Las 10 reglas de la persuasión

¿Puedes convencer? ¿Se puede cambiar de opinión? ¿Puedes votar a otro partido o sumar un colega a tu proyecto? ¿Es posible reconocer una equivocación?

Usa “las 10 reglas de la persuasión”:

1. piensa que el otro no es un enemigo

2. demuestra con gesto generoso que tampoco tú lo eres

3. escúchale con toda tu cabeza, tu corazón, tus ojos y tu cuerpo

4. sé simpático o, al menos, empático

5. obvia su principal defecto personal

6. ve dispuesto a ser tú convencido y a cambiar

7. forja tus palabras, elige cada una y úsalas limpiamente

8. no abrumes, contagia

9. no uses el cariño o la amenaza como arma

10. espera varios años

Y 2 advertencias: es posible que alguna tarde tiempo en surtir efecto. Y la segunda que, salvo que alguien demuestre lo contrario, estas reglas podrían estar equivocadas.

Trabajo en equipo

¿Un equipo directivo debe parecerse o ser diverso? ¿Debe un líder elegir a candidatos con los que trabaje a gusto o con los que trabaje eficazmente?

Me dice una directiva educativa que le han prohibido elegir para su equipo a personas con cuatro sesgos similares a ella. Se trataba que de fueran totalmente distintas, hasta opuestas.

Los expertos en recursos humanos saben que los sesgos en la selección hay que identificarlos y superarlos. Pero ¿cómo? Siempre me ha asombrado el trabajo en equipo, algo propio del mundo profesional, deportivo, familiar e incluso lúdico. 

Me parece que el equipo está para lograr algo pero conviviendo al mismo tiempo. Ni lo uno ni lo otro exclusivamente. Por eso, el mejor para unir a tu proyecto no es el que se lleve mejor contigo sino el que tiene lo que a ti te falta.

Hubo un jugador en la NBA que nadie quería al finalizar su contrato con el equipo. Kobe Bryant, líder de los Lakers le dijo entonces a Phil Jackson que lo quería. Algo vio en él que les faltaba. Se pelearon en los primeros entrenamientos. Eran distintos. 

El nuevo falló en algunos partidos clave llegando incluso el entrenador a pedir al resto que no le pasaran el balón. Pero en el momento decisivo del último partido contra los Celtics este jugador fue el que dio la victoria a los Lakers. Kobe vio que estaba enchufado por lo que le cedió el balón y encestó el triple final.

Era Ron Artest y había recibido cuatro años antes la mayor sanción de la NBA por su comportamiento. Pau Gasol también jugaba en los Lakers, otra leyenda que trabajaba en equipo.

Por eso creo que lo más difícil es que reme incluso el que no quiere ni estar en la trainera, el raro, el distinto, el enfermo, el adolescente de la familia, el alumno disruptivo o el jugador de gran ego. Lograr que el no sabe ni quiera, quiera. Hacer que el alma quiera.

 

Espadas como labios

Le corrijo al alumno que suelta un taco y me reenvía la noticia de que La Coruña-Arteixo es una de las tres ciudades donde se dicen más palabrotas: 16 diarias.

Hablamos, pero le explico que hablar no es gratis, al menos bien. Cada palabra tiene su efecto y hay que elegirla para que sea agradable, convincente o provocadora y seductora. El arte de la conversación requiere training. Las palabras son balas que disparan nuestros labios.

Las groserías delatan deficiencia para expresar emociones. Reducen la vida a expresiones con la «j» o la «h», de irreverente origen y único recurso de traductores ante el insistente «fuc…» inglés.

En trifulcas parlamentarias salen como «dardos» que traicionan, advertía  Lázaro Carreter. El ministro que propone prohibir la prostitución llama «p… amo» a su jefe. Y a la presidenta le salen los eufemismos de su boca de fresa con la «fruta» por despecho. 

El «uso de la palabra» podría convertir el fango del que salen sapos y culebras en un país de genios y princesas. «El cambio social comienza con el cambio en el lenguaje», opina Lakoff, el del libro No pienses en un elefante.

Y por ese título no pongo más ejemplos. Así que bajemos el tacómetro para que la Von-der-Leyen, que no es un taco, no nos ponga más multas ni peajes. Y elige tus palabras pues por la boca muere el pez.

Foto: Unsplash. Título: cita de Vicente Aleixandre

Acompañamiento matrimonial y familiar

«Hubo 10 años en los que no podía soportar a mi marido”, confiesa Michelle Obama. Entrevistada en la BBC se asombra del «trabajo que conlleva un matrimonio, incluso cuando estás locamente enamorado«. «Pero yo acepto 10 años malos, en los que la gente se rinde, dentro de los 30 en total».

«Cuando te acabas de casar dices: «Hola, ¿dónde vas? ¿De viaje? ¡Pásatelo muy bien, amor!», pero cuando tienes niños pequeños es más bien: «¿Dónde dices que vas?» Y empiezas a medir cosas como «¿Cuántos pañales has cambiado tú?», «Oh, ¿has ido al golf? ¿Has tenido tiempo de ir a jugar a golf?» o «¿Por qué estás todo el día en el gimnasio?»» «Durante diez años en los que intentábamos levantar nuestras carreras y a la vez criar a dos niñas yo estaba: «¡Esto no es justo!»”

Reconoce que una terapia de pareja les ayudó a conservar el matrimonio. Terapias para las que se necesitan mediadores cualificados y orientados de forma adecuada. Un mediador no es un árbitro de acuerdos de matrimonios rotos, sino más bien como un profesor de una pareja de baile o coreógrafo de una actuación familiar. 

Como reconocen los Obama, no basta con ser inteligente y capaz. Hoy las parejas pasan por «dificultades no fáciles», je. En un reciente Workshop internacional sobre el tema se concluía que “la familia hoy está principalmente ligada solo al tema afectivo, mientras que la familia es algo más que una afectividad: es también un proyecto.”

Antes de ir al médico, hace falta prevención, formación y orientación. Lo que llamamos “family support” o “family enrichment”, como la desarrollada por la prestigiosa firma IFFD con el método del caso u otros productos de efectivos resultados.

Pero cuando aparecen los problemas no hay que dejarse engañar pensando que “una ruptura matrimonial no es igual a una ruptura familiar”. Algún “mediador-árbitro” de mi ciudad lo ve así. Y sí, está claro que cuando una mujer habla de su “ex” nunca se está refiriendo a su hijo. Pero su hijo ha quedado touché sí o sí.

El figura de mediador es la de acompañamiento. Alguien que visualiza los diferentes sketches de la pareja y con profesionalidad les explica a «ambos-los-dos» que hay que trabajar el amor. Alguien preparado no solo con las «100 horas» requeridas para la titulación del Ministerio o con un despachito de psicólogo de entresuelo. 

La especialidad se puede lograr con experiencia en el sector pero sobre todo con formación y másteres o grados. Preparación que aporte una visión constructiva de la vida matrimonial, donde cuenta hasta el humor, “un arma de construcción masiva” como dice Mota hablando de la familia.

Foto de Jakob Owens en Unsplash