Lo mejor del joven profesorado español es su capacidad de convivir con dos leyes diametralmente opuestas sin inmutarse. Técnicos y profesionales de alto nivel que cuando suena el timbre actúan y les da lo mismo lo que diga la ley.
«Thoug young teachers», pueden aislar en segundos al que sufre una complicada alergia, entregar o no al niño a quien posea su custodia, cumplir un protocolo de salidas-comedor-ruta-refuerzo-tutoría o saltárselo porque sí para que todo funcione. Y mantener la calma y el orden cuando una velutina entra en clase.
Ese es el profesor actual: una persona que hace que todo funcione. Da lo mismo si hay un incendio, un simulacro, un asalto el centro, un libro que no dice nada, una wifi que va o no. Tú le metes a un profesor 25 niños en un aula y funcionan.
Los niños entran y salen con orden, piden su turno, conviven, van al baño, son escuchados, se entretienen y aprenden. El profesor combina como creativo barman un cóctel de ilusión y ganas, con un poquito de rutinas y unos dedos de improvisación. Lo demás es queja y paja: ley, inspección, burocracia, libros, materiales, programaciones curriculares.
Veo cada año profesores jóvenes capaces de enseñar, ser queridos y respetados, innovar, renovar y conservar maneras de que los niños aprendan más que nunca. Hacen que programar un robot parezca fácil. Hablan en inglés porque hablan inglés. Reciclan y son cívicos. Controlan el uso de los móviles, alejan los acosos, afrontan los problemas familiares y las conductas disruptivas.
Son una mezcla de médicos sin fronteras, miembros de operaciones especiales, traductores de idiomas on-line, madres, entrenadoras, abogados, community managers, jueces estrella y maestros de zen.
Da los mismo si entre los 25 alumnos hay síndromes variados, inmigrantes recién llegados, hiperactivos, altas sensibilidades, alérgicos a casi todo o a algo muy concreto, anoréxicos, adictos a algo, tímidos, nuevos, chulitos o lesionados con muletas que necesitan coger el ascensor del centro a todas horas.
Da lo mismo si al salir de clase los niños o no tan niños fuman, beben, ven YouTube a todas horas o nadie les hace caso o les hacen demasiado caso. Si su familia es rica o pobre o no tiene.
Ayer un pequeño me explicó que traía una goma de borrar que iba a flipar. Es un juguete famoso pero que sirve para borrar. Cree que lo fabrican metiendo esa cosa en una “funcionadora” y luego ya sale sirviendo para algo, por ejemplo, para goma de borrar. La “funcionadora” -según él- convierte todo lo que le metes en algo más, no sólo en un juguete o adorno, sino en algo que sirve para trabajar o “para servir”.
Pues esa es la virtud del actual profesorado español: hacer que, a pesar de los obsesivos titulares -que no noticias- alarmantes sobre la juventud y la educación, de nuevos vagones «silencio» de tren, de vuelos y restaurantes que no admiten niños, a pesar de eso, todos esos niños funcionen desde hace unos días. Estos son los teachers de hoy: los expertos contra el desánimo, los vigilantes de que la esperanza funcione.
Foto de Thoug Young Teachers