Yo soy tu padre

“Yo soy tu padre” es el final y el comienzo de un gran guion. Nunca lo he escuchado en la vida real y menos aún “yo soy tu madre”. Pero será habitual en un futuro próximo en esta galaxia de embriones perdidos.

Lo que sí me han dicho muchos alumnos es: “¿Tú conoces a mi padre?” Les ilusiona que progenitor y profesor se conozcan. Aunque para mí mejor todavía es escuchar: “¿Verdad que tú le diste clase a mi padre?”, que es algo así como convertirte en maestro «yedai».

La conexión alumnos-padres-profesores produce un flujo de empatía, endorfinas y buen rollo que genera aprendizaje. No sé por qué. Siempre he buscado que los alumnos sepan que es así y que sea así. Y por ello pienso que un profesor de primaria no puede escapar de los padres en el supermercado, porque eso es escapar de los hijos. Y las madres y padres tienen que saludar desde el coche a los profes cuando recogen a los niños porque harán mejor al maestro.

Al final el “yo soy tu padre” es la verdad última. Y es mejor que el padre le diga al maestro quién y cómo es su hijo a que el profesor pretenda contárselo. En la adolescencia puede ser interesante lo que el profesor percibe del alumno que en casa apenas habla, pero ahí entra la tutoría con los padres. Y cuando te dice “hola, soy el padre de fulano” y ves que realmente es “fulano” pero más grande, con capa y máscara negra, entonces entiendes todo. Él es su hijo.

Y también por eso siempre me ha parecido que las AMPAS son un elemento clave en este «ciclo del agua» escolar. Sin padres no hay profesores, porque sin hijos no hay profes, y sin padres no hay hijos. Y una asociación de madres y padres conectada a la dirección del centro es como enchufar las luces apagadas de un árbol de navidad.

“No existen familias despreocupadas por la educación de sus hijos e hijas, sino que existen familias que no están ocupadas”. Y es un “deber que forma parte de nuestras responsabilidades como padres”, según la CEAPA, la mayor confederación de AMPAS.

O sea, que en un colegio lo primero es la gallina, después el granjero y luego los huevos.

Adrianey Arana

El país del aborto

Con más de 100 años de aborto, Rusia es el país del mundo más experimentado en el tema, así como en otros… Aprobado en 1920 ha tenido hasta los años 90 más abortos que nacimientos. Pero no están contentos. Es como si renegaran de tener alimentos o vivienda o trabajo. De hecho las cifras han bajado desde entonces a casi la mitad. No ha convencido tras 103 años.

El jefe en reproducción del Ministerio de Salud Ruso hacía balance y quería retirar el aborto del sistema de salud. “El aborto tiene que pasar de moda, y convertirse en algo anticuado. Para una persona educada moderna, el aborto debería ser un fenómeno socialmente negativo”.

La Ministra de Sanidad y demás expertos no saben por donde tirar. Ignoran por qué están disminuyendo los abortos en un país que andaba entre el millón y los dos millones al año. No saben. En 2013 se aprobó una ley para prohibir la publicidad del aborto, porque “es tan fácil como comprar una botella de vodka” decía una rusa entonces. Las mujeres sienten que la vida o la muerte de un embrión las está matando.

Han redoblado el apoyo psicológico para afrontar el trauma del ejercicio de este derecho. Pero es difícil explicar y asumir que lo “concebido” y gestado sea persona humana a los 3 o a los 6 meses según el país “en el que no nazca” el embrión de las rusas.

Se puede gozar de derechos sobre la vida y sobre la muerte. Bien lo saben los rusos, siempre en «guerra y paz» consigo mismos desde hace siglos, ahora con 20000 muertos en Ucrania.

Espero que nosotros no necesitemos siglos de embriones y no celebremos lo que en Rusia celebraron como un triunfo hace 103 años y hoy es un trauma.

Adrianey Arana    Foto unsplash sierrastjohn

Amor de madre

Nunca jamás un niño se niega a preparar el regalo del día de la madre. Ni el del padre, eh, porque para ellos un padre «es como una madre». Pero una madre es… “no tengo palabras” diríamos en un acto oficial de esa jornada. ¿Cómo es una madre?

Que conste que quizás el adolescente de turno no se presente el domingo con un dibujito para su mamá, pero ¡ay de aquel que se meta con su madre! Le puede estampar una silla en la cabeza. Prueben si se atreven.

A mi el amor de una madre me parece ilógico e irracional, capaz incluso de amar a un ser desgraciado o delincuente… no digamos simplemente a un mal alumno. Y es capaz de que este se sienta querido aunque no se deje querer. Es un amor exagerado, o sea, amor sin fin. De hecho, todos entendemos que cuando una mujer habla de su “ex” no se está refiriendo a un hijo. Un hijo nunca es “ex”.

«Dios no podía estar en todas partes y por eso creó a las madres», pensaba el autor del Mowgli perdido del Libro de la Selva. Pero yo creo que Dios tuvo envidia del hombre cuando inventó las madres e hizo todo lo posible para tener una, a la que ya nunca dejó ni ella lo abandonó.

Sin embargo, para mi lo mejor de las madres es que son deliciosamente pesadas. Lo pensamos como un piropo-queja: “¡mamá, por favor!”, que es como «gracias, porque eres la única que no pasas de mi». Lo saben y les encanta. Yo nunca se lo dije, pero ella repetía: “me diréis que soy una pesada, pero…”

Prefiero a esas leonas que defienden con uñas y dientes a sus hijos y nos dan la paliza a los profes que a las serenas y objetivas señoras que nunca se enfadan porque ya «saben el hijo que tienen». El amor no es ciego, sino que lo ve todo. El que ama ve lo que otros ni huelen.

Por todo lo cual… y pensando que con un Mother’s Day no da para mucho, pido a las chicas que trabajan en la ONU que espabilen para se declare el 2027 Año Internacional de la Madre, no de la madre naturaleza sino de la que te trajo al mundo.

Feliz Día de la Madre y próspero #2027InternationalMothersYear

Adrianey Arana   ·   Foto de Some Tale en Unsplash

Más allá de la ruta escolar

No hay una única manera de educar ni de llevar a los niños al colegio. Por eso están surgiendo startups como HopSkipDrive que buscan crear recogidas personalizadas en coches o furgonetas de un modo similar a Uber o Cabify como alternativa a la tradicional, invariable y cara ruta del bus escolar.

La empresa ofrece una app en la que la familia describe sus necesidades (recogida, extraescolares, recorridos diversos) y 4000 CareDrivers conducen a los hijos sin necesidad del bus amarillo. Surgió como una necesidad en la pandemia y ahora está triunfando en muchos estados norteamericanos.

Los conductores son examinados y deben reunir requisitos de al menos cinco años en cuidado de niños o ser maestros, historial inmaculado de conducción, vehículo en perfecto estado, curso de orientación y todo tipo de requisitos para trabajar con menores.

En todo momento se monitoriza la conducción, el comportamiento del conductor y la localización del vehículo en servicio. Si da muchos frenazos o es maleducado en sus reacciones es eliminado (de la empresa). Y sabes por donde va tu niña.

Se ofertan como una alternativa al complicado puzle del transporte escolar y no precisamente para familias con alto nivel económico. Se está solucionando el acceso al colegio de niños con problemas, de complicadas conciliaciones y situaciones familiares, de población dispersa y hasta se ofrecen contratos con escuelas públicas. Son soluciones innovadoras en las que todos ganan. También están Zum o TaxiMom, que operan en muchos distritos escolares americanos que ya empiezan e regularlas.

La innovación en la educación comienza fuera de las aulas. Un país se hace educativo en la calle y en sus servicios, no sólo en las leyes y en los centros. Por eso hay países más escolares que otros. Y toda iniciativa para que las familias lo tengan más fácil y no todas igual, en un único tipo de escuela o incluso de transporte, se agradece.

Adrianey Arana

Fuente: Education Next

Pueden cruzar el mar

Veinticuatro metros de narcosubmarino. Construido en algún lugar del Amazonas. Dos o tres semanas de travesía por el Atlántico hasta la Costa de la Muerte. Descarga de toneladas en lanchas planeadoras a millas de las rías. Profesionales de la logística mundial de la droga. Se sabe porque cada cuatro años se coge algo.

Jóvenes que serían capaces de llevar alimentos a todos los soldados ucranianos sorteando el control de Putin. Podrían distribuir toneladas de medicinas en repúblicas bananeras de África. Lograrían incursionarse en Corea del Norte y desactivar los cohetes-juguete de Kim-Jong. Distribuirían las colecciones de moda por el mundo más rápido que cualquier industria llena de CEOs.

Pueden hacer de todo. El último jefe del hachís de España fue pillado con 70 móviles activos. Es gente seria que trabaja bien. Son profesionales. Tienen medios y no están subvencionados ni reciben ayudas. No hacen publicidad ni alardean en instagram. Trabajan y punto. Y ganan dinero con el sudor de su frente. No se quejan ni hacen huelgas. No van a manifestaciones con megáfonos o selfies.

Deberíamos espabilar para hacer el bien, ganando lo necesario, por supuesto, para ayudar a nuestra familia y al país. Emocionar a los jóvenes con acciones sublimes, para mirar más allá de su ombligo o o de su sexo y motivarles a llevar vidas incluso de película. Debemos educar en competencias, sí. Despertar a nuestros hijos y alumnos mostrándoles que pueden cruzar el mar entero y no sólo pillar olas en Pantín.

Adrianey Arana