“Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes”. Dice la italiana Natalia Ginzburg, diputada del Partido Comunista, madre de varios hijos, dos veces esposa.
“No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero;
– no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro;
-no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad;
-no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación;
-no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber”.
Los padres y profesores tendemos a lo contrario. Amarrar. Educar con las cortas miras del ahorro y el deseo del éxito (siempre prematuro).
“Elegimos el camino más cómodo, porque las pequeñas virtudes no encierran ningún peligro material, es más, nos protegen de los golpes de la suerte”.