Veinticuatro metros de narcosubmarino. Construido en algún lugar del Amazonas. Dos o tres semanas de travesía por el Atlántico hasta la Costa de la Muerte. Descarga de toneladas en lanchas planeadoras a millas de las rías. Profesionales de la logística mundial de la droga. Se sabe porque cada cuatro años se coge algo.
Jóvenes que serían capaces de llevar alimentos a todos los soldados ucranianos sorteando el control de Putin. Podrían distribuir toneladas de medicinas en repúblicas bananeras de África. Lograrían incursionarse en Corea del Norte y desactivar los cohetes-juguete de Kim-Jong. Distribuirían las colecciones de moda por el mundo más rápido que cualquier industria llena de CEOs.
Pueden hacer de todo. El último jefe del hachís de España fue pillado con 70 móviles activos. Es gente seria que trabaja bien. Son profesionales. Tienen medios y no están subvencionados ni reciben ayudas. No hacen publicidad ni alardean en instagram. Trabajan y punto. Y ganan dinero con el sudor de su frente. No se quejan ni hacen huelgas. No van a manifestaciones con megáfonos o selfies.
Deberíamos espabilar para hacer el bien, ganando lo necesario, por supuesto, para ayudar a nuestra familia y al país. Emocionar a los jóvenes con acciones sublimes, para mirar más allá de su ombligo o o de su sexo y motivarles a llevar vidas incluso de película. Debemos educar en competencias, sí. Despertar a nuestros hijos y alumnos mostrándoles que pueden cruzar el mar entero y no sólo pillar olas en Pantín.
Adrianey Arana