ES INJUSTO

“Es mi fiesta de cumpleaños y me mandáis a la cama. Es injusto”. Sentí por primera vez la injusticia ese día. Al llegar al "uso de razón". Todo el mundo en casa de juerga y yo a las 9 a la cama.

Los adultos nos reímos cuando los niños recurren al "es injusto" para todo. Lo escuché de nuevo a los hijos de un amigo el otro día. Él ordenaba: “Vámonos 'pa' casa, que los mayores ahora tenemos que descansar, que llevamos todo el día trabajando”. “Los que llevamos todo el día trabajando somos nosotros”, protestaron los niños de 7 y 8 años.

El mundo está hecho para los mayores. Y es injusto. Es cierto lo que dicen los niños. Todo es para mayores. No se puede comer con niños en un restaurante, molestan en el hotel. Prohibido jugar a la pelota en la urbanización. No hay lugares apropiados en sitios públicos. Todo está adaptado para mayores y discapacitados, no para niños, que son el futuro.

Mayores, personas con movilidad reducida y, ahora, mascotas. No encontraremos pañales en el "super" pero sí grandes zonas para las mascotas. Si no hacemos algo más por los niños, que en teoría son el futuro, el planeta Tierra quedará dominado por los robots y las mascotas. Será divertido. ¿Quién ganará? Seguro que quedará un niño escondido en alguna galaxia. 

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Defending Boyhood

Anthony Esolen, profesor del Providence College, había apuntado hace años Ten Ways to Destroy the Imagination of Your Child, a saber:

  • educar de espaldas a la realidad (la realidad física, del mundo, pero también de lo que somos)
  • la educación institucionalizada y siempre en el aula (frente a la de casa y al aire libre, donde hay que caerse, ejercitarse y tener, a veces, algo de miedo)
  • la sobreprotección y la vigilancia continua que dejan a los niños en una burbuja
  • la igualdad impuesta, que olvida la desigualdad de la excelencia o el heroísmo cortándonos a todos por el mismo patrón y siempre a la baja
  • la educación sexual basada en el narcisismo y el sexo sin amor
  • la sustitución de los cuentos tradicionales por historias prefabricadas llenas de clichés políticamente correctos
  • eliminar toda diferencia entre hombres y mujeres
  • los ruidos continuos, las distracciones y el entretenimiento sin fin
  • y, por supuesto, escamotear a los niños la trascendencia

Pues bien, ahora los analiza con más detenimiento en su nuevo libro Defending Boyhood. Y es que ciertos modos y modas educativas están perjudicando especialmente a los chicos varones, siempre-siempre 'castigados' en los colegios.

Fuente: Aceprensa       Foto: freeimages.com 

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Felicidades

“¡Eso es un invento del Corte Inglés!” decía mi padre cuando se acercaba el día del padre. En cambio, el día de la madre no decía nada. Al revés, se le iba la pinza con regalos desmedidos y curiososos, que compraba con ilusión y hasta con pasión.

 

Recuerdo un mediodía, mi padre y yo con 12 años, asomados a la ventana con los codos apoyados en el alféizar. Una mujer dobló una esquina y apareció por la calle. A mi padre le brillaron los ojos. Andaba rápida y serena. Venía a casa de trabajar. “Mírala -me dijo mi padre-, ¿qué te parece?… No os dáis cuenta de la madre que tenéis”.

 

El día de la madre. Los días en que mi padre nos hacía mirar a mi madre. Sin palabras casi. Yo ya no puedo hacerle un 'regalito' de aquellos, pero sí volver a mirarla. A ella y a todas las madres que andan rápido, rápido… pero serenas. Felicidades.

 

Foto: Rupert Ganzer – Flickr

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Estaría dispuesta

«Si la opción es no regresar a la Tierra y colonizar el planeta, estaría dispuesta», afirma. Dejaría atrás a su padre, Bert, el hombre que ha impulsado su sueño. «Él sabe que todo esto es más grande que nosotros dos». Esto dice Allysa Carson, la niña que se está preparando para ir a Marte en 2031.

Seguro que Allysa lo logra. Estudia para ingresar en la Universidad Internacional del Espacio que dirige B. Aldrin, uno de los dos primeros hombres que pisó la Luna. Está poniendo trabajo y corazón.

 

Ojalá surjan más jóvenes con ese coraje. Sin embargo, lo que se necesita para eso, no son grandes proyectos promotores del talento ni más Allysas que descubran nuevos mundos, sino más padres como Bert. Padres que den alas a la libertad de sus hijos y la respeten porque antes han sabido animarles a que tengan sueños, no solo buen comportamiento y buenas notas.

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Siri, a cenar

     “Pues no sé qué pasa que no responde”. A veces no entiendo si hablan de Siri, del robot de Amazon o del motor del coche. “¡No oye!”… Algo así como que no me sincroniza el móvil. “¿No será culpa de mi marido que lo desprograma cada vez que llega?”’

 

     Con la inteligencia artificial a lo mejor logran nacer niños a los que les digas: ‘Niño, a la cama’. Y va, y se va. ‘Niño, recoge tus juguetes’. Y los recoge y se va a la base a recargar. La primera niña que obedezca así la llamaré Siri: ‘Siri, cariño…’. Serán niños robots que no se peleen porque les has metido la instrucción de “preferencia de otro robot siempre” y ya está.

 

    “No sé qué hago mal. No estaré actualizada en educación. ¿Puedo resetear al niño?” Pues no sé… Por ahora los niños no tienen inteligencia artificial. Además no se mueven por razones, ni por mandatos, ni porque lo diga su padre programador.  A veces simplemente no oyen, no les funciona el audio. Otras están cansados, y no les funciona una rosca. Y otras porque no se sabe… porque son libres. Son hijos, no esclavos ni robots.

 

     Obedecen porque juegan a obedecer, porque quieren a su madre, porque ven firmeza, y no ven segundas oportunidades. Porque saben que ‘no vale mandar por mandar’. Porque saben, como dice algún político, "que 'no' significa 'no', Señorías” . Y si aún así no funcionan, pues miras para otro lado, te enfadas y te desenfadas, etc., etc., O sea, el lío de ser humanos y tener que educar, y no programar.

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