La cósmética feminista

 

Europa está siendo educada por mujeres desde hace varios años. El profesorado femenino de Infantil en Europa es el 92%, y el de Primaria el 73%. Las mujeres están educando a los alumnos en la edad clave de su preparación en la vida, de los 3 a los 12 años. Y se les enseña por la vía de los hechos la igualdad de varón y mujer. Ningún alumno lo pone en duda y ningún profesor… o profesora mejor dicho. Personalmente satisface además trabajar en un sector en el que esto no se cuestiona, en un lugar donde las chicas tienen un rendimiento alto y donde tus jefes son mujeres.

Sin embargo, cuando estos niños salen a la vida real, a la vida no escolar, se encuentran con desconfianza hacia la mujer, con la ironía, con la desigualdad laboral, con la fuerza bruta ante la fragilidad física. Muchas niñas pasan a ser objeto del ocio y de la moda, objeto del hogar y de las relaciones humanas. Es cierto que la lucha por la igualdad ha logrado ya éxitos notables, pero también son tristemente ciertas la trata de mujeres, los abusos, la violencia machista y la industria que hace de la mujer una moda precisamente en el campo de la moda femenina. Se encuentran con cerrados modelos masculinos que se crean como iconos del deporte y como líderes de la empresa, relegando a la mujer al ámbito exclusivo de la belleza. Con una sociedad cuya cosmética es la mujer.

Todo político cuando tiene una idea piensa que hay que crear una asignatura, y algunas creen que la asignatura pendiente de esta sociedad es la educación en la igualdad de varón y mujer. No se dan cuenta de que esa asignatura es casi la única aprobada en nuestras escuelas, y lo que está pendiente es su práctica en el mundo real no escolar. La teoría está clara, faltan las prácticas. Falta que esos políticos dejen ser “mujeriegos” usándolas como meros amantes a todos los niveles. Falta que tu jefe no te eche cuando te quedas embarazada, incluso después de haber sido acosada por él. Falta que esos personajes de la vida vayan a buscar a su hija a la salida del colegio cada día, y no que los haga la mujer o las chicas contratadas.

Falta, sobre todo, que la mujer deje de ser usada como bandera hasta por el propio feminismo proabortista occidental y luche por la vida de la mujer africana, que ni siquiera tiene fuerzas para saltar la valla de Melilla. Porque sólo saltan varones.

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