Gracias, alumnos

“Buenos días. Se me hace raro levantarme un jueves y saber que hasta dentro de dos meses no volveré a pisar el centro.

Le escribía para desearle un feliz verano y darle las gracias por el maravilloso curso que me ha hecho pasar, aunque también ha habido momentos difíciles en los que me ha hecho sufrir, pero al final con un poco de esfuerzo todo se puede. 

A lo mejor le veo en la recogida de notas y, si no, pues ya queda dicho. Espero verle el año que viene con las pilas cargadas para seguir haciéndonos sufrir en sus clases de X de la ESO. Un saludo.”

Este correo lo he recibido hoy. No sé por qué solo se habla de los adolescentes y sus problemáticas, de los malos resultados, del suicidio y del fracaso escolar.

Si un profesor real pudiera escribir lo que aprendemos de ellos, de su ingenio y frescura, de sus retos logrados, de sus ganas de vivir y de cómo te la contagian… todo el mundo querría ser profesor.

Y eso solo está reservado para quienes deseen disfrutar de emociones Red Bull, de un modo de vida intergeneracional sin gafas virtuales, de estar en un aula horas y horas y horas (lo demás es teorizar) y disfrutar de unas vacaciones de días y días y meses. Gracias, alumnos, por este curso.

Adrianey Arana   ·    Foto de leah hetteberg en Unsplash

La caja de bombones

El día de su cumpleaños cada niño trae una caja de bombones sólo (con tilde) para los «teachers». Se pasa media jornada de clase en clase con dos o tres compañeros ofreciendo uno a cada maestra/o (en galego: mestre). “No, no es obligatorio ni está en las normas”, le aclaro a una progenitora por teléfono, “pero se ha tomado por costumbre y a ver quién les dice que no. Lo que tú veas, je”.

Lo que empezó como simpática ocurrencia tolerada es hoy una tradición. A mi me suele pillar haciéndome el Bond, James Bond en un aula de la ESO. Llaman a la puerta e irrumpe un alumno con la caja roja de Nestlé (ya sin el maldito celofán). “Cumplo 10”. “Le recomiendo el de avellanas” señala uno de los acompañantes. Cambio mi rostro a «modo humano”, sonrío… que lo va a celebrar e invitar a no sé quién, que “el mío es el domingo” dice otro, que “saludos de parte de mi padre”… Un día de protagonismo para el chaval, de conversación con mayores que le hablamos como si fuéramos normales. Hasta nos sale un «gracias».

Sí, desean hablar, no quieren pantallas ni dinero ni ratos libres ni promesas. Quieren presente, trato, vida, relación sin más. Si no lo encuentran antes de su mayoría de edad, algunos pueden llegar a dudar del sentido de la vida. Se está viendo y saltan las alarmas. Incluso en el futuro algunos carecerán de pasado y de árbol genealógico rastreable. Les asaltarán dudas, miedos y fantasmas de todo ‘género’.

Repartir bombones en tu cumpleaños (aniversario del fin de la gestación) debería figurar entre las situaciones de aprendizaje obligatorias del currículum transversal. Yo sólo (con tilde) sé que en un mundo escolar cada vez más digital, inteligente y artificial ser humano es dulce. Y más con bombones.

Adrianey Arana

Foto de Clint McKoy en Unsplash