Los veranos son más educativos que el curso escolar. Los niños son más libres, crecen, juegan y se aburren. Sus experiencias son vitales, no virtuales. No aprenden de una clase, sino de la vida, del pueblo, del campamento, de la tía o del abuelo, de los primos o amigos. Y mucho de lo que llaman «monitores«.
Algunos hechos de la vida de los niños ocurrirán por primera vez en verano. Lo más importante: la primera salida de casa, el primer amigo, la primera decisión, el primer amor…, estrenar la bicicleta, o aprender a nadar. Los niños vuelven con otra mirada al curso siguiente del colegio. El que vuelve de un viaje no es el mismo que el que se fue, dicen los chinos.
Nada hay mejor en el mundo que los felices veranos de la infancia, pero el ritmo de vida profesional lo impide y se necesitan campamentos. Y son momentos decisivos. Y ahí están esos «monitores», jóvenes normalmente generosos y entregados, divertidos y atractivos. Muy preparados en sus técnicas y aficiones. Expertos animadores juveniles.
Pero son «profes de verano» y por eso es muy importante elegir bien el campamento, sin prisas, igual que hemos elegido con tiempo los colegios de los hijos. Hoy los campamentos son una actividad esencial del verano y ya no son una actividad pirenaica. Urbanos, diarios y algunos muy profesionales. Y eso hay que buscar. Algo serio, con experiencia, sano, divertido, deportivo o robótico, pero en manos de «monitores» de los de verdad, sin jugárnosla.
Y lo mismo valdría para las familias que dejan a sus teenagers de high school en manos de agencias y organizadores de eventos o macro-eventos juveniles y viajes como el del megabrote de Mallorca de este fin de curso. No hay más que leer lo que les decían las profesoras de algunos de esos alumnos antes del viaje: «Os vais a Mallorca en busca del coronavirus después de que durante meses, en el instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias». Pero la culpa no fue de ellos… parece ser que fue de nadie, del verano.
Como diría Máximo a sus chicos en el «campamento» de Gladiator, ‘lo que hacemos en verano tiene su eco en la eternidad’.
Adrianey Arana