Vida de familia

El famoso director de orquesta Barenboim cree que los niños deberían aprender a componer música. No sólo poseer nociones de su historia o tocar un instrumento. Piensa que componer es una manera de comprender que unas cosas dependen de otras y que en la vida unos dependemos de otros. Y que no es sencillo lograr la armonía que tan agradable resulta.

A mi me sorprende la compenetración. Admiro y envidio esa habilidad entre dos cantantes, músicos, deportistas o amigos. Decía alguien que no es natural, que se trabaja y que en el matrimonio se puede adquirir y mejorar. He escuchado a un experto que la vida de familia no es ni un hotel bien gestionado ni un armisticio, sino una armonía en lo diverso.

No hay nada mejor que el nido familiar, pero en él hay que aprender a compartir. Si no se comparten cosas, no hay vida familiar. Si la comunicación sólo es informativa y racional y no es profunda, no existe.

Sacar adelante una familia es muchas veces tener el carácter de un sherpa, esos guías que suben al Everest dos veces por semana a escaladores que logran la fama por coronarlo una vez. Nadie los conoce ni se les reconoce. Pero lo hacen posible.

Foto: Jacqueline du Pré y su marido Daniel Barenboim

Realidad aumentada

 

La realidad aumentada nos hace ver mejor y más la realidad, o sea que no la cambia, la aumenta. Es la actitud que se nos pide hoy. Exagerar. Por ejemplo, las frases de cariño (porque no hay muecas, ni viajes de regalo), los arqueos de cejas, los saludos y las despedidas.

No vale estar en casa como siempre, escuchando lo que me dice el otro mientra miro el móvil. No, ahora hay que escucharle con los ojos.

Hay que aumentar la realidad: que es que somos una familia y nos queremos, a pesar de no ser la familia cool que gestiona la crisis de modo guay en plan instagram.

A mi nadie me entrenó para un pandemia mundial de años. Por eso, relativizo mis fallos. Soy un desastre en pandemias y “actitud”.

Pero estoy aprendiendo que hay que exagerar el cariño que la tengo a mi gente para que lo noten. Tirar más de lenguaje corporal. Y de “lenguaje-lenguaje”: practicar frases amables, preguntas corteses y palabras bonitas.

Como actores de teatro que exageran la voz y los gestos para que la obra se vea como es.

Anara Yenairda

¿Por qué nadie sabía nada del copiloto de Germanwings?

 


¿Por qué nadie sabía nada del copiloto de Germanwings?

¿Por qué nadie sabía qué pensaba el copiloto de Germanwings? ¿Por qué sorprende que un alumno prepare un atentado con ballesta en su colegio y nadie supiera nada? ¿Por qué ignoramos lo que piensa nuestro próximo-prójimo? Pues por la sencilla razón de que los seres humanos ya no nos hablamos, sólo nos comunicamos “cosas”. Somos connecting-people pero sin conexión con Houston.

Dice Susana Tamaro en una de sus obras de un modo crudo que “para mi madre, como para mi padre, los hijos eran ante todo una obligación mundana. En la misma medida en que se desentendían de nuestro desarrollo interior, trataban con extremada rigidez los aspectos más banales de la educación. A la mesa tenía que sentarme erguida, con los codos pegados al cuerpo. Que al hacerlo pensara solamente en cuál sería la mejora manera de suicidarme, no tenía la menor importancia” .

No sabemos lo que piensa nuestro eterno compañero de viaje en metro porque vamos con nuestra tablet y nunca hemos iniciado una conversación. No sabemos lo que piensa la novia porque nunca hemos hablado con ella de eso. Con amigos, compañeros de trabajo, vecinos y familiares apenas charlamos de fútbol, noticias, meteorología, tarifas del móvil, Juego de Tronos, de la próxima fiesta de cumpleaños de nuestro hijo, o del último vídeo im-presionante o super-chulo de YouTube.

La mujer no habla con su marido, sino “a su marido”. Y el marido desconoce el diálogo. Y por desgracia tampoco el profesor habla con sus alumnos, de tú a tú, sin tono de maestro y en confidencia. Eso que tanto se vende de educación personalizada: hablar a solas con un alumno para escucharle y no para conseguir que se porte bien o que mejore su rendimiento. Tutoría. Y disfrutar de la conversación, sin mirar al ordenador en ningún segundo. Y hablar con los padres de los alumnos, de algo más que de los deberes.

Saber qué nos transmiten los demás con el lenguaje corporal es determinante para no perderse entre quienes no confían, en la selva profesional. Eso enseñan los gurús del coaching. Pero superior al lenguaje corporal entre los seres humanos es el lenguaje de la lengua. Hablarse, no hablar.. Para que no nos resulte inaudito y sorprendente conocer un día a la persona que hemos tenido siempre a nuestro lado, y a quien creemos haber educado.