Los padres buscan soluciones, recetas para educar a sus hijos y sobre todo esperanza, referencias y comprensión. Las publicaciones sobre educación tienden a inclinarse por difíciles cuestiones técnicas, consejos irrealizables e ideas para ser unos padres perfectos o, al revés, resignados.
Los teóricos del sector educativo dan un barniz excesivamenrte cognitivo y científico a los problemas de la infancia o de la adolescencia con escasas dosis de normalidad o de optimismo.
Y estos son precisamente los dos hilos a seguir: la normalidad y la esperanza.
Siempre me ha parecido oportuno mantener una actitud de sentido común en la educación de los hijos. Ser una madre o un padre normal cuesta esfuerzo porque lo novedoso, lo raro y teórico está de moda. Obedecer no está bien visto, pero es normal. Pero lo que no es normal es que los niños obedezcan a la primera.
Por otra parte, hay que tratar a los niños como «si fuesen» personas normales, porque eso son: niños y personas normales, que al final es lo mismo. Es más normal ser niño que ser complejamente mayor. Hablar y tratar a un hijo con estas claves aporta paz y armonía en el crecimiento.
«Resignarse» ante posibles síndromes y deficiencias o ante los comportamientos a veces conflictivos en las aulas o en la propia familia y en el entorno, ante las relaciones con los profesores… o incluso ante la política educativa del momento no es la solución. Y los gurús tampoco ofrecen muchas pistas sólidas.
El tono de la partitura es la esperanza. Ante el reto de la educación en la familia, la actitud de los padres y educadores no debe ser la resignación, la queja o las últimas ideas del último artículo de «cómo educar a tus hijos» (como este, je), sino la esperanza y muchas veces el buen humor.
Como sostiene un sabio colega profesor, los cuentos más educativos son aquellos que no pretenden serlo ni buscan intenciones exclusivamente curriculares, sino los bien escritos, la literatura de la vida real.
El truco está en cambiar nuestro tono «educativo» por un tono de voz «normal», tranquilo, alegre, esperanzado.
Adrianey Arana
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