Aunque Ómicron nos mantenga paralizados y ocultos podemos soñar en un 2022 con una banda sonora más feliz. No hay que inquietarse por la falta de actividad o de «megaplanes» con niños y abuelos. Basta con estar ahí, escondidos en la familia o en casa, en segundo plano.
«Mi hija quiere ser segundo violín. No el primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso la hace feliz», dice una madre en un carta a un periódico.
«El mundo está hecho para los que quieren ser famosos, para los que sueñan con ser los primeros. En el colegio se premia a los que exhiben sus logros y se sienten cómodos siendo el centro de atención», se desahoga.
En el “mundo laboral, se premia a los que alzan su voz por encima de los que hablan bajito, aunque aquellos no digan nada nuevo”.
«Para ese mundo, convertirse en un segundo violín de orquesta no es lo que una niña debería querer ser de mayor. Pero el problema no es de ella, sino de ese mundo. Porque la maravilla de una sinfonía solo es posible gracias a los que sueñan con ser segundos violines. Ese mundo está mal y no lo sabe. Aún.”
Pero estamos descubriendo que se puede ser feliz un año más con un perfil muy bajo y una actividad casi tan solo familiar. Feliz 2022 a todos los que estamos “sin hacer nada”.
Adrianey Arana
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