La vuelta al cole

ERNESTO LÓPEZ-BARAJAS.-   Hablaba con un amigo después de las fiestas patronales de mi ciudad de la vuelta a lo ordinario, al trabajo normal. De cómo cuesta. Del esfuerzo que hay que hacer. Veíamos que depende de cómo te lo tomes, de tu carácter, del sentido con el que lo haces, de procurar ser “buena gente” y de tener sentido del humor. Como algunos currantes, trabajadores buenos. De esos que te ponen la gasolina con una sonrisa, mientras te cuentan un chiste o gastan una broma. Te ríes y afrontas el viaje de otra manera.

 Como dice un poeta: “Una sonrisa es la mejor mecedora para el ánimo ajeno y la alegría su más cálida chimenea, y se pueden ofrecer al prójimo en todas las circunstancias”. También lo confirman las neurociencias: una carcajada de corazón aporta a nuestro cuerpo y a nuestra psique muchos más beneficios que muchas medicinas.

Se trata de intentar ser “buena gente” como dicen los del sur. Y eso se puede entrenar: día tras día, buscando con cuidado lo bello y el bien que pasa a nuestro lado, predisponiendo la mirada hacia la parte positiva de los demás, aprendiendo a dejar pasar la molestia de los pequeños y grandes contratiempos sin permitir que nos arruinen la jornada, viendo con sentido del humor la fragilidad y extrañeza de lo humano.

Foto de Andrea Piacquadio – pexels

Begin the Beguine

ADRIANEY ARANA.-  La niña cumplía 1 año y le soplamos “la vela”. Su hermanita algo mayor aplaudía feliz mientras me preguntaba: “¿a que te gustan los cumpleaños de mi hermana?” No sé, quizás la primera vez para un niño es lo mismo que las siguientes. Todo es nuevo y siempre. 

A lo mejor por eso pueden ver veinte veces el mismo video y tan entusiasmados como la primera. Hay algo atemporal en la infancia. Todo lo repiten y todo lo esperan. Son felices «preparándose» para los Reyes, para su cumple, para estrenar pantalón con bolsillos este curso.

La vuelta al cole en septiembre es una gran fiesta, un sueño sin dormir y, por otra parte, una loca jornada de fotos y videos de los papás. 

Últimamente también me sorprende ese día la ”vuelta a casa”: familias agolpadas a las salidas de los centros casi con banderitas y larguísimos abrazos para recibir a los recién graduados del primer día de clase. 

Los informativos abren con imágenes de la jornada y la política queda relegada a su sitio: el segundo plano. Porque en el fondo la vuelta al cole es la vuelta a todo. Una oportunidad para volver a empezar y bailar mejor. Begin the Beguine.

Foto de Maarten van den Heuvel en Unsplash

L’amour

ADRIANEY ARANA.-  Céline Dion cantó despacio, mirando conmovida desde la Torre Eiffel: “…Dios reúne a aquellos que se quieren». Moduló tras una pausa consciente «más alto, más fuerte», lema olímpico propuesto por el cura Henry Didon.

Amigo de Pierre de Coubertin, este sacerdote y director del colegio de Arcueil hizo bordar la frase en los uniformes deportivos de los alumnos, para que compitieran juntos escuelas públicas y privadas y lucharan con respeto.

Hoy el respeto a la diversidad es más complejo pero no puede ensalzarse a uno a costa del otro. Solidaridad no es «reírse del otro» como bufones o mofarse de la vida cristiana, de los moros o de las deformidades propias o ajenas. No es reírse de los paralímpicos, ni de los gays ni de las gordas, sino disfrutar con la voz de Freddy Mercurie o la Caballé.

Se puede. La capitana de la selección francesa femenina de fútbol, Wendie Renard, ha manifestado: «para mí, es importante contar con el testimonio de laicos, como los deportistas, que pueden decir a las generaciones más jóvenes que se puede hacer deporte y ser cristianos».

Se puede. Y ser musulmán, ateo o paralítico. Apelemos al espíritu olímpico y al himno a L’Amour para «que la ceremonia de clausura repare la ofensa», querida o no, con un gesto generoso como fue la antorcha con Nadal o con Coste, medallista de 100 años.

La importancia de la curiosidad

EDUARDO CAAMAÑO.-  Que las pantallas se han hecho con la atención de los niños y adolescentes no me queda la menor duda y, podría llegar a asumir que se trata de un fenómeno que forma parte de nuestra evolución, ya que históricamente, una nueva tecnología siempre reemplaza a la anterior.

Sin embargo, la cuestión que me planteo no es la sustitución de un medio anticuado por uno más moderno, sino los efectos que el uso indiscriminado de las nuevas tecnologías pueda provocar en los más jóvenes. Según estudios recientes, el uso excesivo de las pantallas interfiere en las actividades que son cruciales para un sano crecimiento. Como consecuencia, observamos adolescentes menos reflexivos y cada vez más inmersos en las pantallas. Los jóvenes ignoran que todo ese tiempo conectados hace que se pierda uno de los atributos más importantes para el avance de la humanidad, que es la curiosidad por aprender una cosa nueva.

La curiosidad es una fuerza poderosa que nos lleva a explorar lo desconocido, a formular preguntas y buscar respuestas en lugares donde nadie más ha mirado. Es esta cualidad la que ha dado lugar a algunos de los mayores logros de nuestra historia, desde la electricidad hasta los avances en medicina. Para los jóvenes, cultivar la curiosidad es crucial. En lugar de limitarse a consumir contenido rápido y superficial, deben ser incentivados a profundizar en diversos temas, a leer ampliamente y a investigar por su cuenta. Esto no solo les proporcionará una base sólida de conocimientos, sino que también les permitirá participar activamente en conversaciones significativas y contribuir de manera valiosa a la sociedad.

Foto: Annie Spratt · Unsplash

Campeones

“Todavía no me considero un campeón, pero estoy construyendo mi camino”, confesó Alcaraz mirando a los hijos de Djokovic, “una gran familia”. 

Las palabras de éste fueron realmente una conversación con su hijo Stefan: “Hay cosas más bonitas, el tenis no lo es todo. Pero si decides seguir adelante estará ahí contigo”. 

También Federer reconocía que jugaba por sus hijos. La noche anterior a una final se pusieron malos dos de sus cuatro niños. No se los dejó a su mujer: los llevaron a su cama y medio contagiado ganó el torneo. 

Los grandes no son líderes solitarios, son los que mueven al resto, sobre todo a su familia. Ganan en la pista y fuera de ella. Luchan cada día y por los suyos. Campeones.