- Llámales por su nombre, nunca por el apellido. El nombre está muy pensado por sus padres, está personalizado para ellos y para ti, porque son personas personalizadas.
- Háblales como si fueran amigos, no les grites. Los alumnos responden al tono, no a las palabras. Son tus compañeros de trabajo.
- Piensa qué debes hacer para que lleguen más lejos que tú; nunca admitas una “etiqueta”, ni la escuches.
- Sácalos adelante, a pesar de ellos mismos, a pesar de su entorno, a pesar incluso en ocasiones de sus padres. Son “tus” alumnos, los únicos que tienes, y quieres que aprendan, y quieres que aprueben, y ¡logra que aprueben! Y nunca dejes a nadie atrás.