Mini-educación

 

“Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes”. Dice la italiana Natalia Ginzburg, diputada del Partido Comunista, madre de varios hijos, dos veces esposa.

“No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero;

– no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro;

-no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad;

-no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación;

-no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber”.

Los padres y profesores tendemos a lo contrario. Amarrar. Educar con las cortas miras del ahorro y el deseo del éxito (siempre prematuro). 

“Elegimos el camino más cómodo, porque las pequeñas virtudes no encierran ningún peligro material, es más, nos protegen de los golpes de la suerte”.

Photo by Ben White on Unsplash

Perseverance

Mi padre nos obligó a ver la tele a las 2 de la madrugada para asistir a la llegada del hombre a la Luna. Yo tenía 7 años. Nos dijo que aquello era historia. Y lo fue.

Anteayer el ambiente del colegio era parecido con la llegada del rover Perseverance a Marte. Los niños tenían la sensación de algo importante. Se mostraban interesados  descubriendo el sentido de sus estudios: el Solar System, el inglés, la programación y la robótica, las matemáticas, el esfuerzo, el trabajo en equipo y la perseverancia. 

Son los valores que la NASA transmite con los nombres de sus robots elegidos siempre por niños en un concurso de redacción. El anterior fue igual: el Curiosity. El dron alojado ahora en su interior y que sobrevolará la superficie por primera vez se llama Ingenuity. Valores o virtudes o como le llames.

Allysa Carson, la que desde niña se está preparando para ir a Marte en 2031 afirma que “si la opción es no regresar a la Tierra y colonizar el planeta, estaría dispuesta». Dejaría atrás a su padre, Bert, el hombre que ha impulsado su sueño. «Él sabe que todo esto es más grande que nosotros dos».

Seguro que Allysa lo logra. Estudia ya en la Universidad Internacional del Espacio que dirige Aldrin, uno de aquellos primeros hombres que pisó la Luna en el 69.

Ojalá surjan más jóvenes con ese coraje. Sin embargo, lo que se necesita para eso, no son grandes proyectos promotores del talento ni más Allysas que descubran nuevos mundos, sino más padres como Bert. Padres que den alas a la libertad de sus hijos y la respeten porque antes han sabido animarles a que tengan sueños, no solo buen comportamiento y buenas notas.

A monte

     “Ahí os va”. Es cómo te suelen entregar los padres a sus niños en septiembre en el colegio. “Ahí os lo dejo” dicen claramente algunas mamás. También está el “todo vuestro” de papás sacudiéndose las manos. O el “viene como viene”, o sea, que no les ha dado tiempo a concienciarlo. «Hace tres meses que no se pone zapatos”. Y no faltan sorprendidas mamás porque el niño crece y crece y “me estoy quedando sin niño”.

     Los pequeñitos nuevos y sus padres llegan al cole en estado hipnótico.“No ha dormido”. Más animante, claro, para el profe que el “viene dormido” o “no sé cómo he logrado levantarle”. Pero no tan sincero como “la que no ha dormido he sido yo”. Y ya sin complejos: “se ha pasado el verano sin hacer nada (?) …o sea, de escribir y eso”. “Llega directamente de la aldea con los abuelos… sin horarios”, descargando en este caso la culpa en los benditos abuelos. «Allí hace lo que le da la gana».

     A monte. Así tienen que venir los niños reales al colegio. Y menos mal que están a monte. Es decir, sanos, fuertes. Tostados de más. Agrestes. Con arena en las orejas. Vivos y coleando. Aburridos de helados. Mirando con los ojos. Deseando nuevos escenarios. Digo menos mal porque lo bueno es la vida, no la escuela. Y si el colegio no es vida, es papeleo. Y así es la vuelta al cole sin filtros de instagram. Y así será luego la vuelta a casa: felices y contentos. Eso sí, poco a poco con alguna habilidad más para esa vida de ahí fuera, que cada día tiene más algoritmos.

Feliz vuelta al cole

“¡Voy a llegar antes y voy a aprender más que túu!” le retaba un niño a otro al salir corriendo a clase del coche de sus padres. Me sorprendió su inocente competición e ilusión por aprender. Niños, con la mirada brillante y feliz.

Hay dos días en el año que relucen más que el sol en los ojos de los niños: la noche de Reyes Magos y el día de la vuelta al cole. Compensan la tristeza de los miles de niños abandonados, maltratados, refugiados o muertos por las guerras. Un buen reportero que captase la luz de este día en una foto podría equilibrar las imágenes del horror a las que el verano nos tiene acostumbrados.

Los maestros saben que los niños son siempre iguales, ni mejores ni peores que otras generaciones. Saben que en ellos hay esperanza. Quieren aprender y dialogar, convivir y jugar al juego de la vida. Somos los mayores quienes no comprendemos a veces, quienes complicamos su vida y la educación con nuestros prejuicios, miedos y obsesiones. No acertamos a hablar, a preguntar, a valorar y entender.

Recuerdo mi recibimiento a un nervioso niño con su madre en un primer día de colegio. “Y tú, ¿cómo te llamas?”, le pregunté tendiéndole la mano. “Fran”, me contestó. Mi veloz memoria no lo situaba en las listas. Miré de reojo a la sonriente madre en busca de auxilio, pero nada. Estaba en éxtasis observando a su retoño tan limpio. Le dije al niño: “¡Hombre, Fran! ¿Fran… qué más?”. A lo que me contestó correctamente: “Cisco”.

Si nos ponemos a la altura de los niños y de las ilusiones de sus madres tan cargadas de esperanzas, todo irá bien. Y este mundo mientras tanto será mejor.

Adrianey Arana

Foto de I. de L.

3 consejos para educar a tu hijo



3 consejos para educar a tu hijo

  1. Toma decisiones pensando en tus hijos. No tomes decisiones sólo sobre su educación. Todo lo que haces, privada, social o profesionalmente les educa. Si decides comprar un buen piso con una gran hipoteca, piensa que luego deberás trabajar duro para pagarla durante veinticinco años.
  2. Díle que ‘no’ una vez a la semana. Si algo no te convence, díle que ‘no’, y dále una razón. ‘No’ normalmente significa ‘que no’, y no tiene nada que ver con ‘ya veremos’ o ‘depende cómo te portes’. Es la única manera de que pueda aprender vitalmente a elegir sí o no.
  3. Riéte con él. ¿Hace cuanto tiempo que no te carcajeas con él? Si te ríes con él disfrutarás y él aprenderá a distinguir lo importante de lo trivial, el error del acierto, el amor del odio.