ERNESTO LÓPEZ-BARAJAS.- Hablaba con un amigo después de las fiestas patronales de mi ciudad de la vuelta a lo ordinario, al trabajo normal. De cómo cuesta. Del esfuerzo que hay que hacer. Veíamos que depende de cómo te lo tomes, de tu carácter, del sentido con el que lo haces, de procurar ser “buena gente” y de tener sentido del humor. Como algunos currantes, trabajadores buenos. De esos que te ponen la gasolina con una sonrisa, mientras te cuentan un chiste o gastan una broma. Te ríes y afrontas el viaje de otra manera.
Como dice un poeta: “Una sonrisa es la mejor mecedora para el ánimo ajeno y la alegría su más cálida chimenea, y se pueden ofrecer al prójimo en todas las circunstancias”. También lo confirman las neurociencias: una carcajada de corazón aporta a nuestro cuerpo y a nuestra psique muchos más beneficios que muchas medicinas.
Se trata de intentar ser “buena gente” como dicen los del sur. Y eso se puede entrenar: día tras día, buscando con cuidado lo bello y el bien que pasa a nuestro lado, predisponiendo la mirada hacia la parte positiva de los demás, aprendiendo a dejar pasar la molestia de los pequeños y grandes contratiempos sin permitir que nos arruinen la jornada, viendo con sentido del humor la fragilidad y extrañeza de lo humano.
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