REFLECTIONS ON EDUCATION IN SPAIN

Our Western pre-university educational system has been in a crisis for over a century. In a great part of Europe it has lived constantly on the throes of death for the last 40 years, that is, since we have become conscious of the critical state of education. The attempts to overcome this situation by means of reforms have done nothing but make clear how terminal this situation is. The history of the 20th century is full of praiseworthy though isolated initiatives, of admirable drives to teach people to read and write, of plans and schemes cut down by political changes and fights between parties, of efforts to bring basic education within reach of all and even to make continuance through secondary education compulsory, and to improve the quality of the system. However, such initiatives are not ideas. The desperate lack of joint ideas that could bring about real solutions within the overall compared western system of education is clearly perceived.

When there is a crisis, nerves become taut. It is education policies that most differ in the policies of parties that scarcely differ on other matters. Crisis is an accepted fact, but everyone opposes everyone else without giving any good reason for doing so, for prejudices, when basically they all agree on nearly every thing else. Socialists and liberals, right or left wring, democrats and republicans, labor or the Christian democratic parties are all equally lacking in ideas. Education is the priority for the generality of the institutions of today’s modern society. Before, it occupied a major part of political programs, but little by little the lack of ideas has been reducing these programs and burning the straw that was their stuffing. There remain only the drastic statements of change on one side or the other because, «what I say is true, as you will now see», as Cervantes has D. Quixote said.

Disquiet and discouragement in this sector are important. The state administration and the non-governmental initiatives work in parallel; some lost and the others unprotected. Patches and poultices are no longer any use. The principals of educational centers, labor unions, employers, parents and pupils live in perpetual concern in the face of so much inefficient «improvement on the reform of the proposal to abrogate the criteria of change…» The need of peace for schools should be one of Europe’s most cherished possessions. History gives us examples of educational impositions caused by political changes that contributed to create a breeding ground for wars. Such was the case of Alsace-Lorraine at the beginning of the last century. A famous French president confessed that one suffers when ideologists and demagogues infiltrate themselves into ground that should be sacred to every Frenchman: the education of their children.In this respect, I would like to recall the European Parliament’s Resolution on freedom of education in the European Community (14 March 1984) that states: «The right to freedom of education implies the obligation for member States to render possible, financially as well, the practical exercise of this right and to grant (private) schools the public subsidies necessary for the exercise of their task and for the fulfillment of their obligations under conditions equal to those enjoyed by the corresponding public schools, without any discrimination against the organizers, parents, pupils and staff. Notwithstanding this, however, freely established schools shall be required to make a certain contribution of their own as a token of their own responsibility and as a means of supporting their independent status».

As we can see, freedom and money go together, but peace must come first. Peace will only be possible if we look and listen to one another. Peace at school must come first. Pushkin stated that «the most solid and efficient changes are those that are brought about by improvement of customs and without violent upheavals». Peace in education is needed to improve in quality and to increase in quantity and coverage.

La «verdad» sobre el caso Asunta

 


La "verdad" sobre el caso Asunta

La verdad sobre el caso Asunta es que los niños molestan. La desgraciada actualidad de este asesinato ha descubierto que existen personas para quienes los niños son sólo un juego. No es tema que haya aflorado ahora, pero sí con nuevos datos y matices que refuerzan la advertencia de que «con niños no se juega». Ya teníamos pederastia y prostitución infantil, además de venta de niños y comercio de embriones de diversas tarifas.

Pues resulta que al parecer esta niña adoptada empezaba a hacer difícil el estilo de vida de los padres. Fue un juguete, un peluche que, ahora tenía vida propia. En este caso recurrieron a sedarla con Orfidal para que no importunara demasiado. Lo triste es que la adminnistración de sedantes y relajantes de modo abusivo a los niños se está generalizando de un modo solapado y justificado. Ya se descubrió en Galicia alguna guardería que insuflaba Valium en los biberones.

Y es que los niños molestan. La niña de 8 o 12 años ya no es el muñequito Tamogochi de los primeros tiempos, la linda carita a la que se pasea con vestiditos de la bloggera de moda. No. Hablan, conversan, actúan y reclaman atenciones, además de desarrollar las funciones animales básicas de cualquier perrito de chica de Central Park.

Claro. Esto es inaguantable. Por lo tanto, devuelvo a mi niño. Y así está pasando: las autoridades se muestran sorprendidas por la gran cantidad de niños adoptados «devueltos» por sus padres adoptivos. Sólo en A Coruña se ha triplicado este año el número de niños abandonados en las casas de acogida de la ciudad. Niños usados, niños de segunda o tercera mano.

Luego nos encontramos el extremo contrario: parejas que han deseado y programado un hijo y lo explotan educativamente para crear de un héroe de serie de televisión: algunos van por la séptima temporada y no son capaces de aceptar que el niño no es ni va a ser un personaje, sino que es y será simplemente una persona, un hijo. Y no saben que eso será posible si en lugar de tener al chico ocupado con un nube de profesores y asesores y cuidadores, si en lugar de eso, juega y riñe y están juntos.

Y en el medio se encuentran el resto de los padres. Padres que han engendrado a sus hijos, incluso biológicamente, que los han parido o adoptado, que los han metido en la habitación a llorar. Padres que se encuentran con ese ser extraño en sus vidas, pero adorable, que grita y desobedece, y que necesita mirar constantemente el rostro de su madre y las carantoñas de su padre. Pero niño, al que hay que educar, con el que no basta jugar a vestirlo. Niños a los que hay que prohibir que hagan mal sus deberes del cole. A los que luego hay que enseñar a hacer bien sus tareas. Y a los que luego hay que exigir que las realicen bien.

No nos engañemos, esta es la verdad de amar a un hijo: estar con él, amamantar su corazón y su cabecita, decirle que «no» muchas veces, exigirle, enseñarle, tratarle «como si fuera una persona». Tratarle. Cometer errores con él, pero cada vez «mejores errores». Y pensar que padres o no padres, todos debemos respetar a los niños como lo más sagrado que hay en este mundo después de la «vida inteligente». Porque con los niños no se juega.

La «verdad» sobre el caso Asunta

La verdad sobre el caso Asunta es que los niños molestan. La desgraciada actualidad de este asesinato ha descubierto que existen personas para quienes los niños son sólo un juego. No es tema que haya aflorado ahora, pero sí con nuevos datos y matices que refuerzan la advertencia de que «con niños no se juega». Ya teníamos pederastia y prostitución infantil, además de venta de niños y comercio de embriones de diversas tarifas.

Pues resulta que al parecer esta niña adoptada empezaba a hacer difícil el estilo de vida de los padres. Fue un juguete, un peluche que, ahora tenía vida propia. En este caso recurrieron a sedarla con Orfidal para que no importunara demasiado. Lo triste es que la adminnistración de sedantes y relajantes de modo abusivo a los niños se está generalizando de un modo solapado y justificado. Ya se descubrió en Galicia alguna guardería que insuflaba Valium en los biberones.

Y es que los niños molestan. La niña de 8 o 12 años ya no es el muñequito Tamogochi de los primeros tiempos, la linda carita a la que se pasea con vestiditos de la bloggera de moda. No. Hablan, conversan, actúan y reclaman atenciones, además de desarrollar las funciones animales básicas de cualquier perrito de chica de Central Park.

Claro. Esto es inaguantable. Por lo tanto, devuelvo a mi niño. Y así está pasando: las autoridades se muestran sorprendidas por la gran cantidad de niños adoptados «devueltos» por sus padres adoptivos. Sólo en A Coruña se ha triplicado este año el número de niños abandonados en las casas de acogida de la ciudad. Niños usados, niños de segunda o tercera mano.

Luego nos encontramos el extremo contrario: parejas que han deseado y programado un hijo y lo explotan educativamente para crear de un héroe de serie de televisión: algunos van por la séptima temporada y no son capaces de aceptar que el niño no es ni va a ser un personaje, sino que es y será simplemente una persona, un hijo. Y no saben que eso será posible si en lugar de tener al chico ocupado con un nube de profesores y asesores y cuidadores, si en lugar de eso, juega y riñe y están juntos.

Y en el medio se encuentran el resto de los padres. Padres que han engendrado a sus hijos, incluso biológicamente, que los han parido o adoptado, que los han metido en la habitación a llorar. Padres que se encuentran con ese ser extraño en sus vidas, pero adorable, que grita y desobedece, y que necesita mirar constantemente el rostro de su madre y las carantoñas de su padre. Pero niño, al que hay que educar, con el que no basta jugar a vestirlo. Niños a los que hay que prohibir que hagan mal sus deberes del cole. A los que luego hay que enseñar a hacer bien sus tareas. Y a los que luego hay que exigir que las realicen bien.

No nos engañemos, esta es la verdad de amar a un hijo: estar con él, amamantar su corazón y su cabecita, decirle que «no» muchas veces, exigirle, enseñarle, tratarle «como si fuera una persona». Tratarle. Cometer errores con él, pero cada vez «mejores errores». Y pensar que padres o no padres, todos debemos respetar a los niños como lo más sagrado que hay en este mundo después de la «vida inteligente». Porque con los niños no se juega.

Gallego, catalán, vasco e inglés



Gallego, catalán, vasco e inglés

En 8 de los 20 mejores colegios para aprender inglés en España también se estudia gallego, catalán y vasco, según un estudio publicado por EF Education First. El estudio mide el Índice de “Internacionalidad e Inglés” a nivel de 4º ESO. Los resultados desmontan el prejuicio de que los colegios plurilingües de las comunidades autónomas están lastrados en el aprendizaje del inglés por culpa de la lengua del lugar.

El aprendizaje de idiomas facilita el aprendizaje de idiomas cuando se hace bien. Está comprobado que un segundo o tercer idioma no es un peso, sino más bien una palanca de estimulación para la mente de los alumnos. No es el vasco o el gallego lo que impide que en un colegio no se aprenda inglés, sino la actitud ante otro idioma, la organización del centro, el proyecto lingüístico del mismo y, por supuesto, el profesorado. Pero es muy importante “la actitud” ante otra lengua, la que sea, entre los padres de los alumnos y el entorno escolar. Está bien resaltar la importancia, utilidad o necesidad de una frente a otra, pero no el desprecio ante otro idioma. Es más, aprender gallego estimula a aprender. Todas las lenguas tienen procesos comunes que se registran en el cerebro de los niños y que al final son válidas para otras distintas.

Si un alumno aprende con perfección la lengua gallega, se sabe expresar correctamente en ella, lee escritores y poesía gallega, mejorará en la lengua inglesa si hace lo mismo y el centro y la familia ponen los medios y métodos adecuados. Pero si el alumno (o su familia) se cierran al gallego, hablará mal ese idioma, perderá el tiempo y tendrá menos recursos mentales para mejorar el inglés.

Está claro que para aprender inglés lo mejor es un colegio inglés, pero eso sólo existe en Inglaterra y pocos sitios más. La realidad es que uno vive donde lo toca vivir, y en ese lugar es donde debe buscar centros que enseñen bien el inglés, aunque o porque también enseñan bien el vasco, gallego, flamenco, hebreo o nepalí.

Y es que fue un joven nepalí empleado en la compañía de telefonía AT&T en Nueva York el que me descubrió que lo importante es aprender. Todo el inglés que él sabía cuando le contrataron fue el que aprendió en una escuela de las montañas del Nepal.