Me escapé de casa por la noche con doce años para ir al cine. Mis padres cenaban fuera y mi alta estatura juvenil dio el pego en la taquilla. La película -que no era pornográfica- se me quedó grabada por la experiencia vital. Me dejó huella, así como el disgusto de mis padres.
Me habían dado llaves de casa un poco antes como si fuera un acto ritual. Me habían permitido ir solo a la parada del bus o al kiosco “de revistas” cuando la seguridad era casi absoluta.
Más tarde mi padre me enseñó a conducir antes de tener carné. Me fumé con él mi primer pitillo a los diecisiete y con él me tomé mi primera copa a los dieciocho.
Con amigos había intentado acudir a lugares de mayores, pero nos lo impedían en la entrada. Nos iban abriendo puertas poco a poco, confiando, adelantándose a nuestra libertad, pero protegiendo y corrigiendo nuestros traspiés. Siempre he pensado que la libertad no es abrir puertas sino caminos. Y que inspirar no es dar móviles sino motivos.
Fui libre de joven, mucho, o al menos la sensación que tengo es de haber hecho lo que me daba la gana. Siempre me sabía acompañado, a pesar de no ver la tele por la noche, salvo cuando me escondía debajo de la mesa.
No tuve acceso a demasiados “contenidos o experiencias” ni me comunicaba con desconocidos. Pero tuve mucha experiencia, mucha adolescencia y muchos conocidos.
Ante el debate sobre el abuso sexual infantil on-line, la adicción a la pornografía de los jóvenes o los 32 millones de presuntos casos de explotación a menores que el año pasado se denunciaron en USA, hay que preguntarse quién da el acceso a esos niños, quién tiene la llave de la puerta.
Y la respuesta es fácil: el móvil que les dan los padres. Con eso pueden acceder a todo y a todos. Es más peligroso que conducir una moto o un coche con doce años, irse al cine de noche o comprar alcohol en Primaria.
Los niños no deben acceder a todo. Hoy en día si un niño anda solo por la calle en horario escolar, la policía le para. ¿Y si anda con un móvil un menor en un parque?
Mi abuelo me dijo que un día todo serían helicópteros. Y aparecieron los drones. Fue visionario. Algunos piensan que en el futuro habrá que tener licencia o carné para usar un móvil o para acceder a internet: una mayoría de edad, test psicotécnico, examen teórico, práctico, certificado médico, puntos y renovación periódica.
Soy muy partidario de las nuevas tecnologías, de los móviles, de los coches y de llegar a Marte cuanto antes. Mi padre me levantó para ver la llegada a la Luna del Apolo XIII cuando era pequeño y la vi con él. También me dejó huella. Como la que dejaron los astronautas. Imborrable e inspiradora.