¿Por que somos fieles?

El Ala Oeste, 24, Star Wars, los Simpson, Hospital General, Breaking Bad… series que alargan capítulos y temporadas algunas desde hace años en antena. La última citada llega a 22000 episodios y se emite desde 1959.

¿Por qué las seguimos viendo? Porque profundizan en las complejidades de las relaciones humanas y nos permiten ver el lado malo de los buenos y el bueno de los malos y eso en el fondo nos llena de esperanza en el ser humano. La vida sigue y podemos mejorar. Kamala Harris sostenía recientemente que ella cambia de opiniones pero no de valores, los suyos claros, pero es así.

También Benedicto XVI se preguntaba hace años “¿Por que permanezco en la iglesia Católica?… si a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles… y su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía”. Se contesta que la luna permanece ahí en la era de los vuelos espaciales siendo sólo arena, roca y desierto, siendo lo que no es en sí misma, el reflejo de otro. Dice que no es “nuestra” Iglesia, sino “suya”, o sea, de Dios. Y que por eso sigue.

Siempre me repiten unos amigos que ellos no se casaron por ordenador, que el flechazo que los unió también les dejó heridos y que el único algoritmo que los mantiene juntos es el amor.

La contradicción, el cambio de guión, la sorpresa, el giro, la tragedia, el misterio… nos llevan a un final desconocido o no por el guionista de la historia, al que permanecemos fieles porque confiamos en él, en su proyecto temporada tras temporada. Pase lo que pase. Pero lo que pasa nos mantiene ahí y hace mejores y por eso le somos fieles. A él, aunque no sepamos quién es y sólo veamos a los actores.

ADRIANEY ARANA

Napoleón

“Este muchacho está hecho de granito y, además, tiene un volcán en su interior”, escribió un profesor de Napoleón. Sorprende su análisis de un chico de dieciséis años. Va más allá de su comportamiento y profundiza en su interior. El informe continúa opinando que será capaz de lo que se proponga.

No es fácil elaborar perfiles y menos de un menor. La inmediatez tiende a describir lo externo: “payaso”, añadió un profesor en las notas del niño que sería ingeniero de caminos, consultor del Vaticano, obispo y beato Del Portillo. “No hacía más que alborotar y gastar todo tipo de bromas pesadas”, informaba igualmente un maestro de otro prohombre, Edgar Allan Poe.

Hemos de ser precavidos al enjuiciar a un alumno o a cualquier persona. Si bien es cierto que el tiempo enseña a descubrir algunas señales en los jóvenes que permiten adivinar su futuro.

Además, todo perfil es libre. Nadie está determinado, aunque sí influido por circunstancias. Los enemigos del conocimiento de las personas son la superficialidad, los prejuicios y el determinismo.

La biografía de un hombre es complicada. La reciente película de Ridley Scott lo confirma. Hasta después de muerto y de ser un personaje histórico las versiones de un hombre son distintas.  Sabemos que no quiere profundizar en la vida de Napoleón, como tampoco lo quiso en la de Marco Aurelio o Cómodo en Gladiator. Pretende excitar el interés por los personajes y la historia sacrificando el rigor en aras de la amenidad y el espectáculo, detonante de la curiosidad.

El “perfil” es el conjunto de rasgos que caracterizan a una persona y buscan prever su conducta en un futuro desconocido, probablemente profesional o político. O criminal.

La biografía es la historia de una persona que vivió en el pasado, que deberíamos conocer. El autor no solo recopila datos, sino que conjuga la seriedad y la anécdota y hasta nos hace amigos del personaje. No prejuzga, solo se acerca a su entorno, lo mira como era visto por sus contemporáneos, por él mismo y por su tiempo. Y al final el lector juzga.

Por eso recomiendo leer el Napoleón de Emil Ludwig, el iniciador de la biografía moderna. Y destaco ahora en nuestra lengua al prolífico, riguroso y ameno Eduardo Caamaño, autor de la primera biografía en castellano de Agatha Christie, fascinante y profunda. Acaba de publicar la de Edgar Allan Poe y la de Santos Dumont, el rey de los cielos. Prometen. No como la «peli» de nuestro amigo.

Foto de Elimende Inagella en Unsplash