¿Hasta cuándo, Celaá, vas a abusar de nuestra paciencia? Admiro tu tesón. Pero la segregación y la lucha por la equidad calentaron tus sesos como a otros los libros de caballería (porque que no había series entonces).
Y ves gigantes en la enseñanza concertada que ahora dices que segrega en la admisión de alumnos y arremetes contra molinos de viento que sólo tienen viejas aspas y escaso presupuesto.
Locura tuya ha sido cambiar la ley de educación en pleno confinamiento cuando todos estábamos luchando por sobrevivir, por consolar a padres y a niños y por ir al supermercado corriendo. Eso no estuvo bien.
Cargada de razón te aqueja esa «cierta desconexión de los socialistas con la ciudadanía. Debe reflexionarse si en ella desempeña un papel, una percepción de superioridad moral que esta tiene de la izquierda. La altura moral —que se encarna en los hechos— suma; la superioridad moral —que mora en discursos y actitudes— resta», reconoce el editorial de El País del 6 de mayo.
Unos días antes, el 20 de abril, el Constitucional ha admitido por unanimidad los recursos contra esa ley. Y hay unanimidad cuando no hay una nimiedad.
Ahora que son tiempos más de Sancho que de su amo, cuando las barbas y la coleta de tu vecino veas cortar, Celaá, pon las tuyas a remojar. Déjate de ideologías y lecciones magistrales con una Ley Celaá aprobada en estado de alarma con la que pasar a la historia. Para. Que «quien te cubre, te descubre» dice el fiel escudero. Relájate. Y sal a tomar algo. Por favor.