Final feliz

Los niños terminaron este curso más felices que nunca. Y no sé si los profesores hemos cumplido nuestro deber de hacerlos crecer porque lo han hecho solos. Además el lobo del cuento se murió y colorín colorado este curso se ha acabado

Pero con unos últimas jornadas más felices que nunca jamás, aunque llueva en Galicia. Porque al final nos vimos las caras. Porque en los últimos meses pudimos comunicarnos sin protocolos ni máscaras ni distancias. Porque volvimos a la normalidad del simple gesto en clase cuando te ven entrar con una sonrisa y tú ves la suya. Porque han estirado los zapatos y el pantalón durante este año que realmente han sido… tres, y la cara como nunca. Son los mismos pero mejor que en 2020 donde nos habíamos quedado en la foto, una mejor versión de sí mismos que enseñan los coach. 

Porque hay menos instrucciones y voces altas o altavoces y hay miradas, cejas y muecas.

Y todo eso o sólo eso es… es una clase.

Adrianey Arana

Funcionan

Algunos no saben si los colegios que separan por sexo son buenos. Pero cuando la tercera parte de los varones de este país ha cargado secundaria y el 20% bachillerato y ves que en esos colegios no, que todos aprueban todo y la selectividad, pues hay que pararse. Ahí lo dejo…

Si lo importante es la igualdad, parece que algunos así lo logran. Si hay que respetar la diversidad, cuanto más diversa mejor y cuanto mejor, más diversa. Si hay que promover la sostenibilidad, parece que con poca ayuda se mantienen y son muy eficaces, casi totalmente.

Pues sí, muchos países están volviendo o respetando los colegios separados en la enseñanza pública. Ahora en España no los entendemos a la primera, porque aquí vemos la escuela como un lugar de convivencia para hijos y familias, más que como un lugar de aprendizaje.

Pero «funcionan». Y las madres y los padres de esos alumnos también están contentos, muy contentos. O más contentos. Ahí están las notas. Y los amigos.

Adrianey Arana

Foto de Charu Chaturvedi en Unsplash

Racismo, armas y violencia sexual

Violencia sexual, desigualdad racial, situación de la mujer, injusticias, escuelas y métodos educativos «innovadores», familia, hijos sin madre. Crudeza vista por una niña de 6 y 7 años que vive en un mundo imperfecto, con una familia monoparental y con profesores novatos pero buenos. Y conflictos por tenencia de armas. De ahí el título de la novela.

Todo esto es ”Matar a un ruiseñor”, la obra de Harper Lee ganadora del Pulitzer en 1960..

Asombrosa novela en la que todo lo que nos parece rabiosamente actual ya lo era en los años 30, o sea, hace un siglo. Y en la que la visión es la de una niña, no la de un “activista”. El enfoque es duro pero tierno, es trágico pero dulce, es agrio pero moral, y es serio pero con humor. ¿Es posible? Sí, porque el enfoque infantil a veces es simple, directo y más profundo.

Sí. Por eso quizá Harper Lee no escribió nada más. Y nada menos. Quizá la deban leer los actuales padres de niños pequeños. Una buena librera me comentaba que había triunfado en un club de lectura con adolescentes. Como dice nuestro  Nadal tras algún partido suyo épico: “unbelievable”. A veces hay obras increíbles.

Adrianey Arana

O sea que

“Nunca te fíes de las novias” me dijo un alumno de 9 años esta semana. Habíamos hablado de Sansón, para ellos un superhéroe que rechazó a un grupo armado de 30 especialistas, peleó con leones, rompió puertas de castillos y luchó contra mil soldados. Era un “juez” judío en la época en la que los jueces no sólo eran sabios sino también valientes, je.

Pero Sansón se enamoró perdidamente de Dalila, una chica de los enemigos. Estos la presionaron para que le revelara el secreto de su fuerza. Y Dalila jugueteó hasta conseguirlo. Cortarle el pelo. No es que fuera la mala y villana, pero traicionó.

“O sea que…” y el alumno sacó la conclusión de las novias. Le repliqué que no es el mensaje, pero no me creyó. El mensaje es que bla, bla, bla…

Lo digo porque los niños sacan sus conclusiones. Querámoslo o no. Son seres libres y racionales. Y porque una misión del educador no sólo es comprobar qué saben o qué son capaces de hacer, sino qué piensan. No vaya a ser. A veces pasan por las aulas sin que lo sepamos realmente. Y, como dijo el otro,  “that is the question”.

Adrianey Arana

Gracias por tu mirada

“Te has cortado el pelo”. Apuesto a que los niños me lo dirán el lunes al verme. Los pequeños miran todavía. Miran y escuchan.

Dicen que tenemos que aprender a escuchar. Quizás antes a mirar. A escuchar con los ojos, con la mirada. Cuando empiezo una clase y me cortan: “¿Qué te pasó en la mano?”, pienso que no es una interrupción. Es que te están escuchando porque te están mirando. Por eso siempre trato de llevar algo en la mano para que me pregunten.

Los mayores tenemos que aprender a mirar, no sólo a ver como webcams que reflejan o recogen durante 24 horas lo que pasa sin inmutarse. Mirar se hace con el alma. 

A Domingo Villar quiero agradecerle sobre todo su mirada. Todos vemos a diario las ciudades caóticas, la niebla, el tráfico y las cuestas. Pero él miraba con dulzura y comprensión, incluso lo trágico. Su mirada de poeta descubrió un paisaje idílico y unas gentes amables y un barco de Moaña como si antes no existiera. Como el que también hay en Mugardos.

No sigo porque como él decía “a cierta edad es mejor no profundizar en quién se queda y quién se va. Por no perder la moral, sobre todo”.

Podemos cambiar todo, mejorar y progresar, y hasta plantar unas flores donde antes no las había (como en las rotondas de hoy en día) o ponerlas en un jarrón de casa. Probad. Los que miran con el corazón, sólo los que miran las verán.

Adrianey Arana