ADRIANEY ARANA.- Céline Dion cantó despacio, mirando conmovida desde la Torre Eiffel: “…Dios reúne a aquellos que se quieren». Moduló tras una pausa consciente «más alto, más fuerte», lema olímpico propuesto por el cura Henry Didon.
Amigo de Pierre de Coubertin, este sacerdote y director del colegio de Arcueil hizo bordar la frase en los uniformes deportivos de los alumnos, para que compitieran juntos escuelas públicas y privadas y lucharan con respeto.
Hoy el respeto a la diversidad es más complejo pero no puede ensalzarse a uno a costa del otro. Solidaridad no es «reírse del otro» como bufones o mofarse de la vida cristiana, de los moros o de las deformidades propias o ajenas. No es reírse de los paralímpicos, ni de los gays ni de las gordas, sino disfrutar con la voz de Freddy Mercurie o la Caballé.
Se puede. La capitana de la selección francesa femenina de fútbol, Wendie Renard, ha manifestado: «para mí, es importante contar con el testimonio de laicos, como los deportistas, que pueden decir a las generaciones más jóvenes que se puede hacer deporte y ser cristianos».
Se puede. Y ser musulmán, ateo o paralítico. Apelemos al espíritu olímpico y al himno a L’Amour para «que la ceremonia de clausura repare la ofensa», querida o no, con un gesto generoso como fue la antorcha con Nadal o con Coste, medallista de 100 años.