«Los que se quedan»

Un profesor se ve obligado a pasar las navidades en su prestigioso internado con un alumno maleducado. El profesor es culto, pero acomodado a su función y sabiduría. El alumno molesta en la casa de unos padres ricachos y divorciados.

Las heridas afectivas de ambos salen a la luz durante esos días y provocan un cambio. Llegan a compartir y ser cómplices de sus debilidades, lo que les hace humanos. La comprensión surge sola y les conduce a acciones generosas y hasta heroicas, en una vida sin épica.

Un profesor normal que se juega su trabajo por un alumno mal criado. Y un chico inteligente y herido que sale adelante. Una película que demuestra que el aprendizaje y la tutoría siempre son personales y mutuos.

Acompañamiento matrimonial y familiar

«Hubo 10 años en los que no podía soportar a mi marido”, confiesa Michelle Obama. Entrevistada en la BBC se asombra del «trabajo que conlleva un matrimonio, incluso cuando estás locamente enamorado«. «Pero yo acepto 10 años malos, en los que la gente se rinde, dentro de los 30 en total».

«Cuando te acabas de casar dices: «Hola, ¿dónde vas? ¿De viaje? ¡Pásatelo muy bien, amor!», pero cuando tienes niños pequeños es más bien: «¿Dónde dices que vas?» Y empiezas a medir cosas como «¿Cuántos pañales has cambiado tú?», «Oh, ¿has ido al golf? ¿Has tenido tiempo de ir a jugar a golf?» o «¿Por qué estás todo el día en el gimnasio?»» «Durante diez años en los que intentábamos levantar nuestras carreras y a la vez criar a dos niñas yo estaba: «¡Esto no es justo!»”

Reconoce que una terapia de pareja les ayudó a conservar el matrimonio. Terapias para las que se necesitan mediadores cualificados y orientados de forma adecuada. Un mediador no es un árbitro de acuerdos de matrimonios rotos, sino más bien como un profesor de una pareja de baile o coreógrafo de una actuación familiar. 

Como reconocen los Obama, no basta con ser inteligente y capaz. Hoy las parejas pasan por «dificultades no fáciles», je. En un reciente Workshop internacional sobre el tema se concluía que “la familia hoy está principalmente ligada solo al tema afectivo, mientras que la familia es algo más que una afectividad: es también un proyecto.”

Antes de ir al médico, hace falta prevención, formación y orientación. Lo que llamamos “family support” o “family enrichment”, como la desarrollada por la prestigiosa firma IFFD con el método del caso u otros productos de efectivos resultados.

Pero cuando aparecen los problemas no hay que dejarse engañar pensando que “una ruptura matrimonial no es igual a una ruptura familiar”. Algún “mediador-árbitro” de mi ciudad lo ve así. Y sí, está claro que cuando una mujer habla de su “ex” nunca se está refiriendo a su hijo. Pero su hijo ha quedado touché sí o sí.

El figura de mediador es la de acompañamiento. Alguien que visualiza los diferentes sketches de la pareja y con profesionalidad les explica a «ambos-los-dos» que hay que trabajar el amor. Alguien preparado no solo con las «100 horas» requeridas para la titulación del Ministerio o con un despachito de psicólogo de entresuelo. 

La especialidad se puede lograr con experiencia en el sector pero sobre todo con formación y másteres o grados. Preparación que aporte una visión constructiva de la vida matrimonial, donde cuenta hasta el humor, “un arma de construcción masiva” como dice Mota hablando de la familia.

Foto de Jakob Owens en Unsplash

La mitad del cielo

“Mi mamá es una doctora que cura las tristezas”, contesta su hijo de segundo de primaria. Mariolina es neuropsiquiatra infantil de la sanidad pública y psicoterapeuta de adultos.

Me sorprendieron sus nuevas ideas en un congreso sobre afectividad y sexualidad. Nunca había oído hablar así y por eso luego la he seguido. Su mejor libro, “Erótica y materna”, fotografía la feminidad. No es normal atreverse a constatar lo que para ella es obvio, cotidiano y retratable.

Me gustó porque aclara que la educación no es cuestión de especialistas sino algo doméstico. Porque se pregunta “¿y si los defectos fuesen parte del amor?” Porque te cuenta que el “el tiempo masculino es el tiempo del reloj”. Y porque es madre.

Y el Día de la Madre es para elogiarlas, no sólo regalarles. “La mujer no es solamente ‘la otra mitad del cielo’ (Mao), sino esa parte del género humano que concede (o no) el acceso a la vida. El hombre toma forma en su cuerpo y en su mente, se nutre de ella; aprende el lenguaje de la relación, primero y fundamental, mediante un intercambio empático con ella”.

Sonreí un día que un niño me intentó explicar que “un padre es como una madre”: me pareció un político correcto. Pero nuestra autora sostiene que “ningún hombre podrá jamás ser madre” aunque sea cálido y acogedor, que solo una mamá puede serlo.

¡Grande Mariolina! que acaba de publicar “La familia imperfecta. Cómo convertir los problemas en retos”.

Y grandes todas las madres en su Día: el único en el que quizá no son invisibles.

Foto de Sergiu Vălenaș en Unsplash

Más guapos

«Viene cabreado». Se lo he oído decir alguna vez a un alumno según me acercaba a la clase por el pasillo. Algo de mi lenguaje corporal lo desvelaba. Era cierto. Y hay que tener cuidado de que no lo paguen ellos por ser el eslabón más débil de la cadena ese día. La mayoría de las injusticias las cometen los enfadados del mundo. O las personas que no han oido un chiste desde el día de su boda, si es que fueron a ella.

Dijo alguien que lo malo de enfadarse es que al final te tienes que desenfadar. Si no, llegamos a la guerra. Empezamos con una ironía y acabamos con escudo antimisiles. Lo de no acostarse nunca sin pedir perdón dicen que tiene efectos somníferos. En el trabajo es cierto que se rinde más de buen humor que enfadado, aunque el perfil de jefe parece exigir cara seria. Seguro que lo practican en las escuelas de negocios.

Hay profesiones en las que hay que estar siempre serio o enfadado: los diputados, las y los modelos (nunca sonríen), los jueces, los guardia-civiles de tráfico y los funcionarios de atención al ciudadano. Algunos dicen que no es obligatorio pero sí recomendable a profesores y padres de adolescentes.

En el extremo opuesto están los gansos que se toman todo a broma y son incapaces de conversar con sensatez. O las personas que le restan importancia a toda enfermedad o desgracia y siempre recomienden que no te alteres ni te pongas histérico.

Quizás el punto intermedio es lo recomendable: la ironía, la ida de olla controlada, el enfado teatrero con los niños, el juego de palabras, la broma y la sorpresa o el portazo ensayado para que no se rompa nada.

O mejor ensayar la sonrisa en el espejo una vez a la semana ayude bastante para vernos capaces de parecer amables. O hacerse un selfie para demostrarnos que el buen humor nos hace más guapiños. Porque lo normal es que de vez en cuando ofendamos a alguien (al menos al volante) y nos tengan que perdonar «como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

Vida de familia

El famoso director de orquesta Barenboim cree que los niños deberían aprender a componer música. No sólo poseer nociones de su historia o tocar un instrumento. Piensa que componer es una manera de comprender que unas cosas dependen de otras y que en la vida unos dependemos de otros. Y que no es sencillo lograr la armonía que tan agradable resulta.

A mi me sorprende la compenetración. Admiro y envidio esa habilidad entre dos cantantes, músicos, deportistas o amigos. Decía alguien que no es natural, que se trabaja y que en el matrimonio se puede adquirir y mejorar. He escuchado a un experto que la vida de familia no es ni un hotel bien gestionado ni un armisticio, sino una armonía en lo diverso.

No hay nada mejor que el nido familiar, pero en él hay que aprender a compartir. Si no se comparten cosas, no hay vida familiar. Si la comunicación sólo es informativa y racional y no es profunda, no existe.

Sacar adelante una familia es muchas veces tener el carácter de un sherpa, esos guías que suben al Everest dos veces por semana a escaladores que logran la fama por coronarlo una vez. Nadie los conoce ni se les reconoce. Pero lo hacen posible.

Foto: Jacqueline du Pré y su marido Daniel Barenboim