“¡Eso es un invento del Corte Inglés!” decía mi padre cuando se acercaba el día del padre. En cambio, el día de la madre no decía nada. Al revés, se le iba la pinza con regalos desmedidos y curiososos, que compraba con ilusión y hasta con pasión.
Recuerdo un mediodía, mi padre y yo con 12 años, asomados a la ventana con los codos apoyados en el alféizar. Una mujer dobló una esquina y apareció por la calle. A mi padre le brillaron los ojos. Andaba rápida y serena. Venía a casa de trabajar. “Mírala -me dijo mi padre-, ¿qué te parece?… No os dáis cuenta de la madre que tenéis”.
El día de la madre. Los días en que mi padre nos hacía mirar a mi madre. Sin palabras casi. Yo ya no puedo hacerle un 'regalito' de aquellos, pero sí volver a mirarla. A ella y a todas las madres que andan rápido, rápido… pero serenas. Felicidades.
Foto: Rupert Ganzer – Flickr