Estos días los alumnos pequeños querían contar chistes. No sé por qué necesitan el humor, el relato del humor. Son cortos, sintéticos, como sus descripción de la profesión de sus padres (“mi madre trabaja en una banco… “-¿Y qué hace? -“Se queda con el dinero de la gente”. Je, es verdad).
-¿Qué le dice una pared a otra pared?
-Nos vemos en la esquina.
Un niño le dice a su padre:
– Papá, cuando sea mayor quiero ser como tú.
– ¿Por qué, hijo mío?
– ¡Para tener un hijo como yo!
– Me voy dos semanas de viaje.
– ¡Ah, qué bien! Pues no te olvides de escribir.
– Espero que no, con lo que me costó aprender…
– A ver, ahora que estamos en otoño, ¿qué dice el libro que pasa?
– Nada.
– ¿Cómo que nada?
– No, porque se le caen las hojas.
– ¡Qué guapa estás hoy! ¿Te has pintado los ojos?
– No, ya los tenía.
O sea, que como decimos los docentes: estamos “trabajando” el chiste. Gran vacuna.