el mío en el extracto bancario, pero con tus hijos cuando crezcan, es mejor hablar ahora y echar un ojo ya a esos «love talks» piensen lo que piensen los del Pegasus.

Adrianey Arana

Photo: Foto de Caroline Hernandez en Unsplash

The Duck Effect

Este curso de tutorías meet, zoom o whatsapp me ha brindado la oportunidad de descubrir a las familias de los alumnos. Paradójico, pero cierto. No las he visto físicamente como otros años, pero sí realmente.

Me explico. He visto a madres interrumpir la vorágine de su empresa para una tutoría virtual ella, él y el profe (servidor) cada uno en una ciudad distinta.

Padres embarcados y en la mar que se han quedado sin su merecido reposo a bordo para preguntarle por videollamada al maestro que cómo va su criatura. Uno dando un biberón on line mientras el cónyuge intenta callar a otro porque están hablando con el profe del niño.

Ha habido padres de la clase en otros continentes que han calculado la hora adecuada para hacer un face-time con el profe y saludar.
Y hay mamás que desde el coche o en el parking te han hecho un gesto que lo dice todo sobre “¡cómo te dejo hoy al niño!” Tejiendo punto a punto cada día.

Descubres que son las familias quienes educan a sus hijos y que por eso quieren estar en contacto con los profesores que les ayudan en esa tarea. No les da lo mismo lo que pase o lo que no pasa, porque normalmente no pasa nada.

Pero no pasa nada porque esos progenitores A y B están pedaleando todos los días. No hay imagen más pacífica que la de los patos deslizándose con calma en un estanque, pero eso lo logran porque sus patas se mueven sin parar debajo del agua. En inglés se dice “paddling”, que lo refleja mejor. Eso es lo que hacen los padres. Los padres de las familias normales. Y es lo que se denomina “the duck effect”, el efecto pato. Es que no me sale en español.

 “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”, dice Tolstoi. Y los padres normales son los felices, aunque no lo sepan. Y hacen felices a todos.

Adrianey Arana