“Mis padres siempre me dijeron que para seguir haciendo taekwondo tenía que cumplir en los estudios y ha ido muy bien la verdad. Se puede perfectamente compaginarlo. El tiempo que estarías en el sofá viendo la tele, pues estudias. Si es que hay tiempo para todo, al final es organizarse bien”. Adriana Cerezo nos ha dado una lección con la primera medalla olímpica.
Mientras nosotros estábamos pendientes de sus compañeros de 17 años que han tenido un año “superhorrible” de estudios con covid, sin salir ni viajar, con un bachillerato «complicadísimo»… esta chica saca un 13 en selectividad, viaja… a Tokio, sonríe, le agradece a su abuelo y a sus padres lo que la quieren. Y a su entrenador. Y a sus amigas. Y no se queja ni de su derrota en la final por unos segundos.
La medalla de plata la va a enmarcar para su abuela a cambio de una croquetas y una tortilla de patata. No anuncia que vaya ‘a seguir persiguiendo sus sueños’ o cosas así. Su entrenador le decía antes del combate final que era importante ganar pero más cómo ganamos. Por eso Adriana manifestaba con alegría que no podía quejarse de la villa olímpica -como lo hicieron otros deportistas- y por eso disfruta y sonríe. Y nos ha dado más que una medalla.
Adrianey Arana
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