Abuelos «presentes»

ANTONIO BARRO.- Jubilados, con la hipoteca pagada y los hijos “colocados”, pueden hacer lo que les dé la gana y aún así resulta que están siempre disponibles, ¡gratis!

No los verás deslizar el pulgar por la pantalla del móvil mientras les contamos nuestro último juego. Si les preguntamos, no dejarán de darnos detalle. Su asombro está en “simbiosis”, siempre, con el nuestro.

¡Con ellos el plan es para todos! Ponen por delante nuestras personitas, antes que el horario, el orden, la eficiencia… Quieren con-vivir con nosotros.

Su economía es la del dispendio y no yerran, porque celebran nuestra existencia y nos acogen como el don que somos.

Agrandan nuestro corazón regalándonos su libertad, su atención, su presencia y su cuidado. Los abuelos, cuando están con nosotros, son un regalo: se hacen “presentes”.

Foto Unsplash @vidarnm

Campeones

“Todavía no me considero un campeón, pero estoy construyendo mi camino”, confesó Alcaraz mirando a los hijos de Djokovic, “una gran familia”. 

Las palabras de éste fueron realmente una conversación con su hijo Stefan: “Hay cosas más bonitas, el tenis no lo es todo. Pero si decides seguir adelante estará ahí contigo”. 

También Federer reconocía que jugaba por sus hijos. La noche anterior a una final se pusieron malos dos de sus cuatro niños. No se los dejó a su mujer: los llevaron a su cama y medio contagiado ganó el torneo. 

Los grandes no son líderes solitarios, son los que mueven al resto, sobre todo a su familia. Ganan en la pista y fuera de ella. Luchan cada día y por los suyos. Campeones.

Lamine Yamal

Me encuentro a un “Lamine Yamal” por la calle que me saluda efusivamente. Es un alumno también futbolista y de la ESO. Transmite euforia y empoderamiento celebrando las vacaciones con la camiseta de su equipo, sus amigos interraciales, flequillos y rapados laterales.

Si un adolescente normal y corriente como Lamine es capaz de poner en pie a todo un país, piensas si no estigmatizamos a los «adolescentes». Una palabra que ya suena mal: preocupantes, fracasados, solitarios, empantallados, irrespetuosos. 

Pero son los que van a levantar y ya están animando este país. Suelen ser mentalmente independientes desde los doce años. Y son capaces de soñar, decidir y afrontar cualquier escenario, aunque legalmente no puedan o no les dejemos.

¿No habrá que cambiar el foco al mirarles? Como hace un año alguien en Lisboa: “Vosotros sois la esperanza que ilumina la noche”.

«Los que se quedan»

Un profesor se ve obligado a pasar las navidades en su prestigioso internado con un alumno maleducado. El profesor es culto, pero acomodado a su función y sabiduría. El alumno molesta en la casa de unos padres ricachos y divorciados.

Las heridas afectivas de ambos salen a la luz durante esos días y provocan un cambio. Llegan a compartir y ser cómplices de sus debilidades, lo que les hace humanos. La comprensión surge sola y les conduce a acciones generosas y hasta heroicas, en una vida sin épica.

Un profesor normal que se juega su trabajo por un alumno mal criado. Y un chico inteligente y herido que sale adelante. Una película que demuestra que el aprendizaje y la tutoría siempre son personales y mutuos.

Acompañamiento matrimonial y familiar

«Hubo 10 años en los que no podía soportar a mi marido”, confiesa Michelle Obama. Entrevistada en la BBC se asombra del «trabajo que conlleva un matrimonio, incluso cuando estás locamente enamorado«. «Pero yo acepto 10 años malos, en los que la gente se rinde, dentro de los 30 en total».

«Cuando te acabas de casar dices: «Hola, ¿dónde vas? ¿De viaje? ¡Pásatelo muy bien, amor!», pero cuando tienes niños pequeños es más bien: «¿Dónde dices que vas?» Y empiezas a medir cosas como «¿Cuántos pañales has cambiado tú?», «Oh, ¿has ido al golf? ¿Has tenido tiempo de ir a jugar a golf?» o «¿Por qué estás todo el día en el gimnasio?»» «Durante diez años en los que intentábamos levantar nuestras carreras y a la vez criar a dos niñas yo estaba: «¡Esto no es justo!»”

Reconoce que una terapia de pareja les ayudó a conservar el matrimonio. Terapias para las que se necesitan mediadores cualificados y orientados de forma adecuada. Un mediador no es un árbitro de acuerdos de matrimonios rotos, sino más bien como un profesor de una pareja de baile o coreógrafo de una actuación familiar. 

Como reconocen los Obama, no basta con ser inteligente y capaz. Hoy las parejas pasan por «dificultades no fáciles», je. En un reciente Workshop internacional sobre el tema se concluía que “la familia hoy está principalmente ligada solo al tema afectivo, mientras que la familia es algo más que una afectividad: es también un proyecto.”

Antes de ir al médico, hace falta prevención, formación y orientación. Lo que llamamos “family support” o “family enrichment”, como la desarrollada por la prestigiosa firma IFFD con el método del caso u otros productos de efectivos resultados.

Pero cuando aparecen los problemas no hay que dejarse engañar pensando que “una ruptura matrimonial no es igual a una ruptura familiar”. Algún “mediador-árbitro” de mi ciudad lo ve así. Y sí, está claro que cuando una mujer habla de su “ex” nunca se está refiriendo a su hijo. Pero su hijo ha quedado touché sí o sí.

El figura de mediador es la de acompañamiento. Alguien que visualiza los diferentes sketches de la pareja y con profesionalidad les explica a «ambos-los-dos» que hay que trabajar el amor. Alguien preparado no solo con las «100 horas» requeridas para la titulación del Ministerio o con un despachito de psicólogo de entresuelo. 

La especialidad se puede lograr con experiencia en el sector pero sobre todo con formación y másteres o grados. Preparación que aporte una visión constructiva de la vida matrimonial, donde cuenta hasta el humor, “un arma de construcción masiva” como dice Mota hablando de la familia.

Foto de Jakob Owens en Unsplash