Adriana Cerezo, gracias

“Mis padres siempre me dijeron que para seguir haciendo taekwondo tenía que cumplir en los estudios y ha ido muy bien la verdad. Se puede perfectamente compaginarlo. El tiempo que estarías en el sofá viendo la tele, pues estudias. Si es que hay tiempo para todo, al final es organizarse bien”. Adriana Cerezo nos ha dado una lección con la primera medalla olímpica.

Mientras nosotros estábamos pendientes de sus compañeros de 17 años que han tenido un año “superhorrible” de estudios con covid, sin salir ni viajar, con un bachillerato «complicadísimo»… esta chica saca un 13 en selectividad, viaja… a Tokio, sonríe, le agradece a su abuelo y a sus padres lo que la quieren. Y a su entrenador. Y a sus amigas. Y no se queja ni de su derrota en la final por unos segundos. 

La medalla de plata la va a enmarcar para su abuela a cambio de una croquetas y una tortilla de patata. No anuncia que vaya ‘a seguir persiguiendo sus sueños’ o cosas así. Su entrenador le decía antes del combate final que era  importante ganar pero más cómo ganamos. Por eso Adriana manifestaba con alegría que no podía quejarse de la villa olímpica -como lo hicieron otros deportistas- y por eso disfruta y sonríe. Y nos ha dado más que una medalla.

Adrianey Arana

Foto: Unsplash

Un truco frente al covid

 

“He descubierto un truco para los exámenes”, me confesó un alumno de 10 años con toda emoción e ingenuidad. “Ah, ¿sí?” “Sí, es estudiar” “¡Anda! y ¿cómo es eso?” “Pues el día antes lo leo y miro un poco y luego me lo sé”. Para él fue un descubrimiento: estudiar.

A la misma edad mi profesor de educación física nos hacía correr campo a través por los alrededores. Cuando me cansaba, me paraba. Pero venía él por atrás azuzando y nos obligaba a continuar. Un día descubrí un truco: aguantar. Si cuando me cansaba, aguantaba en vez de parar, podía seguir corriendo. Y competí en carreras de fondo sin ser un especialista.

A veces, lo obvio es la clave. Para aprobar, estudiar. Para correr, aguantar. Estamos en una carrera de fondo. Si ahora decimos “estoy cansado” es cierto, pero podemos seguir. Los ingleses fueron bombardeados diariamente durante años en la guerra mundial. Y los sirios llevan 10 años así. He conocido a uno en A Coruña hace poco. El truco es aguantar.  

Vivimos en un momento capaz de eso y más. En la actualidad hay 2917 maratones al año reconocidos por la ONU y 73000 carreras más de media, ultramaratón, 10k, 5k, iron-man y lo que quieras. Algunos pagan hasta 16000 euros por inscribirse en el del Polo Norte donde hay que aguantar unas 4 horas entre 30-40 grados bajo cero. 

Antes no estábamos tan preparados. Hoy vestimos de decathlon y nos parece normal. Aguantar. Aunque no nos lo parezca, nunca hemos estado tan entrenados para aguantar. 

Chicago años 20

 

       Desde el confinamiento, las veces que escribo suele ser sobre cómo trabajar por una Sociedad más resiliente. Resiliencia -esa palabra que nunca sabes cuantas “ies” lleva- cuyo origen es “volver atrás” si bien hoy inunda nuestros textos y mensajes como la capacidad para adaptarse con resultados positivos a situaciones adversas.

      Los que somos afortunados padres de niños en edad escolar, tenemos en nuestras casas el ejemplo más claro de resiliencia. Volviendo atrás, recuerdo con pena el primer día de colegio, empecé con el mas pequeño, lo abandoné como si fuésemos parte del elenco de una serie televisiva ambientada en Chicago: en la puerta, sin bajarme del coche, a la carrera para no coincidir muchos y, asegurándome desde la lejanía que entraba correctamente. Cuando llegó del cole y le pregunte por su primer día su respuesta fue “genial mamá”.

     Desde ese día la misma rutina matutina entre prisas; exhaustivo pase de revista “el Chromebook, la cantimplora, el peto lavado, el forro polar, la mascarilla de repuesto …” asienten con sus ojos, con su cara tapada por sus mascarillas. Nunca se quejan y les confieso que mis hijos manejan el quejido como recurso con gran maestría. De hecho, por la tarde cuando llegan lo utilizan, pero sus quejidos son los mismos de antes de incorporar todo ese atterezzo a sus “personas”, los deberes, el profe me riñó sin razón o fulano me miró mal en el recreo…

     Verán, les confieso que yo me quejo, de lo de antes pero mucho de lo de ahora, la mascarilla, el gel, la distancia, el encierro, las video conferencias … y así cada día y, sino estoy en ello activamente, asisto pasivamente al quejido de los de mi alrededor que son como yo, adultos.

     Yo aquí leyendo a consagrados autores sobre resiliencia y el ejemplo más claro lo tengo en mi casa y es carne de mi carne.

     Mas que nunca, pongamos en valor lo que nuestros hijos pueden enseñarnos, su actitud y su capacidad de adaptarse con resultados positivos a una situación adversa y continuada. La resiliencia, al igual que la inocencia nos viene de serie, aprendamos de ellos y con su ejemplo trabajemos con ellos para que la cultiven y no la pierdan.

     Por ello, después de ese día de tintes chicagüenses, me quedo con cada mañana en la que a través de sus mascarillas me dan un beso antes de subirse al bus y, con sus manos impregnadas en “ese gel” que seguro huele mal, me dicen adiós con ojos sonrientes e ilusionados por el día que les espera mientras el bus arranca …. ¡Y yo corro al coche a sacarme la mascarilla!

María Montalvo

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La vacuna del humor

   Estos días los alumnos pequeños querían contar chistes. No sé por qué necesitan el humor, el relato del humor. Son cortos, sintéticos, como sus descripción de la profesión de sus padres (“mi madre trabaja en una banco… “-¿Y qué hace? -“Se queda con el dinero de la gente”. Je, es verdad).

 

-¿Qué le dice una pared a otra pared?

-Nos vemos en la esquina.

 

Un niño le dice a su padre:

– Papá, cuando sea mayor quiero ser como tú.

– ¿Por qué, hijo mío?

– ¡Para tener un hijo como yo!

 

– Me voy dos semanas de viaje.

– ¡Ah, qué bien! Pues no te olvides de escribir.

– Espero que no, con lo que me costó aprender…

 

– A ver, ahora que estamos en otoño, ¿qué dice el libro que pasa?

– Nada.

– ¿Cómo que nada?

– No, porque se le caen las hojas.

 

– ¡Qué guapa estás hoy! ¿Te has pintado los ojos?

– No, ya los tenía.

 

O sea, que como decimos los docentes: estamos “trabajando” el chiste. Gran vacuna.

Me hago KID

       Me siento #@“niño”. He visto a unos buscar al #ratóncitoPérez en @youtube y veo que no está reñida la tecnología avanzada con la inocencia. Además, así se vive bien. 

       Como fuente de INGRESOS tienes varias: el propio ratoncito por cada diente (puede haber temporadas de 7 u 8), los Reyes, los premios por notas, por el santo, cumple, primera comunión. El dinero de los abuelos, del padrino. Luego también está algo destinado a plazo fijo en “la hucha que no se puede tocar”. 

       (Gastos no es mucho: alimentación, vestido, #wifi#tablet, móvil, PS4, y “caprichos necesarios” están cubiertos por ser niño).

       Trabajo: esto es lo peor. Un par de páginas de colorear y sumar de pequeño, y de dibujar los #planetas de mayor. 

       VACACIONES mogollón: meses y meses, salvo el período escolar seguido, perp también tienes actividades incluidas: fútbol, tenis, natación, etc. 

       PREMIOS!!!; bastantes. Eso es lo mejor. Por portarse un rato bien la mayoría. Luego está por darle un abrazo a papá, por estar callado, por no dar la paliza (esto con un juego del móvil es fácil), por no pegarle a tu hermana y… por estar quieto casi todos. Y si gana el equipo de papá, más.

       Y lo mejor es que puedes jugar todo el rato. En casa, con los abuelos, en mil #campamentos urbanos o de inglés o de surf o de hacer cosas. En el colegio todo es jugar también hasta que pasas los planetas y la tabla de multiplicar. Luego ya hay que estar aburrido mucho. Pero entonces, vuelves a hacerte niño y ya está.

       Unos eligen el género, otros el número, otros la cantidad, yo elijo la edad. La edad de la inocencia (com EDITH).

       Nunca me haré mayor, aunque no sé… los juguetes de papá son más grandes que los míos.