El susto

El niño de 5º Primaria de un colegio público de A Costa da Morte estaba mudo. Su madre muy entera con alguna herida. Acababan de salir por las ventanillas. El coche boca abajo, con trozos desperdigados por la autovía y todos los cristales rotos. El techo hundido. Despojos del maletero por el asfalto. Humo y silencio.

Paramos los que íbamos detrás. Intentamos ayudarles, avisar. Ambulancia, Guardia Civil, bomberos. La madre lo llevaba a un cumpleaños. Él iba con muletas porque hace unos días se lesionó jugando al fútbol. Estaba muy asustado. Pude ver el miedo en su cara. Y quise quitárselo.

Mientras le atendían hablamos del cole, del fútbol, de los deberes, de la nueva profe que es muy buena. De su mundo normal y de su vida. La chica de la ambulancia le sonreía. Intentamos quitarle el shock, el susto, el miedo… Pero no es difícil olvidar esa cara en un niño. Le pregunté: «¿Estás asustado, verdad?»  Asintió. «No te preocupes, soy maestro». Y sonrió.

Están bien. Les he llamado.

Adrianey Arana

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Botellín y botellón

«Soy vegano, pero no practicante» dice un conocido mientras se toma un chuletón. Pero lo es y muy creyente.

También los adolescentes «sostenibles», seguidores de Greta Thunberg y que reciclan botellines en el instituto son los que dejan toneladas de plástico en el botellón cada fin de semana. No son muy practicantes. Son defensores del medio ambiente, pero no lo defienden.

Y esta es la paradoja de algunas convicciones y aprendizajes: son humo, redes sociales, selfies, instantáneas efímeras.

Parece que donde haya un chuletón y un botellón no hay nada que hacer. Pues si hacemos la enseñanza más «real» y nuestra vida menos digital, quizá descubramos que la virtud es la realidad. Y lo demás es postureo.

Adrianey Arana

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Dime, espejito mágico…

«Espejito mágico, dime ¿quién es la más guapa de las dos?» Es la pregunta que todo claustro de profesores deberá hacerse ante la posibilidad de cargarse a un alumno en junio y que repita curso o no. En el fondo, será un espejo de ellos mismos. Más que de el alumno.

El profesorado español está dividido ante la nueva ley que permite pasar curso y no repetir con suspensos. Algunos lo ven como peligroso: «el mensaje es que da lo mismo lo que hagas». Otros y casi todos lo ven como una oportunidad de mejorar la calidad de la evaluación del claustro: «Creo que si la evaluación es de todo el equipo docente puede ser mucho más enriquecedora», comenta una profesora en El País.

Repetir curso a veces beneficia al alumno y la mayoría de las veces no. Depende de factores «que no dependen» ni del profesorado ni del alumno. Y ahí está la cuestión. La mayoría de las repeticiones se dan en 3º ESO y el éxito de la medida está en que a veces el alumno -casi siempre varón- cambia de centro o la madurez avanza o los amigos se separan de aula.

En general, un alumno que sabe que todo el equipo docente va a evaluarle conjuntamente tenderá a esforzarse porque no encontrará fisuras «en el frente enemigo». Como cuando los padres se ponen de acuerdo en algo o los padres y el tutor fijan obetivos comunes. Porque con la nueva ley el claustro docente puede decidir que el alumno repita independientemente de los suspensos, lo que puede resultar más «peligroso» para el alumno. Es una ley que bien aplicada da más poder al profesorado que trabaje en equipo y ampara su evaluación.

Repetir curso no tiene por qué ser un trauma, pero si 1 de cada 3 estudiantes de 15 años ha repetido curso en este país es que los profes tenemos que hacer algo. Y uno de los pasos es ponernos a trabajar conjuntamente en cada centro. Y con los padres. Y claro, habrá que preguntarse qué hacer con los varones que están tan desamparados y desempoderados.

Adrianey Arana

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