Final feliz

Los niños terminaron este curso más felices que nunca. Y no sé si los profesores hemos cumplido nuestro deber de hacerlos crecer porque lo han hecho solos. Además el lobo del cuento se murió y colorín colorado este curso se ha acabado

Pero con unos últimas jornadas más felices que nunca jamás, aunque llueva en Galicia. Porque al final nos vimos las caras. Porque en los últimos meses pudimos comunicarnos sin protocolos ni máscaras ni distancias. Porque volvimos a la normalidad del simple gesto en clase cuando te ven entrar con una sonrisa y tú ves la suya. Porque han estirado los zapatos y el pantalón durante este año que realmente han sido… tres, y la cara como nunca. Son los mismos pero mejor que en 2020 donde nos habíamos quedado en la foto, una mejor versión de sí mismos que enseñan los coach. 

Porque hay menos instrucciones y voces altas o altavoces y hay miradas, cejas y muecas.

Y todo eso o sólo eso es… es una clase.

Adrianey Arana

Escúchame con los ojos

 

 

“¡Máma, papá!”.Y tú: “espeeera un momento…”. Y sigue: “papá… -Ahora no pueeedo…” Puede estar sucediendo mientras lees estas palabras. A mí me pasa cada mañana. Llego a clase y me quieren contar cosas. Y yo: “vale”, “hooombre!!”, “sí…no”, «qué-bien!!»

Porque estoy mirando los avisos en el móvil del cole o de familias. Abriendo el ordenador para cubrir la asistencia. Y enciendo la pizarra digital y el archivo de las actividades, la tablet con las notas y programación. Porque vamos a empezar y tengo que introducir las contraseñas… ¡que fallan justo en-ese-mo-men-to!

Y de alguna forma percibo que me pierdo lo mejor de los niños: cuando quieren contarte, preguntar, enseñarme, hablar, leerme algo. Pero les voy respondiendo. “Espeeeera un momeeento” y así pasan los meses, los años. “Ya te escucho”.

Pero el otro día un niño me dijo: “¡Sí!, ¡pero mírame!”. Y recordé lo que hace poco leí: que un hijo, en la misma situación, le había contestado a su padre: “¡Sí, pero escúchame con los ojos!”. Y estoy comenzando a hacerlo. Todo cambia. Primero, tú mismo. Y descubres que esa es la contraseña que siempre funciona

Foto: pixabay.com/images/id-4784914/

Realidad aumentada

 

La realidad aumentada nos hace ver mejor y más la realidad, o sea que no la cambia, la aumenta. Es la actitud que se nos pide hoy. Exagerar. Por ejemplo, las frases de cariño (porque no hay muecas, ni viajes de regalo), los arqueos de cejas, los saludos y las despedidas.

No vale estar en casa como siempre, escuchando lo que me dice el otro mientra miro el móvil. No, ahora hay que escucharle con los ojos.

Hay que aumentar la realidad: que es que somos una familia y nos queremos, a pesar de no ser la familia cool que gestiona la crisis de modo guay en plan instagram.

A mi nadie me entrenó para un pandemia mundial de años. Por eso, relativizo mis fallos. Soy un desastre en pandemias y “actitud”.

Pero estoy aprendiendo que hay que exagerar el cariño que la tengo a mi gente para que lo noten. Tirar más de lenguaje corporal. Y de “lenguaje-lenguaje”: practicar frases amables, preguntas corteses y palabras bonitas.

Como actores de teatro que exageran la voz y los gestos para que la obra se vea como es.

Anara Yenairda