“Nunca te fíes de las novias” me dijo un alumno de 9 años esta semana. Habíamos hablado de Sansón, para ellos un superhéroe que rechazó a un grupo armado de 30 especialistas, peleó con leones, rompió puertas de castillos y luchó contra mil soldados. Era un “juez” judío en la época en la que los jueces no sólo eran sabios sino también valientes, je.
Pero Sansón se enamoró perdidamente de Dalila, una chica de los enemigos. Estos la presionaron para que le revelara el secreto de su fuerza. Y Dalila jugueteó hasta conseguirlo. Cortarle el pelo. No es que fuera la mala y villana, pero traicionó.
“O sea que…” y el alumno sacó la conclusión de las novias. Le repliqué que no es el mensaje, pero no me creyó. El mensaje es que bla, bla, bla…
Lo digo porque los niños sacan sus conclusiones. Querámoslo o no. Son seres libres y racionales. Y porque una misión del educador no sólo es comprobar qué saben o qué son capaces de hacer, sino qué piensan. No vaya a ser. A veces pasan por las aulas sin que lo sepamos realmente. Y, como dijo el otro, “that is the question”.
Adrianey Arana