Me encuentro a un “Lamine Yamal” por la calle que me saluda efusivamente. Es un alumno también futbolista y de la ESO. Transmite euforia y empoderamiento celebrando las vacaciones con la camiseta de su equipo, sus amigos interraciales, flequillos y rapados laterales.
Si un adolescente normal y corriente como Lamine es capaz de poner en pie a todo un país, piensas si no estigmatizamos a los «adolescentes». Una palabra que ya suena mal: preocupantes, fracasados, solitarios, empantallados, irrespetuosos.
Pero son los que van a levantar y ya están animando este país. Suelen ser mentalmente independientes desde los doce años. Y son capaces de soñar, decidir y afrontar cualquier escenario, aunque legalmente no puedan o no les dejemos.
¿No habrá que cambiar el foco al mirarles? Como hace un año alguien en Lisboa: “Vosotros sois la esperanza que ilumina la noche”.