La vuelta al cole

ERNESTO LÓPEZ-BARAJAS.-   Hablaba con un amigo después de las fiestas patronales de mi ciudad de la vuelta a lo ordinario, al trabajo normal. De cómo cuesta. Del esfuerzo que hay que hacer. Veíamos que depende de cómo te lo tomes, de tu carácter, del sentido con el que lo haces, de procurar ser “buena gente” y de tener sentido del humor. Como algunos currantes, trabajadores buenos. De esos que te ponen la gasolina con una sonrisa, mientras te cuentan un chiste o gastan una broma. Te ríes y afrontas el viaje de otra manera.

 Como dice un poeta: “Una sonrisa es la mejor mecedora para el ánimo ajeno y la alegría su más cálida chimenea, y se pueden ofrecer al prójimo en todas las circunstancias”. También lo confirman las neurociencias: una carcajada de corazón aporta a nuestro cuerpo y a nuestra psique muchos más beneficios que muchas medicinas.

Se trata de intentar ser “buena gente” como dicen los del sur. Y eso se puede entrenar: día tras día, buscando con cuidado lo bello y el bien que pasa a nuestro lado, predisponiendo la mirada hacia la parte positiva de los demás, aprendiendo a dejar pasar la molestia de los pequeños y grandes contratiempos sin permitir que nos arruinen la jornada, viendo con sentido del humor la fragilidad y extrañeza de lo humano.

Foto de Andrea Piacquadio – pexels

Llaves especiales

MANUEL RODRÍGUEZ «RODRI».- Le llamó la atención un letrerillo del pequeño escaparate: Llaves especiales. Era raro que hubiera llaves en aquel local y menos que fueran especiales. Intentó atisbar el interior pero el gastado cristal se lo impidió. La curiosidad le pudo y entró.

Un dependiente de pelo canoso y mandilón azul lo recibió tras un raído mostrador de madera y cristal. Con su cara colorada, el hombre podría ser un herrero fundiendo llaves en su fragua. Pero no, allí no había ninguna fragua ni se veían llaves.

Preguntó: “Ahí fuera he visto un letrero que dice llaves especiales, supongo que será un error”.

“No, no es un error” -respondió el hombre- “¿Para qué quería las llaves?”

Seguía sin entender pero decidió seguir el juego y le respondió con un vago “pues las quería para varias cosas, pero, exactamente, ¿qué llaves especiales tienen?”.

“Pues verá –dijo señalando debajo del cristal del mostrador- esta abre la sonrisa; esta abre varias puertas que llevan al miedo; esta permite pasear por las palabras del amor; aquella…..

Salió de aquella escondida librería de segunda mano con cinco libros bajo el brazo. O quizá fueran cinco llaves especiales.

Foto de Susan Holt Simpson en Unsplash

El robo del siglo

“En caso de emergencia siga las indicaciones del equipo a bordo del tren. Irán identificados con chalecos de alta visibilidad”. Por ahora no he tenido ningún incidente, accidente o secuestro ni he visto a nadie en los vagones con cara de terrorista. Pero debemos estar alerta.

Además de por la seguridad física, debería existir personal que mantuviera el optimismo por el buen humor en la vida diaria. No con chaleco porque no propongo contratar un payaso para la oficina o un chistoso superpositivo para la reunión familiar o el trayecto en bus. Digo que perder el humor es una cosa grave. Y que asegurarlo en cualquier posible escenario es algo serio.

Propongo una ley que obligue al «mantenimiento de la esperanza» en los proyectos y una «cuota de optimismo» en la jornada laboral. A nivel escolar crearía una asignatura de «buen humor», que conciencie del derecho que todos tenemos a la alegría y nos eduque para ver el lado positivo de las cosas, aunque no pertenezcamos a un sector socioeconómico favorecido. Que te quiten puntos del carné de conducir si te cabreas con otro conductor, por ejemplo.

Si algo importante te pueden robar es la buena cara y la alegría. Lo demás no importa. Por eso a veces intento practicar y me obligo a contar chistes y tonterías, que es con lo que más conectan los niños, los españoles y los políticos de este país. A costa, me consta, de parecer desinformado, superficial o poco realista, el robo del siglo es el que nos despoja del buen humor.

Y es que como decía el otro: “oye, que hay mucho loco suelto por la calle”. A lo que el amigo respondía: “a mí me da igual… porque soy invisible”. O como el pasajero del vuelo que me precedía en el embarque. Le dicen al pobre que lo lamentan, pero que tienen que bajar su maleta a la bodega. Y, en vez de protestar, sonríe: “hombre, si tienen bodega, ¡bájenme a mí también!”

La vacuna del humor

   Estos días los alumnos pequeños querían contar chistes. No sé por qué necesitan el humor, el relato del humor. Son cortos, sintéticos, como sus descripción de la profesión de sus padres (“mi madre trabaja en una banco… “-¿Y qué hace? -“Se queda con el dinero de la gente”. Je, es verdad).

 

-¿Qué le dice una pared a otra pared?

-Nos vemos en la esquina.

 

Un niño le dice a su padre:

– Papá, cuando sea mayor quiero ser como tú.

– ¿Por qué, hijo mío?

– ¡Para tener un hijo como yo!

 

– Me voy dos semanas de viaje.

– ¡Ah, qué bien! Pues no te olvides de escribir.

– Espero que no, con lo que me costó aprender…

 

– A ver, ahora que estamos en otoño, ¿qué dice el libro que pasa?

– Nada.

– ¿Cómo que nada?

– No, porque se le caen las hojas.

 

– ¡Qué guapa estás hoy! ¿Te has pintado los ojos?

– No, ya los tenía.

 

O sea, que como decimos los docentes: estamos “trabajando” el chiste. Gran vacuna.

De la ilusión también se vive

"Yo vi a un Rey Mago en mi habitación, creo que era Gaspar", me contó un niño real tras una noche de reyes. "Oí algo. Abrí un poquito los ojos para que no me viese… Se agachó. Llevaba capa y turbante. Abrió mi armario y se fue. Lo vi. En serio". 

 

Los niños viven de la ilusión, no de las cosas. Prefieren la emoción, la chispa y el ingenio a cualquier regalo. Los nervios ante un plan, viaje o acontecimiento lo demuestran. Hoy antes de fin de año ya hay niños tristes porque "Santa" (así de guay) ya les ha traído unos regalos… y se acabó, y no les gustaron. 

 

Los niños, los de verdad, los que creen en los Reyes, prefieren la ficción a la realidad. Eligen  muñecos y marionetas en vez de películas. Adoran escuchar un cuento o vivir una fantasía. Prefieren soñar despiertos a tener un móvil para no dormir.

 

Aunque más todavía que un peluche, lo que les seduce es tener un hermanito. "He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser", "nos dice" Roy Batty. Yo he visto "resetearse" una familia entera con el nacimiento de un nuevo hijo. Desbloquearse. Cambiar todos. Nace una ilusión. 

 

Si queréis ver brillar los ojos de un niño en la oscuridad, poned un Niño Jesús en casa (for example), o acudid a una cabalgata de los Reyes Magos. Descubriréis el mundo real de los niños. Y está al alcance de cualquier fortuna o saldo bancario. ¡Aún queda hasta el día 6!