Botellín y botellón

«Soy vegano, pero no practicante» dice un conocido mientras se toma un chuletón. Pero lo es y muy creyente.

También los adolescentes «sostenibles», seguidores de Greta Thunberg y que reciclan botellines en el instituto son los que dejan toneladas de plástico en el botellón cada fin de semana. No son muy practicantes. Son defensores del medio ambiente, pero no lo defienden.

Y esta es la paradoja de algunas convicciones y aprendizajes: son humo, redes sociales, selfies, instantáneas efímeras.

Parece que donde haya un chuletón y un botellón no hay nada que hacer. Pues si hacemos la enseñanza más «real» y nuestra vida menos digital, quizá descubramos que la virtud es la realidad. Y lo demás es postureo.

Adrianey Arana

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De color son ellos

“No somos de color, somos negros. De color son ellos, que cambian más de color que el sol”. Ana Peleteiro habla con naturalidad, humor, sin sentido de lo correcto o no, con acento gallego fresco y sin pensar. Espontánea. Española, africana, gallega, de Guadalajara. Da lo mismo. Libre como una leona. Es la respuesta a los que exclaman ¡¿española?! cuando una persona no blanca gana una medalla para España. La respuesta a esos que solo cuentan las medallas de los blancos.

“Yo soy creyente, aunque no sea muy practicante de ir a misa todos los domingos. Pero yo soy creyente y me hizo muchísima ilusión estar en el Vaticano. De hecho, yo quería ir a la misa santa del Papa. Y me enfadé muchísimo porque el Papa la oficia los miércoles. Yo estaba toda contenta por estar el domingo en Roma e ir a la misa del Papa. ¡Y el Vaticano el domingo cierra, no está ni abierto! Dije: «No me lo puedo creer». Y justo el miércoles era el día que me iba a la costa Amalfitana y no pude ir a la misa del Papa. Una pena. Me haría ilusión porque este Papa me gusta mucho. Pero, bueno, para la próxima” (La Voz de Galicia, 23 May 2020).

Su referente, igual que el de Adriana Cerezo, es Rafa Nadal. Y ya se ve que este Papa también le encanta. Y su abuela gallega de la aldea, que era una crack. Y el libro que leyó de Marian Rojas. Creo que Tokyo-21 es lo mejor que nos está pasando desde el Covid-19.

Adrianey Arana

Médicos con fronteras

Si operan a un familiar y esperas horas a que salgan las cirujanas. Si acompañas el postoperatorio con sus dudas y percances. Si observas las miradas y los gestos precisos de las enfermeras. Si atiendes y absorbes la información prudente que dan los médicos cuando pasan. Si, ademas, ves que a su alrededor el covid mantiene su amenaza… 

Pues si ves todo esto, es que estás delante de los médicos normales y corrientes que no salen en las noticias. No son ni pretenden ser estrellas de cine o de series de televisión. Cumplen su labor diaria dentro de nuestras fronteras. Trabajan con una presión extraordinaria que para ellos es asombrosamente rutinaria. Precisión, concentración, profesionalidad y discreción. Todo trabajo bien hecho es un servicio a las personas, pero en los médicos se multiplica.

Aunque en los momentos duros aplaudamos a los sanitarios, cada día se merecen muchos “gracias”, que casi nadie se los da al terminar una cirugía. Por su profesionalidad y ciencia en sí misma. Si además alguna de esas doctoras o investigadoras saca unos minutos para ver y alentar a un paciente amigo. Y le sonríe. Y pone un rostro humano a una bata blanca o a un mono verde, si todo eso pasa, porque pasa, es para pensar que “la sonrisa en el rostro lleva la alegría al alma” y al cuerpo. Y el trabajo.

Gracias, Materno Teresa Herrera: !CHUAC, chuac! 

Adrianey Arana

Un mundo fascinante

¿Quién diría hace un año que ya en ese 2020 se habría descubierto la vacuna del covid? ¡Y que la mitad del país estaría vacunada! Veíamos un panorama negro y desolador de investigaciones tipo Pasteur, madame Curie, etc. De hecho no existe todavía vacuna para el virus VIH del sida ni para la hepatitis C.

“El récord en desarrollar una vacuna completamente novedosa es de al menos cuatro años”, explicaba entonces la Asociación Española de Vacunología. “¿Cuánto tiempo lleva fabricar una vacuna?” titulaba el NYT en abril 2020. 

Sin embargo, el ritmo de la ciencia y la investigación ha resultado asombroso. Y no solo eso, sino que  incluso la gestión y logística mundiales han sido de ficción. Los gobiernos y las instituciones, aunque los critiquemos, son más eficaces hoy que hace escasamente 20 años. 

De estar confinados a recibir un mensaje a tu nombre en el móvil para ponerte la vacuna hay un largo camino de trabajo que se ha hecho corto. Vivimos en un mundo fascinante mejor que nunca y no nos damos cuenta. No es correcto criticar al político de turno de todos y cada uno de los países, quejarse constantemente o protestar porque me toca esta dosis y no la otra. O repetir que solo el 50% del país esté vacunado.

Según el nuevo chiste, el optimista dice “el vaso está medio lleno”. El pesimista “el vaso está medio vacío”. Y el millennial: “¡el vaso me está ofendiendo!”. Y además no agradece que en vez de agua le estén «tirando» una caña de cerveza, que haya para todos y que se sirva gratis. ¡Salud!

Adrianey Arana

Educar solidarios, no Solidarios

 


Educar solidarios, no Solidarios

Una mujer falleció ayer en el escaparate de una tienda de regalos donde dormía en A Coruña. Se lo encontraron los vecinos del céntrica calle Riego de Agua, el propietario de la tienda, los turistas del crucero Oceana, la policía. No sabemos su nombre ni su procedencia. El indigente que dormía a su lado tampoco sabe quién era, ni el resto de los sin-techo de la zona «bien» de la ciudad.

Ayer me decía un colaborador de Cáritas en Vigo que el año pasado fallecieron en Vigo “unas” 20 personas de los que viven por la calle.

Las dos ciudades más grandes de Galicia están llenas de niños abandonados, de casas cuna, de refugios para mujeres. Además hay jóvenes acogidos en casas hogar en Bañobre, en Las Jubias y en Meicende.

Niños que no terminan la ESO y no saben qué hacer. Parados que piden en los semáforos y cerramos la ventanilla o que suplican una moneda de rodillas en los Cantones y en la Plaza de Lugo, violinistas sin comida que tocan en Juana de Vega.

Todas estas personas necesitan de nuestra ayuda real y diaria, de nuestra solidaridad. Hace falta que eduquemos a los alumnos de nuestras escuelas públicas y privadas en la solidaridad real. No en cómo hacerse un viajecito a África y posar en Facebook con unos negritos. Cosa que aplaudo, pero la educación para la solidaridad no debe centrarse en “ayudar al mundo”, lo que se acaba identificando con irse de ONG a la India.

Como decía Dostoievski, “amo a la humanidad, pero, para sorpresa mía, cuanto más quiero a la humanidad en general, menos cariño me inspiran las personas en particular”. La primera solidaridad que hay que educar con la experiencia de ayuda real es la practicada con los vecinos necesitados, con los del semáforo, con los ancianos que viven solos en el barrio, y con los presos y encarcelados de nuestras prisiones, a los que nadie visita ni hace caso.

He tenido oportunidad de visitar algunas cárceles no sólo en este país para atender a gente, y sólo años más tarde me di cuenta de que al lado del colegio donde trabajo se encuentra el centro de reforma de menores Concepción Arenal, sobrepasado además de internos y de labor. Y como también decía el mismo autor “el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”.

No es extraño que hace unos días el Prelado del Opus Dei animará en una carta personal desde la web de la institución a educar la “reacción” de los jóvenes al descubrir a mendigos en las ciudades de todo el mundo, y a llevar compañía “a quienes se hallan encarcelados sin que nadie se preocupe de ellos”. Es más, los jóvenes debe ser educados actualmente sabiendo que “cualquier tarea profesional ofrece de un modo más o menos directo la ocasión de ayudar a las personas necesitadas” (Álvaro del Portillo).

Educar para ser solidarios, no Solidarios. Y esto se hace cada semana con acciones reales con gente real y cercana que está “en o al lado” de nuestras escuelas.