El niño de 5º Primaria de un colegio público de A Costa da Morte estaba mudo. Su madre muy entera con alguna herida. Acababan de salir por las ventanillas. El coche boca abajo, con trozos desperdigados por la autovía y todos los cristales rotos. El techo hundido. Despojos del maletero por el asfalto. Humo y silencio.
Paramos los que íbamos detrás. Intentamos ayudarles, avisar. Ambulancia, Guardia Civil, bomberos. La madre lo llevaba a un cumpleaños. Él iba con muletas porque hace unos días se lesionó jugando al fútbol. Estaba muy asustado. Pude ver el miedo en su cara. Y quise quitárselo.
Mientras le atendían hablamos del cole, del fútbol, de los deberes, de la nueva profe que es muy buena. De su mundo normal y de su vida. La chica de la ambulancia le sonreía. Intentamos quitarle el shock, el susto, el miedo… Pero no es difícil olvidar esa cara en un niño. Le pregunté: «¿Estás asustado, verdad?» Asintió. «No te preocupes, soy maestro». Y sonrió.
Están bien. Les he llamado.
Adrianey Arana