«Los que se quedan»

Un profesor se ve obligado a pasar las navidades en su prestigioso internado con un alumno maleducado. El profesor es culto, pero acomodado a su función y sabiduría. El alumno molesta en la casa de unos padres ricachos y divorciados.

Las heridas afectivas de ambos salen a la luz durante esos días y provocan un cambio. Llegan a compartir y ser cómplices de sus debilidades, lo que les hace humanos. La comprensión surge sola y les conduce a acciones generosas y hasta heroicas, en una vida sin épica.

Un profesor normal que se juega su trabajo por un alumno mal criado. Y un chico inteligente y herido que sale adelante. Una película que demuestra que el aprendizaje y la tutoría siempre son personales y mutuos.

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Nos recuerda el nombre de todos los amigos de la familia y guasapea con grupos diversos. Es la única persona que conozco que se sabe la lista de los reyes godos. Recita romances, elabora y repite miles de recetas, apunta en la conversación que en ese lugar desemboca tal río, recuerda fechas e historia universal, nacional y familiar. Relaciona. Describe en dos pinceladas  una situación o juzga un problema con los datos que retiene de modo natural.

Dice que ejercita habitualmente la memoria repasando mentalmente listas de geografía, historia, literatura, medicinas, preposiciones, los 12  hijos de Jacob, “que además tuvo una hija: Dina”, que yo no sabía.

Hablo de mi tía de 90 años. A veces pregunta pensativa si esto es recomendable pues ha oído que hoy algunos opinan que la memoria es la inteligencia de los tontos o que el aprendizaje memorístico es perjudicial.

Le contesto que lo único nocivo o maligno es el modo de usar la memoria forzándola y sin disfrutar de la codificación y recuperación, no sólo del almacenamiento: los tres procesos de la memoria.

Y además no es cierto que la memoria esté mal vista. Al contrario, se encuentra más valorada que nunca. Cuanto más memoria tenga un móvil u ordenador más caro es. Si quieres más memoria para almacenamiento o en la nube o en tu lista de canciones te tienes que hacer Premium y pagar por la memoria.

La mayoría de nuestros alumnos se saben mil contraseñas o passwords, letras de canciones, alineaciones de equipos de fútbol, valor de fichajes, personajes de mundos de rol y perfiles de jugadores, páginas web y pantallas de juegos.

La belleza de la memoria la compruebo cuando observas que disfrutan, como mi tía, de ese poder o inteligencia. Les encanta aprenderse y recitar poemas o canciones. No de modo “obligatorio”, sino divertido, pero lo aprenden sí o sí. Y es como esas escenas de películas que quieren ver una y otra vez. “Déjame decirla otra vez” te piden. Como en Casablanca “tócala otra vez”.

Y les chifla la rima, las imágenes enlazadas, la recitación de versos sugerentes, elegantes e inteligentes. Por eso a veces he tenido que parar cuando todos los de 6 años quieren repetirme el poema de Machado que sin querer se han aprendido de memoria: “La plaza tiene una torre, la torre tiene una flor, el balcón tiene una dama, la dama una blanca flor”.

Adrianey Arana

1 giga

 

Llama la madre a movistar por la factura y le contestan que “lo sentimos, señora, pero se ha comprado usted varios juegos”. Había sido la niña de 7 años con el móvil de la abuela porque memoriza las claves de todo… y lee sus ‘post-its’

Niños y mayores nos sabemos de memoria listas de compañeros de clase por orden, la plantilla del Madrid, recetas de masterchef, emails, cuentas de twitter y absurdos nombres de webs, series de netflix, personajes de ‘La casa de papel’ y resultados de mundiales. Hasta me sé el nombre de las 9 leyes de educación: loece, lode, logse, lopeg, loce, loe, lomce y lomloe.

Dicen que la memoria es la inteligencia de los tontos y que en el futuro todo estará en la red. Tú no tendrás que saber nada. Solo estar conectado. Y pagar la tarifa basic, premium o pro de icloud, drive o dropbox. Para tener más memoria. Cuanto más tonto seas, más memoria podrás comprar sin problema.

Para mí es un arte recitar algo de memoria. Me cuesta porque “soy listo”. Pero quizá es ese «giga» que ahí queda para cuando el corazón cante sin quererlo o el alzheimer solo me permita musitar una y otra vez “ruega por nosotros”.

La letra jugando entra

 

Me cuenta un compañero del colegio que de niño comenzó a hablar muy tarde. Eran dos hermanos gemelos. Hubo complicaciones en el parto sin consecuencias aparentes, pero pasados ya tres años los niños no hablaban. Los médicos descubrieron entonces que su hermano sufría unos daños cerebrales irreversibles que le idejaron sin habla y con otras complicaciones que acabaron con su vida en unos años. Él tuvo que reeducarse con diversos programas. Hoy en dia es una persona normal y excelente, pero hasta aquella edad funcionó por imitación. Hablar no existía.

  Los niños funcionan y aprenden por imitación, por práctica, por juego, más que porque les enseñemos. De ahí la importancia de las nuevas metodologías como el aprendizaje cooperativo, el flipped classroom, los recursos y técnicas de mindfulness, la educación emocional, el aprendizaje servicio o el escape room educativo, la gamificación… y muchas más.

Algunos desconfían de ellas, porque son “jueguecitos de pedagogos sin fronteras”. Pero no es humo todo lo que se vende. Al contrario, el surgimiento en este país de profesorado que propone, activa, inspira y promueve estas metodologías con ilusión es señal de que hay fuego por fin en la educación. Eso sí, esta vez, partiendo muy de la base, harta del postureo.

Cada vez que asisto a un curso, foro o evento de profesorado de este tipo, me encuentro con maestros jóvenes, otros no tanto, de la pública o privada o de ambas, no hay diferencias. El caso es que hay mucha motivación, gran complicidad, rápida comunicación y ganas de trabajar. Y siempre sucede lo mismo: cuánto mejor lo pasamos en esos cursos, más aprendemos. Y es que, como decía el maestro de mi pueblo, “la letra jugando entra”. Nada sería mejor que una alianza entre la industria del entretenimiento y el sector educativo. Mucho mejor, desde luego, que un pacto de Estado.