Lamine Yamal

Me encuentro a un “Lamine Yamal” por la calle que me saluda efusivamente. Es un alumno también futbolista y de la ESO. Transmite euforia y empoderamiento celebrando las vacaciones con la camiseta de su equipo, sus amigos interraciales, flequillos y rapados laterales.

Si un adolescente normal y corriente como Lamine es capaz de poner en pie a todo un país, piensas si no estigmatizamos a los «adolescentes». Una palabra que ya suena mal: preocupantes, fracasados, solitarios, empantallados, irrespetuosos. 

Pero son los que van a levantar y ya están animando este país. Suelen ser mentalmente independientes desde los doce años. Y son capaces de soñar, decidir y afrontar cualquier escenario, aunque legalmente no puedan o no les dejemos.

¿No habrá que cambiar el foco al mirarles? Como hace un año alguien en Lisboa: “Vosotros sois la esperanza que ilumina la noche”.

Eurovisión

El festival de Eurovisión es como PISA: nunca ganamos. Aunque no se trate del evento musical por excelencia, el año pasado recibimos la menor puntuación de todos los concursantes. Y en ediciones anteriores tampoco es que hayamos mandado a lo más granado de la canción española.

Este año la cosa va de empoderamiento mediante la resignificación del vocablo más usado como insulto en las sentencias de violencia de género. Se trata de liberar esa palabra e infundirle todo su bello sentido, aquel que todo padre desearía para su hija, por ejemplo.

No sé qué haremos los maestros acostumbrados a lidiar con el acoso, el insulto y el bullying cuando en el festival de fin de curso hagamos un play-back de esa canción. Seguro que es lo que cualquier familia está deseando. Con la coreografía apropiada como la de Eurovisión a cargo del AMPA .

De hecho si le sueltas a una familia en tutoría que su pequeña es una zorra, no que tiene capacidad para el inglés, el ajedrez o la robótica, sino que es muy buena “loba” como Shakira, seguro que salen contentos soñando con el futuro de su retoño.

Les explicas que tienen que resignificar el significado que se habían apropiado algunos animales. Que es una competencia, una destreza que tiene la niña. Y seguro que les hará ilusión que la marquemos con una Z en la frente cuando saque Zobresaliente.

En este caso la culpa no la tiene el Gobierno ni la marca del Zorro, sino la presión por dedicar la canción a la primera concejala transgénero y el ansia de añadir vocales, que no vocalistas, a las siglas LGBTIQ+Z.