O sea que

“Nunca te fíes de las novias” me dijo un alumno de 9 años esta semana. Habíamos hablado de Sansón, para ellos un superhéroe que rechazó a un grupo armado de 30 especialistas, peleó con leones, rompió puertas de castillos y luchó contra mil soldados. Era un “juez” judío en la época en la que los jueces no sólo eran sabios sino también valientes, je.

Pero Sansón se enamoró perdidamente de Dalila, una chica de los enemigos. Estos la presionaron para que le revelara el secreto de su fuerza. Y Dalila jugueteó hasta conseguirlo. Cortarle el pelo. No es que fuera la mala y villana, pero traicionó.

“O sea que…” y el alumno sacó la conclusión de las novias. Le repliqué que no es el mensaje, pero no me creyó. El mensaje es que bla, bla, bla…

Lo digo porque los niños sacan sus conclusiones. Querámoslo o no. Son seres libres y racionales. Y porque una misión del educador no sólo es comprobar qué saben o qué son capaces de hacer, sino qué piensan. No vaya a ser. A veces pasan por las aulas sin que lo sepamos realmente. Y, como dijo el otro,  “that is the question”.

Adrianey Arana

Muñecas

Katherine Mansfield, lesbiana, hoy LGTB, violonchelista, escritora neozelandesa fallecida con 35 años. Maestra de la narrativa corta, irónica, delicada, sensible, de vida azarosa. 

Hablaba de la felicidad y se reía de lo políticamente correcto. En 1922, haría ahora 100 años,  escribía ironizando de los matrimonios modernos, siendo ella modernista. Superficiales. Personas que se posicionaban “en contra” de cosas por estar a la moda, ser progresistas o educativamente correctos con sus hijos.

Madres y padres que prohibían y desechaban determinados juguetes “porque eran demasiado sentimentales y muy perjudiciales para la formación de los pequeños”. Llegaron a prohibir los muñecos de animales o las locomotoras de los chicos. 

No sé si legislar sobre los juguetes puede hacer un mundo mejor. Pero Katherine pensaba que lo mejor para una niña o un niño no era prohibirles determinados juguetes, sino regalarles los fáciles, los que les gustan, los que «se compran en cinco minutos» y los hacen felices. Y una niña con una muñeca es feliz. 

Adrianey Arana

Foto de Katie Emslie en Unsplash

Love Talks

«Pillé» el Covid, pero por ahora no el Pegasus, creo. Es que me he pegado un susto al ver dos cargos en mi exigua cuenta corriente con el concepto «Love Talks Sex Madrid…» ¿Lo habrá visto alguien del banco además de la «inteligencia artificial»? ¡Eso no es mío!

Pero al rato recuerdo haberme inscrito en un congreso digital educativo sobre sexualidad y afectividad: buff, era eso y espero que nadie se escandalice. Y me apunté porque el título «Hablemos del amor, una conversación mundial» me pareció el enfoque adecuado. “Transmitir a millares de familias un mensaje científico, positivo y práctico para afrontar los temas relativos a la sexualidad y la afectividad humana. De la buena comprensión de estas dos dimensiones depende la calidad del amor y por tanto de la felicidad”.

Cuando tantos congresos o webinars de estos temas nos  llegan al email de los educadores los pasas directamente a «eliminar» porque carecen de enfoque humano o porque son ideológicos o porque son un rollo, sencillamente. O porque un padre o madre de una niña o niño no se apuntarían.

Pero en este, si pinchas o «clickeas», ves que 40 expertos como Meg Meeker, Owens, Marian Rojas, Ceriotti, Chiclana, ginecólogos, psiquiatras, influencers, terapeutas y autores norteamericanos líderes en emociones o temas de pareja y vida íntima, dirán lo que piensan. No es propaganda, es que me ha gustado: una conversación mundial sobre el amor el 4 y 5 de junio. Está bien.

Sesiones como “Entre Netflix, Instagram y TikTok: ¿Cómo liderar los diálogos sobre sexualidad con (pre) adolescentes?”, “Relaciones románticas jóvenes. Reparar heridas emocionales”, “Las fases del enamoramiento y cómo acertar en la pareja”, “Infidelidad: cómo afrontarla y el papel del perdón”, “Algunas cosas simples que marcan una gran diferencia en tu vida íntima”, «Cómo salir de la adicción a la pornografía”, “Tanto te exhibes, tanto vales: El negocio de la hipersexualización en las redes”, “Quererse cuando llegan los hijos”, “Claves de salud relacional afectiva en la pareja”, “Educación sexual en casa: clave para prevenir el abuso sexual”… o «la figura paterna en la serie Cobra Kai«.

Hay otros títulos que asustan más. Pero es que de eso se trata. De que si no quieres llevarte sustos como el mío en el extracto bancario, pero con tus hijos cuando crezcan, es mejor hablar ahora y echar un ojo ya a esos «love talks» piensen lo que piensen los del Pegasus.

Adrianey Arana

Photo: Foto de Caroline Hernandez en Unsplash

2 rosas y 1 día del libro

“Una segunda flecha, disparada desde algún lugar más lejano, centelleó, describiendo un amplio arco, y un segundo jinete mordió el polvo”. Esta frase de “La Flecha Negra” de Robert L. Stevenson invita a leer más a un chico de primaria que a una chica. Este tipo de frases, historias, o cuentos no abundan en los libros de texto escolares, ni en los Proyectos Lectores de los centros. Ante el dato de que el 80% de «las» jóvenes estudiantes leen en su tiempo libre y los chicos no, algo hay que hacer con ellos. Lo digo porque el Día del Libro es un día para comprar un libro físico.

La mayoría de las unidades didácticas de los libros o programaciones se inician con una historia «motivadora» y tal, que yo me suelo saltar en clase porque aburre a las ovejas y que, por mucho énfasis dramático que le eche el profesor, no da para nada, ni en tiempo ni en conclusiones, “O sea –dicen los niños– que hay que ser buenos”. Eso es todo y nunca sugiere ni sirve de anzuelo para el trabajo posterior del alumno. Suelen ser insulsos, «educativos».

Cuando leemos algunas “historias introductorias” de unidades observas que los alumnos varones de 7 a 12 años suelen motivarse con un guión o vocabulario en el que predomine la acción, el humor, el riesgo físico, la adrenalina, la intriga, la defensa o el ataque, la actividad, la misión, el movimiento, la excitación, la guerra, la lucha, el entusiasmo, la aventura. Y todo esto sin necesidad de violencia. He comprobado que si un tema comienza con una página titulada “La Flecha Negra”, es más leído y seguido por los varones que otra cuyo título sea “La hormiga negra” (no digamos ya “la hormiguita…”).

Lo mismo sucede con el Proyecto Lector. No todos los alumnos de 6º de Primaria deben leer lo mismo. Es necesario atender a la diversidad. Algunos pueden interesarse por álbumes ilustrados, otros por poesía, pero la mayoría por narrativa. Y así como en las chicas la narrativa será más de vida diaria, relatos, amor y fantasía; en los chicos anima más narrativa de aventura, ciencia-ficción, intriga o misterio. La novela cuya acción se desarrolla en una escuela atrae a todos (tipo Harry Potter).

Esto no supone que las “autoras” ahuyenten a los alumnos varones. Un hombre o una mujer pueden escribir de distintas maneras, pero hacerlo para chicos tienen sus trucos: así funciona Joanne K. Rowling con “Harry Potter”, o Thea Beckmann con “Cruzada en jeans”, pero no Louisa May Alcott con “Mujercitas”. Aunque es cierto que muchos clásicos escritos por varones seducen más a los chicos.

El 74% de los docentes de Primaria en España son mujeres, lo que ha creado indirectamente un matiz excesivamente femenino en los libros de texto escolares. No seducen las mismas cosas a un hombre que a una mujer… o a estudiar cuando tienes 12 años. No es cuestión de machismos o feminismos: es simplemente el modo de presentar lo mismo para lograr mayor igualdad.

El título completo de la obra de Stevenson es “La Flecha Negra: un cuento de dos rosas”. ¿Qué chico leería un cuento sobre «dos rosas»? Pero si enfatizas esto, lo leerán también las niñas. Porque al final la buena literatura no tiene géneros. Pero a los jóvenes hay que ganárselos de distintas maneras para la lectura. ¡Feliz Día del Libro!

Adrianey Arana

 

Humor u/o amor

Oigo desde mi despacho al profe de al lado con los pequeños:

– Vamos a hacer familias de palabras…

– …¿a hacer una familia? -se sorprende un espontáneo.

– Sí, pero de palabras. Por ejemplo, a ver… una palabra bonita…

– (silencio). (Yo sigo tecleando mecánicamente pero con una sonrisa iniciada).

– “Amor,” por ejemplo. A ver, ¡palabras con “amor”! -insiste mi colega.

– ¡Amortizo! -suelta uno ingenuamente.

– ¡Amortiguador! -otro más serio que intenta superarse.

En el recreo le di ánimos, pero nos reímos. El que quiera divertirse que se haga profesor.

“Hemos hecho del mal humor una profesión. Si te ríes, parece que no trabajas” -lanzaba al auditorio coruñés de Palexco el gurú Emilio Duró en Mentesexpertas hace unos días.

Y al final, tampoco hay tantas palabras con amor salvo… varios niños de la clase que se apellidaban o llamaban así, je.

Adrianey Arana

Foto: Unsplash