Gracias, alumnos

“Buenos días. Se me hace raro levantarme un jueves y saber que hasta dentro de dos meses no volveré a pisar el centro.

Le escribía para desearle un feliz verano y darle las gracias por el maravilloso curso que me ha hecho pasar, aunque también ha habido momentos difíciles en los que me ha hecho sufrir, pero al final con un poco de esfuerzo todo se puede. 

A lo mejor le veo en la recogida de notas y, si no, pues ya queda dicho. Espero verle el año que viene con las pilas cargadas para seguir haciéndonos sufrir en sus clases de X de la ESO. Un saludo.”

Este correo lo he recibido hoy. No sé por qué solo se habla de los adolescentes y sus problemáticas, de los malos resultados, del suicidio y del fracaso escolar.

Si un profesor real pudiera escribir lo que aprendemos de ellos, de su ingenio y frescura, de sus retos logrados, de sus ganas de vivir y de cómo te la contagian… todo el mundo querría ser profesor.

Y eso solo está reservado para quienes deseen disfrutar de emociones Red Bull, de un modo de vida intergeneracional sin gafas virtuales, de estar en un aula horas y horas y horas (lo demás es teorizar) y disfrutar de unas vacaciones de días y días y meses. Gracias, alumnos, por este curso.

Adrianey Arana   ·    Foto de leah hetteberg en Unsplash

Las madres siempre tienen razón

Un niño tiene que ser feliz. Tener que aprender es secundario. Pero si es feliz aprenderá más. 

Quién sabe si el niño está contento es la madre. Y si es así, ella estará contenta. Y si  una madre está contenta, el niño aprende.

La conexión de una madre con su hijo es tan grande que su cerebro es distinto. “El vínculo de apego afectivo y emocional forma parte del proceso biológico natural. Con el embarazo el cerebro de la mujer cambia, estructural y funcionalmente, al responder a las consignas básicas que recibe del feto. Este vínculo se refuerza con el parto y la lactancia porque se potencian los circuitos neuronales más fuertes de la naturaleza al compás de la oxitocina” (Dra. L. Moratalla).

Cuando hace años alguna madre me decía en tutoría que su hijo era muy listo a pesar de tener constantes suspensos, pensaba que le cegaba su amor de madre. Los resultados a lo largo de la vida les han dado la razón, de una u otra manera.

Ahora ya cuando alguna madre me contesta “pues yo estoy contenta” ante mi duda de si estamos avanzando con su hijo, pienso que con eso está dicho todo. Porque además el amor de una madre no ciega, sino que hacer ver. El amor da luces, ilumina al maestro.

Las madres, como decía César en Los idus de Marzo (de Thorton Wilder) son ‘una de las 6 columnas que sostienen Roma’. Hay que escucharlas, si quieres ayudarles a educar a sus hijos. 

Se equivocan a veces si te proponen determinadas acciones de aprendizaje, porque no es esa su profesión. Eso le toca al profesor. Si se meten a dar instrucciones al maestro o a organizar el colegio pueden y suelen equivocarse. Y pueden equivocarse en la forma de educar a su hijo. Pero en lo que no se equivocan nunca es en quién es su hijo, y en eso hay que escucharlas. En eso las madres siempre tienen razón.