La esperanza nace

La feria medieval alegra las fiestas del verano. La Edad media vuelve. Su vida, juegos, costumbres y batallas fascinan. Autores de novelas y productores de ficción descubrieron el filón hace tiempo:  El Señor de los Anillos, Juego de Tronos… sus miles de secuelas, sagas y entretenimientos del mercado editorial y online. Stars War estira como puede sus historias de espadas, princesas y caballeros.
Está cambiando la percepción de la Edad Media y de otras ‘civilizaciones’ en el “imaginario colectivo”. Ya no fueron momentos oscuros y tenebrosos. Muchos hablan de una época alegre, luminosa y no triste u opresiva. Una Edad “media”, o sea en el medio o centro de otras. Ni un imperio ni un Estado, ni unas normas que ahogan, ni lo políticamente correcto que hoy asfixia.
Sigrid Undset, escritora noruega Premio Nobel, amaba la edad media nórdica y europea. “Allí se encuentra la inmutable naturaleza humana al desnudo, puesto que las convenciones sociales son tan primitivas que los individuos pueden desarrollarse libremente, sin restricciones, mientras que en otros momentos históricos están constreñidos por el espíritu de la época que impregna toda la sociedad”.
He leido toda su obra. Los paseos por la feria medieval de Coruña me coinciden con la lectura de La saga de Vigdis, recién publicada. Sencillez, profundidad, libertad y poco Estado oprimente. Más primitivismo y más naturalidad hasta en las luchas y en la familia.
Amazon Prime estrena en septiembre Los Anillos del Poder, situada en la Segunda Edad de esa Tierra Media de Tolkien y su comarca feliz y feroz, con hobbits y elfos más humanos que nosotros mismos. La ilusión actual por esas historias y esos mundos anima el espíritu ya que, como pensaba Legolas, “muchas veces la esperanza nace cuando todo está abandonado”.
Adrianey Arana

Perseverance

Mi padre nos obligó a ver la tele a las 2 de la madrugada para asistir a la llegada del hombre a la Luna. Yo tenía 7 años. Nos dijo que aquello era historia. Y lo fue.

Anteayer el ambiente del colegio era parecido con la llegada del rover Perseverance a Marte. Los niños tenían la sensación de algo importante. Se mostraban interesados  descubriendo el sentido de sus estudios: el Solar System, el inglés, la programación y la robótica, las matemáticas, el esfuerzo, el trabajo en equipo y la perseverancia. 

Son los valores que la NASA transmite con los nombres de sus robots elegidos siempre por niños en un concurso de redacción. El anterior fue igual: el Curiosity. El dron alojado ahora en su interior y que sobrevolará la superficie por primera vez se llama Ingenuity. Valores o virtudes o como le llames.

Allysa Carson, la que desde niña se está preparando para ir a Marte en 2031 afirma que “si la opción es no regresar a la Tierra y colonizar el planeta, estaría dispuesta». Dejaría atrás a su padre, Bert, el hombre que ha impulsado su sueño. «Él sabe que todo esto es más grande que nosotros dos».

Seguro que Allysa lo logra. Estudia ya en la Universidad Internacional del Espacio que dirige Aldrin, uno de aquellos primeros hombres que pisó la Luna en el 69.

Ojalá surjan más jóvenes con ese coraje. Sin embargo, lo que se necesita para eso, no son grandes proyectos promotores del talento ni más Allysas que descubran nuevos mundos, sino más padres como Bert. Padres que den alas a la libertad de sus hijos y la respeten porque antes han sabido animarles a que tengan sueños, no solo buen comportamiento y buenas notas.